En medio del Alberto-gate y su chorreo cotidiano de miserias, la crisis del peronismo es gigantesca. Ese y –muchos– otros antecedentes comienzan a hacer más audibles voces que reclaman una renovación multidimensional, tanto de cuadros como de ideas y de conductas. En eso anda, por ejemplo, Juan Grabois, quien advierte que si no se produjera "una purga", presentaría una lista propia en las legislativas del año próximo.
¿Tanto le sobra al peronismo como para eyectar a quien no sólo sacó 6% en las PASO presidenciales de 2023, sino que elevó ese guarismo a casi el 9% en la provincia de Buenos Aires, distrito en el que amaga con competir?
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¿Es hoy Grabois una figura central del peronismo como para merecer un tratamiento amplio? Hasta que no se vote y se observe lo contrario, podría decirse que no, pero cabe prestar atención a figuras emergentes del peronismo que entienden que el clima de época hace más audibles las voces que, lejos de los silencios tácticos, se elevan en oposición clara a la mileinomía y a la decadencia ética del peronismo.
Esos indicios busca este medio, que días atrás posó su atención sobre otras dos referencias, opuestas al mencionado, pero también activas: las de Guillermo Moreno y Sergio Berni, dos villarruelines asumidos.
Juan Grabois, a varias puntas
Grabois multiplica sus contactos –más transversales que lo que se cree– y piensa en un 2025 en el que pueda jugar dentro del peronismo midiendo fuerzas en Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Si, como parece, estas fueran suspendidas, sólo una participación directa en las urnas de Cristina Kirchner lo disuadiría de jugar por afuera. Todo, claro, pensando en 2027.
Por supuesto que sigue militando en la izquierda peronista, pero admite estar en un proceso de replanteo de su relación con el empresariado. Así, a un entorno de economistas liderado por el diputado nacional Itai Hagman suma ahora conversaciones fluidas con Martín Guzmán.
Entre Grabois y el primer ministro de Economía del Frente de Todos hay un hilo visible: el papa Francisco, que influyó para que el primero repensara y se arrepintiera públicamente de las críticas que le hizo al segundo durante la gestión, parte de una interna autodestructiva que no decodificó en su momento. La cercanía al primero lo desmarca de su lugar de izquierdista radical; al segundo, le brinda una posibilidad de inserción tras las peleas del pasado reciente.
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Guzmán está también muy activo, dialogante y en busca de una inserción dentro del peronismo, donde quedó severamente enemistado con el cristinismo de paladar negro y el massismo. También se declara en sus conversaciones privadas "asqueado" con lo que se va conociendo de la denuncia de violencia de género contra el expresidente y reclama una renovación grande de las ideas y total de las prácticas.
El peronismo en su laberinto
Ahora bien, por próximos que se los vea y más allá de la intervención del papa, ¿son compatibles proyectos como el de Grabois, quien no deja de referenciarse en CFK, y el de Guzmán, quien no aceptaría volver a explicar que el peronismo no puede volver a gobernar sin un programa que asegure liderazgo y unidad de criterios, que el déficit fiscal sin financiamiento no es inocuo en términos inflacionarios y que la Tierra no es plana?
Eso se verá –o no– en un plazo más largo. Lo mejor que le podría pasar al conflictuado peronismo sería que, aun con una cáscara de confusión y dispersión, las elecciones del año próximo se conviertan en una suerte de interna –con PASO o en la votación abierta– sobre liderazgos y proyectos. La verdadera transición se dará entre ese momento y las presidenciales de 2027.