“No puede ser que alguien que nunca militó en nada tenga ingresos por encima de un senador”, se indignó ante Letra P Romero, quien lidera un bloque propio (Cambia Federal) y fue autor del proyecto que permitió elevar las dietas del Senado de $ 1,9 millones a $ 4 millones. Cobrarán lo mismo que Adorni. El salteño calculó cuántos módulos de la Cámara alta se necesitan para llegar a esa cifra y armó un proyecto de resolución. Tuvo en cuenta el descuento del 35% del impuesto a las Ganancias.
Victoria Villarruel presenció la escena y no dijo nada. Había llevado torta para compartir en la sesión de este jueves. Creía que iba a encontrar una resistencia para aprobar los pliegos diplomáticos que no era tal.
Manuel Adorni y otros
Romero tenía varios datos para defender su propuesta: el principal era el sueldo de Adorni. En el Senado están dispuestos a combatir la presión mediática pidiéndole al vocero que gane menos. También apuntan al presupuesto de la secretaria de la Presidencia, a cargo de Karina Milei.
Además, el salteño contabilizó 500 directores de Estado con ingresos por encima de los $ 1,9 millón que, hasta este jueves, ganaban los representantes del Senado. Los empleados de las categorías de mayor jerarquía de la Cámara alta también tienen sueldos mayores.
Tampoco había una fecha para descongelarlas. En las tribus libertarias bromeaban con que las dietas subirían cuando no existiera más el cepo cambiario. En el Senado fue antes.
Romero dejó la propuesta a sus pares de otras bancadas y esperó las firmas. Consiguió la de Crexell, la de los jefes de UP (Juliana Di Tullio y José Mayans); la de Carlos Espínola (Unidad Federal) y Sonia Rojas Decut (Misiones); además de la de dos radicales: Daniel Kroneberger y Pablo Blanco.
La radical Carolina Losada había firmado, pero se arrepintió por la tarde. También había prometido suscribir la cordobesa Alejandra Vigo.
El libertario perdido
La sorpresa fue la firma en el proyecto de Bruno Olivera Lucero, de La Libertad Avanza. “No es cierto que haya firmado el proyecto. No sé cómo apareció. Voté en contra junto al resto del bloque", sostuvo a Letra P. En su entorno aseguran que se trató de un error involuntario y lo explican en que nunca retiró la firma.
Sin embargo, hay motivos para dudar de su versión: Olivera Lucero había estado en la reunión de labor en representación de La Libertad Avanza (es el vicejefe), junto al presidente provisional, Bartolomé Abdala. Explicaron que no podían votar el dietazo, pero luego el sanjuanino apareció firmando. Tal vez creía que el documento no iba a trascender. Luis Juez, del PRO, no firmó ni garantizó su respaldo. Como entre ambos bloques reúnen 13 votos, las matemáticas no alcanzaban para impedir los dos tercios, necesarios para aprobar un proyecto que no está en el orden del día de la sesión.
Mientras Romero esperaba las firmas en su despacho, en la UCR, para variar, estalló una interna. Juri anticipó que no podía subirse el sueldo. Con la polémica desatada, este jueves anunció junto a su coterráneo, Rodolfo Suárez, que iniciarán los trámites para no cobrarlo.
En UP acusan a Juri de haber filtrado el texto del proyecto por la noche, cuando existía un pacto de no decir nada y votarlo rápido al final de la sesión. “Empezaron a apretar desde la Casa Rosada y varios se asustaron”, dicen en el peronismo. El radical Martín Lousteau y la chubutense Edith Terenzi, cercana al gobernador Ignacio Torres, fueron los primeros en abrirse de las discusiones. Guadalupe Tagliaferri, del PRO, también estuvo en algunos conteos a favor, pero desistió.
¿Apoyo tácito?
A las 23 del miércoles, el dietazo estaba caído por el revuelto que hubo en las redes. El jueves por la mañana, las negociaciones se retomaron con una reunión de jefes de bancada. No estuvieron invitados Ezequiel Atauche (LLA) ni Juez.
Cada autoridad de bloque puso sobre la mesa los votos que tenía para aumentar las dietas. La suma daba por encima de 48, lo necesario para llegar a dos tercios. El radical Vischi estaba a favor y era el más complicado por la interna de su espacio. Aportó los votos necesarios.
Acordaron incluir el tema al final de la sesión. “Si nos pedían debatir, debatíamos. Y si había que contar los votos no teníamos problema”, sostuvo Romero a Letra P. Lo cierto es que nadie solicitó la votación nominal, ni del PRO ni de LLA. Las sospechas de un acuerdo tácito persisten.
El oficialismo tampoco se preocupó por escrachar a quienes avalaron el dietazo. Los registros de la votación dejan datos llamativos. Por caso, a LLA le faltaban tres integrantes: Francisco Paoltroni, Vilma Bedia e Ivana Azcarratea. Si se realizaba una votación nominal, hubieran figurado ausentes.
El paneo de la Senado TV al momento de la votación para habilitar el proyecto, que era la que permitía tratar el dietazo, muestra a muy pocos radicales con la mano arriba. Lousteau le enseña la palma a la presidencia.
De todas maneras, como nadie pidió la palabra para expresar su rechazo, para los registros históricos, una lectura reglamentaria en el Congreso indica que, quien dio cuórum y se quedó callado, permitió el dietazo, por no haber cuestionado el escrutinio. Con su presencia, Villarruel avaló la aprobación. No pidió que se mantuvieran más tiempo las manos en alto para contar mejor. A ojo, definió rápido el resultado.
El rol de Victoria Villarruel
Con su presencia, Villarruel avaló la aprobación del dietazo. No pidió que se mantuvieran más tiempo las manos en alto para contar mejor. A ojo, definió rápido el resultado.
Una hora después de la votación, la vicepresidenta salió a despegarse: por Twitter, se desentendió de la suba de las dietas. “No soy senadora y no puedo intervenir en las decisiones”, se excusó y se preocupó por validar la decisión. “Es perfectamente legal y no tengo herramienta para frenarlo”.
Es cierto que la vice no podía impedirlo, aunque en UP y la UCR destacan que tuvo códigos y eludió complicar la jugada. Por caso, evitó que la negociación se supiera por la tarde del miércoles, lo que hubiera ejercido presión a las autoridades del bloque.
Una alternativa de la vice era no convocar a la sesión ante la posibilidad de que se tratara el dietazo. Hubiera sido cerrar el recinto para siempre. No es su estilo.
“Ella está de acuerdo con esto y no lo iba a frenar”, aseguran en UP. Villarruel había quedado molesta por la baja de la dietas en el Senado, porque le complicaba más juntar el cuórum.
Otro gesto que tuvo la vive fue el de participar de la votación, cuando un minuto antes la sesión estaba a cargo de Abdala, quien vio cómo casi se caen los tratados internacionales por la cantidad de bancas vacías. Finalmente, llegó Villarruel, se sostuvo el cuórum y se votó el dietazo.