Martín Llaryora caminó la alfombra roja del Centro Cultural de Deán Funes con el traje de jefe de campaña del cordobesismo. A 120 kilómetros al norte de la capital de Córdoba, abrió el período de sesiones ordinarias de la Legislatura. Eligió el interior profundo para plantarse como un claro opositor al gobierno de Javier Milei.
Como sus antecesores -como si nada hubiera cambiado desde los intentos nacionales de José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti- el gobernador eligió jugar la carta de la gestión para empezar a cabalgar el año electoral.
Milei está fuerte en la provincia y no hay encuesta ni referencia política en este suelo que no le augure un gran triunfo a La Libertad Avanza. Llaryora, por más que le pese, lo reconoce en público. “No hará mileísmo bobo”, repiten sus abnegados adláteres.
El momento en el que con mayor claridad se vio la decisión de intentar contarle las costillas a la construcción libertaria fue la referencia a la Marcha del Orgullo Antifascista que copó las calles de Buenos Aires y varios puntos del país. “Tenemos que reaccionar ante el odio”, fue el primer llamado a la acción de un gobernador que había calibrado con olfato, encuestas y una experiencia ajustada al nuevo clima de época sus movimientos con Milei.
Quedó más claro cuando se refirió a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, con nombre y apellido. Fue a la única que separó del pelotón libertario, a quien no le concedió ninguna mención positiva. A ella la mencionó, le agradeció el trabajo conjunto y pidió un fuerte aplauso.
La nueva estrategia de Martín Llaryora
Hubo un cambio sustancial respecto de su primer discurso como gobernador. En 2024, en el recinto de líneas nórdicas de la Unicameral, se mostraba como un defensor del Estado presente y agitaba la necesidad de defender el sector productivo. Ya avisaba que Córdoba “no se arrodilla, ni tiene miedo”. Las tensiones por la ley ómnibus eran el marco. El temor por la cacería en redes sociales, la pesadilla más furibunda.
Las filípicas del Presidente y los trolls parece que ya no amedrentan a Llaryora, qué se burló abiertamente de eso en el clásico edificio de Deán Funes. Dejó claro que no le dan miedo. Es que a diferencia de la apertura de sesiones pasada, hay un año de trabajo para mostrar.
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Tiró números. Muchos números para blindarse de las críticas impositivas que el ministro de Economía, Toto Caputo, lanza a los gobernadores. Respaldó la venta de su gestión con piezas audiovisuales de una extensión que atentó contra el estilo propio de un spot que debe ser conciso y dinámico. Los violines que sonaban de fondo le imprimían un tono dramático a la enumeración de las obras y programas en los más de 400 pueblos y ciudades de Córdoba.
Esa exacerbación de la proeza amalgamaba con los conceptos centrales del segundo discurso de Llaryora como un gobernador que le habló, casi en su totalidad, al Presidente, siempre sin nombrarlo. Es que para el mandatario provincial, Milei podría haber hecho más pese al contexto dramático. Como la banda sonora del vídeo.
Córdoba, la mejor alumna
Llaryora se colocó como el abanderado del ajuste sin dolor. Aseguró que el gobierno de Córdoba le faltan tres puntos para cumplir con la reducción del 25% del gasto público que pedía el Pacto de Mayo. “La Nación está a ocho puntos”, se anotó el tanto.
Llaryora quiso demostrar que cumplió su parte para apoyar al gobierno de Milei. Es decir, que apoyó a la Argentina: “Le hemos ayudado a la Nación a bajar la inflación y a manejar la macroeconomía”. Citó medidas de alivio fiscal para la producción y la reducción del 30% de las agencias, organismos descentralizados del esquema de gobierno.
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Martín Llaryora y Myrian Prunotto, en el acto de apertura de las sesiones ordinarias de la Legislatura.
Con esa parte hecha, sostienen sus laderos, el cordobesismo está libre de culpa y cargo para jugar a la política.
El pedido y el reproche a los aliados de Javier Milei
El gobernador pidió el apoyo electoral. No escondió que la campaña ya empezó y que buscará entrar a la nube romántica que todavía envuelve al electorado cordobés con Milei. Cierto es que pegará, pero con la mano abierta. La línea es muy delgada y es probable que el objetivo cordobesista sea aún más local.
Fue crítico con la oposición cuando avisó al electorado que apoyó a Milei, pero que no se callará más. Les pidió a los diputados que peleen por la plata de los jubilados. Los retadores, Rodrigo de Loredo y Luis Juez, permanecieron la mirada fijada, mientras Oscar Agost Carreño, el diputado que preside un PRO intervenido y sobre el que no cesan versiones sobre su pase al Partido Cordobés, aplaudía como una foca.
Llaryora mostró que en la trinchera contra el modelo de Milei no está solo. No fue casual que llenara un palco completo con autoridades municipales de distinto palo político. Invocó el pasado: citó la frase de cabecera de Schiaretti –“tanto mercado posible y tanto Estado como sea necesario”- y cerró con el llamado de De la Sota de construir puentes de unidad como alternativa a los gobiernos que “dividen” y que fracasaron. Planteó que, en esta elección, contará cada costilla de la columna libertaria.
Llaryora fue reactivo, la oposición será cáustica y señala que su discurso fue totalmente vacío. "Puro humo", coreaban. Nadie ignora que el cordobesismo arrastra problemas y surgen otros nuevos: la presión impositiva es un tema que recién empieza.
En Deán Funes, con casi 40 grados a la sombra, quedó claro que en este turno electoral se juega mucho más que nueve bancas y empieza a discutirse el próximo recambio institucional.