ELECCIONES 2023

Las claves de la Victoria de Villarruel en las primarias del debate presidencial

En la guerra de TN, la compañera de fórmula de Javier Milei mantuvo la calma en la tormenta, fue alumna aplicada de un coucheo eficaz y hasta consiguió presentarse como víctima de intolerancias machistas. Rossi, un socio alterado.

Suele decirse que los debates preelectorales tienen una incidencia muy baja o incluso imperceptible en la definición del voto, verdad –relativa como todas– que vale doble en uno que reúne a postulantes a la vicepresidencia de la nación como el que se llevó a cabo este miércoles por la noche, por momentos un huracán incomprensible, en la señal Todo Noticias. Sin embargo, el ejercicio atrapa a los nerds de la política y sí tiene relevancia para el conocimiento público de los espacios y sus planteos gruesos, la explicitación de estrategias de campaña, la elección de rivales y narrativas, la normalización de posturas revulsivas y, fundamentalmente, la creación de lazos de confirmación entre postulantes y votantes.

Han sido muy pocos en la historia los duelos que realmente incidieron en los resultados de los comicios. Siempre se cita el caso del realizado el 26 de septiembre de 1960 en Estados Unidos –el primero de su tipo, con una audiencia de 70 millones de personas–, en el que un irritable, sudoroso y dubitativo Richard Nixon fue ampliamente doblegado por un espléndido John F. Kennedy.

En nuestro país, se recuerda el del 14 de noviembre de 1984 sobre el acuerdo con Chile por el canal de Beagle, en el que un ya anciano Vicente Leónidas Saadi gritó incoherencias sobre la "cháchara" y las "nubes de Úbeda" que fueron ampliamente capitalizadas por el entonces canciller alfonsinista Dante Caputo. Punto. No mucho más que eso.

Según se vio en la noche del miércoles, Victoria Villarruel, la compañera de fórmula de Javier Milei, ocupó sobradamente el centro de la escena, supo sobrellevar la presión de haber sido el centro de las embestidas de sus rivales, desempeñó de modo solvente su papel y supo actuar un guion eficaz.

La "votación popular" sobre quién tuvo la mejor performance la ganaba al cierre de esta nota, justamente, la mujer de La Libertad Avanza (LLA), que se quedó con el 51% de los sufragios sobre un total de más de medio millón de participaciones. Más atrás quedaron Luis Petri –26%–, Agustín Rossi –16%–, Nicolás del Caño –4%– y Florencio Randazzo –3%–.

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Va de suyo que ese resultado no es una encuesta científica, que una misma persona podía votar varias veces desde diferentes dispositivos, que los diferentes campamentos pueden haber movilizado apoyos para crear climas y que la percepción sobre desempeños no implica necesariamente simpatía ni adhesión. Sin embargo, lo dicho y actuado será tema en los medios, polémica en las redes sociales y viralización de tramos, cosa en la que la ultraderecha se maneja mejor que todos los demás sectores juntos.

La gente de LLA incluso tuvo el cuidado de ser el único bando en dejar a su gente hasta el final de la transmisión, lo que amplificó la sensación de triunfo y le dio mayor despliegue a sus voces en las entrevistas del posdebate.

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No es por ninguna encuesta, ningún debate superado y hasta ni siquiera por el resultado de las PASO que está instalada cierta sensación de favoritismo paleolibertario; es por el lugar que le dan al fenómeno sus propios rivales. Este fue el principal saldo de la velada.

Se dice de mí

Villarruel y Rossi se eligieron mutuamente para antagonizar, por lo cual la centralidad que consiguió la primera –muy superior al tercio de los sufragios que, se supone, capta hoy LLA– resulta especialmente relevante. Los cruces entre ambos fueron los más picantes y hasta contuvieron descalificaciones personales. "Mosquita muerta", "infiltrada en la democracia como (Alfredo) Astiz", le dijo él. "Decís (sic) pavadas, gansadas", le devolvió ella varias veces con desprecio.

Sin embargo, hubo entre ambos una diferencia: si bien la antipatía fue simétrica, el enojo del hombre de Unión por la Patria (UP) pareció más visceral y hasta fuera de su control, lo que no fue una buena idea. El de ella pareció apuntar calculadamente a empatizar con el sentimiento de quienes miraban y escuchaban. Su coacheo fue muy bueno, lo que debería poner en alerta a quienes vayan a enfrentar a un Milei supuestamente poco confiable en los debates presidenciales.

¿Victoria?

La referente del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv) hasta contó con una ventaja azarosa, o no tanto: su condición de mujer frente a cuatro hombres que, así son las reglas de juego, la confrontaron. Y ella respondió: "Entre todos suman 76 años de vivir del Estado", les disparó un par de veces.

El público más avisado sabe quién es Villarruel, qué es LLA y el peligro que la ultraderecha representa para la democracia argentina. Sin embargo, hay que pensar en los públicos más amplios, menos informados, que escucharon gritos inentendibles sobre gente que pretende reemplazar la educación sexual integral por la difusión de videos porno entre la juventud sin saber, tal vez, de qué se trataba.

Así, la apologista de violadores de los derechos humanos incluso se permitió mostrarse como una defensora de ese principio moral al replicarle a Rossi una pregunta filosa sobre sus reuniones con Jorge Rafael Videla, cosa que atribuyó a "una investigación para un libro". Inverosímil, ¿pero inefectivo para un público amplio? Ella, explicó, sostiene "desde hace 18 años los derechos humanos de las víctimas del terrorismo".

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Además, la antifeminista se victimizó y se disfrazó, justamente, de feminista al reprocharle a Rossi el modo en que la estaba tratando, sin dejar en ningún momento de descalificarlo a él –y en el bloque sobre seguridad, a Petri–. Advertido de esa inconveniencia, grande sobre todo para quien empezó el intercambio pidiendo el voto de las mujeres, el jefe de Gabinete mantuvo luego su estrategia general, pero bajó notoriamente el tono.

La candidata de un espacio que parece ponderar más "los intereses" de los kelpers que el reclamo de soberanía sobre las islas Malvinas –algo atribuible a la "canciller" Diana Mondino, no a ella, miembro de la familia militar– zafó bien al recordar que su padre "fue un héroe" de la guerra de 1982.

La anticomunista recalcitrante casi ni respondió los ataques de Del Caño, evitando mostrar su impronta macartista. Mantuvo intercambios hasta cordiales con Randazzo y recién registró al vice de Patricia Bullrich cuando este la apuró –en el único momento de brillo– con su inacción en el Congreso, un enorme contraste con todo lo que afirma que hay para hacer en esa materia.

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La mujer de récord laboral casi virgen se admitió "evasora" ante una acusación de Rossi, "como muchos argentinos".

La abanderada de la dolarización eludió las observaciones a la inconveniencia de esa reforma al señalar que todos sus oponentes "seguro que ahorran" en la divisa estadounidense.

La dirigente que fue interpelada por todos por demasías del minarquista como la libre compra y venta de niños y de órganos, el plan "armas para todos" y las ideas privatizadoras sobre la educación y la salud apenas si se dignó a mover la cabeza de un lado al otro como si esos señalamientos no fueran ciertos. No los refutó. ¿Para qué, si así ha llegado hasta acá?

"Nosotros somos los verdaderos rivales del kirchnerismo", dijo en el posdebate, exultante, el candidato paleolibertario a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Ramiro Marra –el autor de la lamentable frase sobre la pornografía y la educación sexual–. La política y las narrativas no se construyen entre cuatro paredes. Tampoco porque algún cráneo le venda a un dirigente –como le han vendido a Bullrich – que su suerte depende de ser la primera antikirchnerista. Como te ven, te tratan: Petri puede haber dicho cien mil veces anoche la palabra "kirchnerismo", arrastrando la "ch" hasta el hartazgo, pero salvo el breve tramo sobre seguridad que se mencionó, su presencia fue mayormente negligible en el piso de TN.

Chivo, chivo

Como se dijo, Rossi se mostró sanguíneo, como es, aunque eso por momentos le haya jugado en contra. Habló fuerte, en todo y léxico, no solo para referirse a Villarruel, sino también para replicarle a Petri que sus denuncias sobre la supuesta connivencia peronista con el narcotráfico eran una zoncera y recordarle que este gobierno radarizó intensamente las fronteras, no como Bullrich que, como ministra de Seguridad de Mauricio Macri, "no puso un puto radar". No pareció oportuno para un kirchnerista mostrarse tan agresivo.

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Esquivó como pudo el karma de la inflación, una de las palabras más mencionadas del duelo, y se enfocó en ponderar la baja del desempleo al 6,2% en el segundo trimestre.

¿Perdió Rossi, como señaló la votación? Depende. No brilló, pero logró centralizar el duelo con Villarruel, que es justo lo que necesitaba Sergio Massa para seguir mostrándose como el mejor vehículo de un voto anti-Milei que habilite un ballotage. En algo más de un mes se verá si la nafta les alcanza.

Patrulla perdida de una guerra terminada

Como se señaló, Petri, un radical admirador de Nayib Bukele, puede repetir, como un obseso, mil veces y con desprecio la palabra "kirchnerismo", pero eso no los convierte a él y a Bullrich en el vehículo más eficaz para "terminar" con ese sector del oficialismo. Si para muchos televidentes llegó anoche como una figura poco instalada, así se retiró. No hizo diferencia.

El cristinista arrepentido

Conmovió escuchar al ex ministro del Interior y escolta de Juan Schiaretti mencionando datos, llamando a "ponernos de acuerdo" en algún punto, razonando y hablando de DNI y trenes en medio de la batahola.

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Como en el caso anterior, la palabra de los mortales no es performativa y Randazzo pudo haber despotricado contra "la maldita grieta" sin evitar que la grieta lo devorara. Acaso eso sea así porque él –como Petri, como Bullrich– sigue hablando de un clivaje que solo existe en su mente y en las de algunos estrategas, pero no en la realidad. La grieta existe, pero hoy es otra, la que separaba a esa mujer vestida de blanco de los caballeros que se alineaban a su izquierda, los "76 años de vivir del Estado". Ahora se trata de casta o anticasta.

Cuesta entender la trayectoria de los últimos años de Randazzo, el funcionario fiel que se enojó para siempre con Cristina Fernández de Kirchner por haber preferido a Daniel Scioli por encima de él en 2015, el hombre cuya frustración le impidió ser al menos gobernador de la provincia de Buenos Aires y el enemigo que hoy busca puertos demasiado lejanos de los que juraba defender.

La rebeldía ya no es de izquierda

Del Caño, por último, fue fiel a sí mismo. Fiel exponente de su ideología, se mostró agudo en la crítica, pero flojo en la propuesta. Que la crisis la paguen los ricos, propuso por enésima campaña, y repitió el rap de la reducción de la jornada laboral a seis horas, pero no supo cómo defender la tesis de que, para no contaminar, en vez de explotar sus recursos mineros Argentina debería ser una reserva natural poblada por masas de personas cubiertas en sus partes por hojas de parra. No lo dijo, eso es pura exageración de este newsletter, claro.

Fustigó, seguramente con justicia, a todos sus rivales por proponer más ajuste y más FMI, y le apuntó todo el tiempo a Villarruel sin captar la atención de nadie. Pretendió capitalizar –perdón por la palabra– la frustración popular, pero no dejó de hablar de "socialismo" y "clase trabajadora" y hasta de levantar su puño izquierdo. Habló un idioma hoy incomprensible.

La izquierda dura sigue haciendo mitosis, no entiende qué hacen sus pares de Brasil, Uruguay y Chile, y no logra salir de su "izquierdismo" –Lenin dixit–. De la edad de la inocencia, bah.

Se fue así el primer round de los debates y pronto llegarán los presidenciales. ¿Vendrán con pochoclo o con cría de historia, como el Kennedy-Nixon y el Caputo-Saadi?

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