FUNCIONARIOS QUE NO FUNCIONAN

La crisis del gas de Javier Milei, el colmo del ajuste y otro default de gestión

El Gobierno choca contra sí mismo. El camino autodestructivo para equilibrar las cuentas públicas. Economía real: sobre llovida, mojada.

Se trata de un tipo de ajuste que –entre otras cosas–, por cancelar la obra pública sin reemplazo por privada a la vista, termina costándoles diez veces más a los contribuyentes, priva al país de divisas valiosas en concepto de exportaciones y afecta adicionalmente niveles de actividad y de consumo ya deprimidos y, con eso, la percepción de impuestos y la propia viabilidad del esfuerzo social. Una genialidad.

En referencia a lo que se veía venir, Letra P habló el último viernes de un "ajuste idiota". Señaló al respecto que, pese a tener en Vaca Muerta la cuarta reserva de gas no convencional del mundo, la cancelación inicial y la demora resultante de las obras para la reversión del Gasoducto Norte y la construcción de plantas compresoras del Néstor Kirchner hicieron que el Gobierno cambiara pagos por 40 millones de dólares por importaciones del carísimo gas natural licuado (GNL) equivalentes a 500 millones.

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El cúmulo de errores, que terminó por precipitar los cortes, demuestra los costos de pelearse absurdamente con el gobierno de Brasil y de haber rifado lo poco que queda del nombre del país al defaultear la deuda acumulada con las generadoras de energía, a las que se les impuso una quita del 50% mediante la entrega de bonos de deuda a 2038. Eso sí, dice el Palacio de Hacienda, a cambio de ninguna contraprestación por debajo de la mesa.

Energía, de realidades y verdades

Para algunas figuras de la dirigencia, medios y periodistas la realidad es una cuestión opinable, pero en este medio rige el aristotelismo: "la única verdad es la realidad". Así, no culpes a la lluvia ni al frío del otoño; lo que pasa es consecuencia del extenso default dirigencial que ha traído a la Argentina a esta encrucijada, carga que le cabe hoy –así es la vida– a la ultraderecha que se propuso sin que nadie la llamara para resolver los problemas.

La pandemia y la guerra en Ucrania pueden justificar en parte las demoras en las obras de los gasoductos mencionados, pero eso no agota lo ocurrido durante una administración como la del Frente de Todos estragada por el boicot persistente de los funcionarios cristinistas de Energía a todo lo que propusiera Martín Guzmán. Esas resistencias se derritieron con la llegada de Sergio Massa al Palacio de Hacienda y, más allá los errores que se le pueden atribuir a este último, hay que reconocerle el mérito de haber apurado en tiempo récord el primer tramo del gasoducto NK.

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La administración panperonista en retirada meloneó licitaciones y trabajos necesarios, pero las cosas son hoy como son básicamente por la decisión dogmática de Milei y Caputo de congelar hasta marzo toda obra, incluso la que tenía fondeo, lo que hace que esos procesos se demoren ahora todo un trimestre. A eso se sumó el cerrar los ojos y soñar con un hermoso otoño templado, lo que llevó a reservar tres barcos con GNL, una cifra exigua en comparación con los 12 recibidos el año pasado.

GNL que, aclaremos, Argentina podría exportarle al mundo en lugar de comprarlo, si, por caso, la decisión sobre la sede para instalar la planta y el puerto necesarios –un negocio de 40.000 millones de dólares– no se hubiese enredado, de nuevo, en una pelea política entre Buenos Aires y Río Negro propiciada por el látigo y los amiguismos del oficialismo nacional.

No es mala onda afirmar que son muchos los improvisados que tienen en sus manos el destino del país. Por algo arrecia dentro del Gobierno el pase de facturas...

Así no hay ajuste que alcance

Con el empuje de Guillermo Francos, el oficialismo del Senado finalmente consiguió dictamen para el proyecto ómnibus XS. Martín Lousteau propuso uno de minoría y habrá que ver, entre otros temas, cómo emprolija el pleno el abusivo Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI). Si se solucionara lo mucho que hay para reparar en él, el país podría pensar en exportar hidrocarburos por 30.000 millones de dólares anuales hacia 2031, pero eso es largo plazo. Por ahora, en esta crisis, centenares de empresas y estaciones de servicio se quedaron sin gas y el daño es grande para el transporte y la producción, lo que motiva quejas sordas de la industria contra la "imprevisión" del Gobierno.

El sector fabril viene cayendo a un nivel de depresión, superior al 20% anual, y el parate de muchas empresas por falta de combustible hace que cualquier esperanza de recuperación en mayo, incluso ínfima, quede desestimada.

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Esta crisis autoinfligida llega como si sobrara algo: sólo como el último ejemplo de una tendencia, ARSA, una de las mayores fábricas de postres y yogures de la Argentina, suspenderá a buena parte de sus 400 personas empleadas de sus plantas de Lincoln –Buenos Aires– y Córdoba por la caída abrupta de las ventas.

El ajuste, basado en una hiperrecesión, se muestra, además de idiota, inútil: como se ha advertido, especialistas ya detectan que la desinflación podría amesetarse.

Yo digo, tú dices, ella dice…

Poco antes de las elecciones, el entonces candidato Milei salió con su auto a sacarse fotos para poner el dedo sobre la llaga de una escasez de combustibles líquidos. Denunciar ese hecho era correcto, sobre todo cuando peleaba por votos; haber asegurado que con sus políticas tal cosa no podría ocurrir fue una broma amarga.

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Tan legítimo como lo hecho entonces por el anarcocapitalista es lo realizado ayer por Cristina Fernández de Kirchner, quien posteó en las redes lo que tal vez sea su crítica más vehemente a la mileinomía. En efecto, habló otra vez de "funcionarios que no funcionan", de "superávit (fiscal) dibujado", de "falta de conocimiento o confusión en torno al concepto de gasto público, sobre todo cuando ese gasto es en realidad una inversión", y hasta de "la ausencia del Presidente en estos momentos tan complicados, por estar de gira artística" en Estados Unidos. Son las reglas del juego, aunque en materia de malas políticas energéticas pocos y pocas tienen derecho a arrojar la primera piedra.

También de modo esperable, el secretario de Energía, Eduardo Rodríguez Chirillo, culpó a la maldita herencia, sin dar cuenta de qué hizo él para resolverla en vez de agravarla.

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Su posteo, parte de un largo hilo, es revelador. La llegada del GNL estaba prevista "para más adelante", lanzó al pasar. No por nada los industriales lo acusan de falta de previsión.

Por lo demás, su descargo fue de manual. En su defensa, hay que contemplar la posibilidad de que no haya podido anticiparse a la crisis por haberse entretenido, por fin, en la lectura de los artículos que tratan el RIGI en el proyecto Bases, sobre los que no supo aclarar demasiado en el Senado.

Manuel Adorni prometió una pronta solución, pero el mismo funcionario que no puede explicar por qué no se reparten alimentos stockeados ni medicamentos a pacientes graves, ni quién corre con los gastos de los viajes privados del Presidente, menos puede dar cuenta de la racionalidad de "ahorrar" 40 en obras para gastar 500 en importaciones.

Menos mal que el gobierno de Brasil, controlante de Petrobras, es menos rencoroso que el argentino y que finalmente, no sin haber pasado su mensaje, destrabó la descarga del GNL.

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