Javier Milei, los buenos, los malos y los derechos que no existen
Javier Milei, los buenos, los malos y los derechos que no existen
A las 11.32, cuando en los hogares más afortunados ya crepitaban las brasas para el asadito del 1° de mayo y en la mayoría de las barriadas el cucharón giraba en las ollas al fuego para ganarle otro round a la malaria, el gobierno de Javier Milei lanzó un video para conmemorar el Día del Trabajador.
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Tardón pero seguro, con la voz en off del Presidente, la pieza audiovisual de un minuto y nueve segundos cumple con todos los manuales de ocasión: un compilado de imágenes que se propone resumir la multiplicidad del universo del trabajo, con gente de a pie haciendo el país en la diaria y música épica de fondo. Casi un commodity publicitario para un banco de imágenes al que cualquier gobierno, incluso éste, podría recurrir para ponerle el texto acorde a su orientación política e ideológica.
En este caso, la locución de Milei, todo un asunto aparte, apela al sonsonete de los “argentinos de bien” y al autobombo de la gestión que el mandatario percibe como “la reconstrucción” del país. Lógica libertaria pura, incluido el comentario precámbrico acerca de que las amas de casa, a quienes reconoce como trabajadoras, “tienen la enorme tarea de educar a nuestras generaciones futuras”: una confesión a dos bandas que transparenta qué piensa el Gobierno del rol de las mujeres y de la educación formal.
La pregunta de Javier Milei
En medio de la narrativa oficial que habla de la necesidad de “grandes sacrificios” y de “darlo todo” en “beneficio de la Nación”, un destino que el Presidente parece tener muy claro para la clase trabajadora en virtud de las políticas que lleva adelante, hay una línea que le habla al corazón del pueblo que la yuga de sol a sol y también al que pena noche y día sin laburo ni miras de conseguirlo.
“¿Quién es el bueno o el malo, el que declama derechos que no existen o aquellos que queremos sacar a la gente de esta miseria?”, dispara Milei como un cañón a quemarropa que deja al desnudo el tuétano político de su misión presidencial.
Esos “derechos que no existen”, una frase en la que el Presidente parece mezclar deseo y realidad, son la puja sobre la que se apoya una época. Mientras, la CGT vuelve a marchar bajo la sombra de una reforma laboral que se parece más a la validación de un hecho consumado a fuerza de informalidad y voracidad empresaria que a una nueva etapa. Mientras, una legión de compatriotas no pudo arañar ni con la punta de los dedos alguno de esos derechos que una dirigencia repite en slow motion.
La única lucha que se pierde es la que se abandona, dice el refrán caro a la militancia popular. No está de más refrescar de que está hecha esa frase y qué significa para cada cual en este Día del Trabajador, un emblema que para algunos suena universal y que para muchos se ve así de chiquitito, lejano, como una piedra que va cayendo al fondo del abismo.