La política es una batalla constante por el control del relato. Una crisis, en este contexto, no es solo un problema a resolver, sino un campo de disputa donde se define quién impone el significado de los hechos. Lo que hoy vive Javier Milei con el escándalo de la criptomoneda $LIBRA es un caso de estudio en tiempo real sobre cómo la percepción pública puede definir el destino de un liderazgo.
En cuestión de días, la narrativa en torno al presidente pasó de la disrupción y la irreverencia libertaria a la sombra de la estafa y el engaño.
La tormenta digital y su impacto
Los estudios de conversación digital de SCI Data y AD HOC dejan en claro la magnitud del golpe. En 48 horas, la negatividad hacia Milei en redes sociales escaló un 14%, alcanzando niveles inéditos. "Estafa" se convirtió en la palabra clave predominante asociada a su figura, desplazando cualquier otra agenda política que intentara instalar el gobierno. En la última semana, más del 60% de las menciones al presidente en redes sociales y un 65% en medios de comunicación se centraron exclusivamente en el escándalo. No hay gestión de crisis posible si la conversación está completamente fuera del control oficial.
Este no es solo un episodio mediático: es un hito que rompe el techo de negatividad del propio Milei. La conversación en redes sociales lo perjudicó más que su paso por Davos, superando incluso el impacto digital del escándalo de Alberto Fernández en 2024. Si en ese entonces se registraron 745 mil menciones en 72 horas, el criptogate de Milei duplicó esa cifra, con 2,5 millones de publicaciones solo en Argentina. A nivel global, el pico de viralización ocurrió el 15 de febrero, con casi 2 millones de menciones en un solo día.
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Entre la negación y la verdad inconveniente
Las crisis pueden enfrentarse de muchas maneras, pero las estrategias más comunes suelen caer en dos extremos: la negación absoluta o la sobreexposición. El problema con la primera es que cede el control de la narrativa a otros actores. La estrategia del silencio, que Milei intentó aplicar en las primeras horas eliminando el posteo donde promocionaba $LIBRA, solo sirvió para fortalecer la idea de que había algo turbio que esconder. En comunicación de crisis, los vacíos de información son llenados por el ruido de las redes y los medios.
La otra alternativa, la sobreexposición, puede ser igual de riesgosa si no se administra con inteligencia. Cuando finalmente habló del tema, Milei optó por la relativización: "Si vas al casino y perdés plata, ¿cuál es el reclamo?". El problema de esta estrategia es que trivializa la preocupación de los damnificados y refuerza la idea de que el presidente no se hace cargo de las consecuencias de sus acciones. En crisis, la verdad es el único camino posible, pero debe ser acompañada por un horizonte de solución. Si el mensaje es simplemente "no es mi culpa", la indignación solo crecerá.
Un problema de credibilidad en Javier Milei
El criptogate no es un simple traspié, sino una crisis de confianza. Y en política, cuando se quiebra la confianza, se activan dinámicas que pueden ser irreversibles. Los mercados reaccionan a la percepción de estabilidad. Los votantes, a la percepción de coherencia. Y los adversarios políticos, al olfato de vulnerabilidad. Lo que comenzó como un escándalo financiero se convirtió en una prueba de liderazgo.
El costo político ya está en marcha: la oposición exige juicio político, los medios internacionales amplifican la crisis y la credibilidad de Milei entra en una espiral descendente. Sin embargo, el gobierno parece estar priorizando sostener su núcleo de apoyo en lugar de intentar apelar a una audiencia más amplia, apostando a que con un 30% de respaldo sólido puede mantenerse en el poder. La pregunta no es si podrá sobrevivir a este escándalo, sino cuánto desgaste sufrirá en el camino.
En política, todo es relativo, hasta que deja de serlo
El título de este artículo no es casual. En política, todo es relativo mientras se conserve el control del relato. La agenda pública es volátil, las crisis pueden diluirse con el tiempo y las percepciones pueden ser moldeadas por estrategias de comunicación efectivas. Sin embargo, hay un punto de quiebre donde la relativización deja de ser una herramienta útil y se convierte en un síntoma de debilidad. Cuando la negatividad supera un umbral crítico, la opinión pública deja de estar en disputa y se convierte en una sentencia.
En la comunicación pública, el #encuadre es todo. Y, sobre todo, el de la prensa. Pablo Cabas, especialista en comunicación de crisis, explica que ante una crisis de valores, la oposición busca llevar la infracción al #escándalo, mientras que el oficialismo intenta trasladarla al campo de la #polémica.
La polémica busca correr los límites morales de la sociedad para hacer aceptable la conducta. No se trataría de una infracción, sino de una acción hecha a la vista de todos para denunciar la caducidad de las normas vigentes. Por otro lado, el escándalo es la violación de esas normas descubierta por terceros no intervinientes. Ambos conceptos parten de una infracción, pero sus repertorios discursivos definen el carácter de la crisis. La primera respuesta del gobierno fue asumir el escándalo, pero ahora puja para llevarlo al terreno de la polémica.
Milei construyó su imagen en la idea de lo disruptivo, lo impredecible y lo desafiante. Su base de apoyo ha sido clave en este posicionamiento, y ahora enfrenta la prueba de si esa misma comunidad lo sostendrá en medio de la crisis. La forma en que el gobierno maneje su núcleo duro determinará si logra contener la erosión de su liderazgo o si el escándalo lo arrastra a una espiral de pérdida de legitimidad. Ahora enfrenta su mayor desafío: demostrar que ese capital simbólico no se transforma en su peor enemigo. Porque si la percepción de estafa se consolida, su liderazgo dejará de ser una cuestión de debate para convertirse en una certeza. Y en política, cuando algo deja de ser relativo, suele ser el principio del fin.