Qué cambia en el gobierno de Javier Milei con la llegada de Guillermo Francos al Gabinete
Cuánto poder tendrá el nuevo ministro coordinador. El pulgar del Presidente. Toto Caputo, ¿controller? Sturzenegger, desregulador y ¿stopper de Hacienda?
Qué cambia en el gobierno de Javier Milei con la llegada de Guillermo Francos al Gabinete
Como si el despido sin honra de Nicolás Posse hubiese significado una liberación, Patricia Bullrich posteó en las redes sociales la selfie que se sacó este martes el equipo de ultraderecha en un bar del centro porteño con una frase sugerente: "Un gabinete distinto". La curiosidad radica en que la imagen muestra exactamente a los mismos hombres y mujeres que venían actuando hasta el momento, con dos asteriscos: la ausencia de Luis Toto Caputo, simplemente por haber viajado a Estados Unidos junto al presidente Javier Milei, y el rol de Guillermo Francos, quien sigue aunque ya no como ministro del Interior, sino como jefe de Gabinete. ¿Con eso basta? ¿Ahora sí la gestión va a brillar?
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Suponer eso implicaría asumir que Posse era el único obstáculo de una administración errada y morosa. Con ese criterio, habría que imaginar que, con Francos al mando, el ministro de Economía reemplazará la motosierra por el bisturí y que ya no paralizará obras necesarias para evitar que medio país se quede sin gas –como ocurre este miércoles– para industrias y vehículos ni siquiera cuando se expone a gastar cientos de millones de dólares que no hay.
Que Sandra Pettovello empezará a entregar los alimentos y los medicamentos oncológicos que ha escondido.
Asimismo, que Mario Russo hará algo más que esperar el invierno para contener el dengue.
También que Luis Petri se destacará más por sus acciones que por sus actividades de cosplay. Que Mariano Cúneo Libaronapasará el auto a nafta.
Que Manuel Adorni se mostrará menos irritante y obsecuente. Que el otro Caputo,Santiago, dejará de jugar al enfant terrible y que la propia Bullrich –¿ya una ex-PRO?– accederá a una comprensión de la seguridad que exceda el fisgoneo en las redes sociales y la amenaza de aplicar palos en manifestaciones, salvo, claro, las muy numerosas o las protagonizadas por porteños de clase media. Parecería que falta algo más para aprimorar el peor equipo de los últimos 50 años.
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Impacta el internismo desenfrenado que es la usina informativa de tantas intrigas. Todo indica que la lealtad interpersonal no es un atributo abundante en el equipo oficial, y acaso en eso, en las operaciones cruzadas, en su faccionalismo y dogmatismo, en su tendencia a chuparle las medias al Presidente y en la condición de improvisados de muchos de sus miembros haya que buscar las verdaderas causas del reseteo en curso.
El que tiene boca…
Milei demostró que no le pesa deshacerse de alguien a quien presentaba como su amigo hasta hace cinco minutos. "Hablen con Nicolás", era la orden cuando alguien lo importunaba con las tareas políticas que lo aburren. Ya no.
En ese esquema de lealtades volátiles, parte de los análisis ven en Francos a un hombre empoderado y, según dijo alguien, hasta un "superministro". Parece demasiado, al menos por el momento, porque no queda claro que este vaya a reemplazar a Posse en una mesa chica que quedó integrada únicamente por Karina Milei y el Caputo de quijada cincelada. Con todo, tampoco hay que subestimar al jefe de ministros, quien posee cualidades de las que la mayoría de sus ahora subordinados carece, comenzando por la disposición al diálogo, el pragmatismo y la comprensión de los códigos de la política.
Pese a esas virtudes, habló un poco de más en un día de sobreexposición mediática, muestra de que pretende darle al cargo el destaque público que Posse le retaceó con su mutismo. En una de las múltiples entrevistas que concedió, dijo: "El Presidente me elige a mí porque se da cuenta de que con la política argentina a él se le hace complicado porque no la entiende, porque tiene diferencias por equis motivos y yo tengo una posibilidad mayor de dialogar".
La cuestión central es si ese interlocutor contará ahora, como jefe de Gabinete, con más recursos de poder y más autonomía para negociar y sostener sus compromisos, o si, por el contrario, sus esfuerzos seguirán dependiendo del poder de veto caprichoso de ese "dios en edad de jugar" que es el jefe de Estado.
De hecho, entre entrevista y entrevista –y entre declaraciones y aclaraciones–, el propio Francos acudió al Senado para tratar de destrabar el dictamen que habilite el tratamiento del texto en el pleno. "Hay consenso", confió a la salida, aunque el optimismo era bastante más prudente en el bloque oficialista. Se supone –se supone– que las firmas al final estarán, pero quedan por determinarse los límites de la flexibilidad de LLA ante la miríada de cambios que la oposición reclama en capítulos sensibles.
Si hubiera modificaciones muy importantes para suavizar los abusos del Régimen de Incentivos para Grandes Inversores (RIGI), acotar la reforma del Estado, racionalizar la reforma de procedimiento administrativo y alterar los planes tributarios del Gobierno, ¿el alumbramiento de dictamen y hasta la sanción de la ley Bases serían éxitos o un compendio de concesiones?
No deja de llamar la atención que si el Presidente supeditó inicialmente la reforma de gabinete al resultado de ese trámite, finalmente haya apurado a ciegas el ascenso de uno de sus principales negociadores.
Los límites del jefazo
Escaldado por una oposición dialoguista que promete darle "herramientas" en el Congreso, pero que insiste en ofrecerle un destornillador cuando él pide una maza, si algo demuestra la promoción de Francos es que Milei se ha resignado a que poco podrá hacer sin cierto apoyo de "la casta". Sin embargo, "hacer política" equivale a intercambiar favores, algo que casi siempre involucra partidas de dinero. Esto, una evidencia en Argentina y en cualquier otra democracia del mundo, se hace complejo en un contexto de hiperajuste como el actual.
De hecho, la versión inicial del proyecto Bases naufragó en Diputados por los mangazos cruzados de gobernadores y lobbies que terminaron por agotar la paciencia del mandatario y, cabe recordar, Francos quedó un tanto desautorizado en ese trance.
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¿Tendrá Francos potestades amplias para "hacer política" –entendido esto del modo recién mencionado– o se encontrará no sólo con el dedo pulgar de Milei, sino también con la opinión determinante de Toto Caputo?
Sin ajuste y equilibrio fiscal, la experiencia paleolibertaria no significa nada, porque allí y en ningún otro lugar radica su razón de ser histórica. De este modo, cabe preguntarse si el ministro de Economía, que al inicio de la gestión se adueñó de la caja que solía repartirse con los gobernadores, no actuará como una suerte de controller del jefe de Gabinete. Así pensado, da lo mismo que Francos sea eso o ministro del Interior.
Si, por fuerza, puede conjeturarse que Caputo tributará de modo más directo a Milei que a Francos, y que de hecho podría actuar como una suerte de controller de la forma de "hacer política" de su superior jerárquico, algo análogo habría que decir sobre el arribo previsto de Federico Sturzenegger al gabinete. ¿Será este un controller de Caputo? Si así fuera, las fallas de tempo de la orquesta no se corregirían por el mero cambio del director.
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El propio jefe de Gabinete explicó que el hasta ahora asesor será ministro de una cartera que, a falta aún de nombre oficial, podríamos bautizar "Ministerio de Desregulación y Privatizaciones".
Eso va de la mano de los fines ajustadores de Milei y Caputo, pero en otras áreas no es difícil prever cortocircuitos.
Por ejemplo, si el extitular del Banco Central hizo desregular con el DNU las tarifas de la medicina prepaga, la decisión del jefe del Palacio de Hacienda de dar marcha atrás con esa "declaración de guerra a la clase media" no fue otra cosa que un entredicho. Más cuando el propio Sturzenegger tomó en su momento distancia pública de esta última medida.
Caputo, se sabe, pone cara de hereje cuando la realidad lo aprieta y viene de encajarles un bono a 2038 –y una quita del 50%– a las generadoras de electricidad, según dice, a cambio de nada. Tampoco eso casa armónicamente con el credo proempresa de Sturzenegger, alguien que, si está embelesado con Milei, es porque encontró en el Presidente alguien tan dogmático como él.
Javier Milei balcón cabildo córdoba
Javier Milei se trasladó en helicóptero al Cabildo de la capital cordobesa.
Tal vez el Presidente sólo pretenda premiar a un hombre que valora al darle, por fin, rango de ministro. De hecho, no hay por qué intuir intenciones maquiavélicas detrás de esa decisión, pero eso no quita que Caputo –como buena parte del mercado– esté convencido de que su inminente colega tiene entre ceja y ceja reemplazarlo en algún momento y que suponga que fue éste quien ha estado detrás de repetidos e infundados rumores sobre su desplazamiento.