"Estamos muy preocupados por la fragilidad económica de la Argentina”. Bajo el cinismo de la frase central del comunicado que este martes emitió la cúpula de Juntos por el Cambio hay una verdad: a la oposición le preocupa la posibilidad de que el Gobierno logre mantener tapada la olla a presión de la crisis financiera y le toque a la próxima administración hacer el trabajo sucio del shock, más allá de que la narrativa de la épica ajustadora les sirva a los halcones para hacer campaña. A la coalición de (des)gobierno, en cambio, no le da ni para el cinismo. Tan descosido está el Frente de Todos, que no le da ni para montar un acting de la preocupación y la unidad mientras el país se asoma a abismos conocidos al ritmo de una devaluación de facto que tiene en vilo a una sociedad exhausta, empobrecida y cada vez más enojada.
En otra jornada de mercados alterados y cuevas ardientes, con el dólar ilegal rozando los 500 pesos -subiendo más de 100 en lo que va de abril-, la coalición oficialista se muestra en estado catatónico, paralizada, muerta.
La alianza opositora aprovechó una reunión de los presidentes de sus cuatro partidos miembro y ensayó un pronunciamiento. Además, anunció que activará una gira por organizaciones centrales de la vida económica. El Frente de Todos, nada. Cero.
Varios meses de tensiones internas -una enorme cantidad de energía que podría haberse traducido en capacidad de gestión si la hubiera conducido hacia destinos relevantes- le costó armar una mesa política que usó para discutir gansadas que, encima, no tuvieron el más mínimo efecto pacificador. La guerra intestina continuó y continúa. La gestión de gobierno continuó y -está ahora más a la vista que nunca- continúa respirando artificialmente.
Este martes, el presidente Alberto Fernández, un mandatario saliente, dramáticamente desempoderado mucho antes de verse forzado a renunciar a su derecho constitucional de la reelección, lanzó un par de trompadas al aire, como a la pasada, después de atender la agenda caliente que le propone la relación bilateral con Rumania. Las corridas contra el peso son “una práctica permanente de la derecha”, acusó, de manual. Antes, había tenido que ratificar en su puesto al titular del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, sobreviviente de la temporada de fusibles que abrió el asesor presidencial Antonio Aracre.
https://twitter.com/alferdezprensa/status/1650901939226308609
Como cuando, en Europa, le dijo a un medio español que “definitivamente” buscaría un segundo mandato -después pasaron cosas- y el operativo clamor fue un silencio de misa, este martes nadie en el oficialismo saltó a respaldarlo. La soledad del despoder. Con todo, había tiempo para el comunicado del Frente de Todos, para una foto de familia, para algo: esta nota se cerraba antes de las 18. #ElijoCreer
Mientras tanto, Sergio Massa se anotaba una victoria pírrica al conseguir que el Fondo Monetario Internacional le prorrogara el alquiler de la cama en terapia intensiva. Se sabe: en la timba con el FMI, siempre gana la banca.
Las tierras prometidas del hombre fuerte del Gobierno se devalúan a la par del peso. Llegó como superhérore ocupando medio gabinete, prometió tres y pico para abril, después cinco y pico para mayo, ahora se conforma como garante de la estabilidad al borde del precipicio y suelta lastre para que no golpeen su puerta, aunque falla la segunda piña frente a aquel presidente que se prepara para un triste, solitario final. Pesce sigue sobreviviendo.
Mientras tanto, acechan truculentas teorías conspirativas sobre corridas autoinfligidas diseñadas para entregarle al Fondo la ofrenda de una devaluación sin querer queriendo a cambio de desembolsos que repongan las reservas quemadas para frenar la corrida. ¿Qué camino de retorno tendría un ministro derrotado por la mano invisible del mercado, por más lluvia de dólares (carísimos) que cayera desde Washington?
¿Y La Jefa? Cristina Fernández de Kirchner se guarece en el silencio -es mejor que los piedrazos que recibía Martín Guzmán, pero es poca cosa como respaldo- en la vigilia de una nueva reaparición pública en la que volverá a disertar, como buena expresidenta que es, sobre la cuadratura del poroto negro en Narnia, desde Narnia, mientras la tribuna esperará con ansias alguna pista sobre el conejo electoral que gesta en su galera.
-¿Hay comité de crisis?- le preguntó Letra P a una fuente confiable de Narnia.
-¿Qué es eso?- le devolvieron, desde Narnia.
https://twitter.com/gkatopodis/status/1650956366586998788
Así como al cierre de esta nota había tiempo para que el Frente de Todos despertara y agitara una para mostrar que detrás del Gobierno hay una coalición política más preocupada que la oposición por los problemas urgentes de la Argentina -el equilibrista Gabriel Katopodis pedía una cumbre del Big Three-, hay tiempo, incluso, para que el oficialismo haga la Gran Vidal y ponga sus discusiones electorales en remojo para dedicarse a lo importante. Hay tiempo, pero no hay señales de que eso vaya a ocurrir.