En total, habrán sido 51 las administraciones barriales que acudan a elecciones para definir autoridades. Más de 330 lograron sortear la instancia acordando listas únicas. Un puñado de ellas cuentan con dos semanas de prórroga, plazo máximo, para completar aspectos formales o resolver diferencias entre sectores que disputan la presidencia.
Una misma reflexión hilvana análisis previos y conclusiones después de cada jornada. Las elecciones vecinales han servido como proscenio de la verdadera disputa de fondo, que atañe al control territorial del peronismo capitalino.
Sin Daniel Passerini
De aquí al 2027, con la posibilidad de reelección vedada para el intendente, abundan referencias con aspiraciones de mando. Algunas albergan modestos sueños, circunscriptos al control de al menos una de las 14 seccionales de la capital. Otros saben que desde allí pueden edificar una senda que los deposite en la sede de la intendencia. Varias fuentes admiten, siquiera por lo bajo, intenciones de calzarse los atributos de mando.
Las disputas del domingo 11 de mayo fueron ilustrativas de los ismos en disputa, con tribus fogueando roscas, algunas de las cuales parieron alianzas en sintonía con el proyecto de Partido Cordobés. Otras pulseadas, que cruzan límites jurisdiccionales, tuvieron al viguismo (referentes de la senadora Alejandra Vigo) como el más señalado por rivales intestinos.
La referencia permite a la oposición diluir sus intereses reales en el proceso. Desde la UCR admiten incidencia en menos lugares que aquellos donde se los reconoce.
Para el peronismo, se trata de una estrategia con la que evitan reconocer derrotas. Para los radicales, la participación de la oposición se ha visto seriamente condicionada por las maniobras de aquellas tribus del PJ. Las restricciones para la confección de nóminas han quedado refrendadas en una ordenanza cuya autoría parece incomodar a ambos partidos.
“No vamos con estructuras a los barrios. Por ahí se trata de dirigentes puntuales, que resisten los intentos de bajar sus listas. En algunos centros también hay convergencia de la UCR, pero sin participación de la dirigencia institucional”, explican voces radicales a Letra P.
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Daniel Passerini espera los resultados del tercer domingo electoral en los centros vecinales de Córdoba
Ambas descripciones se ciñen a la porfía por el centro vecinal de Nueva Córdoba, que finalmente acudirá a las urnas este domingo. Programada originalmente para aquel 27 de abril, irregularidades formales (como errores en la impresión de las papeletas) obligaron a su postergación.
Veinte días después, los exsocios de Juntos por el Cambio aspiran a retener el control de una de las administraciones barriales consuetudinariamente antiperonistas, en la que vive la mayor parte de los estudiantes de la UNC. Confiado, el PJ de capital aspira a dar un batacazo que sofoque sospechas.
Viejas internas del peronismo
Desde la Secretaría de Fortalecimiento Vecinal de la Municipalidad, a cargo de Héctor Pichi Campana, destacan el alto componente de ciudadanos afincados a sus terruños, por encima de identidades partidarias, en cada una de las nóminas inscriptas. “Vecinos preocupados por la gestión”, sintetizan.
La descripción, empero, no opaca tironeos en juntas de tradicionales reductos. Uno es Alta Córdoba, el barrio más importante de la seccional séptima, uno de los bastiones radicales de la ciudad. Allí se escenificará una escena que sintetiza el panorama descripto.
Un oficialismo de heterogénea conformación, pero origen peronista, intentará retener el control ganado hace tres años. Presentada como una construcción multipartidaria, que ahora incluye a sus antiguos rivales, se denomina Unidos por Alta Córdoba. Sus terminales llegan a la familia Viola: Juan Domingo Viola, secretario de Participación Ciudadana y Juventud de la Municipalidad; María José Viola, directora de Divulgación de las Ciencias de la Provincia; Miguel Viola, presidente del club Villa Azalais.
Héctor Pichi Campana junto a Daniel Passerini
Héctor Pichi Campana junto a Daniel Passerini en la inauguración de obras en el club All Boys.
Sus retadores, en una lista también heterogénea, incluyen dirigentes de raigambre peronista. O, más precisamente, de sectores que dicen no estar contenidos en la estructura oficial que reporta al intendente y al gobernador.
Similar fenómeno antecede a la disputa por el centro del barrio Müller, una barriada estragada por las múltiples consecuencias de la marginación: el narcotráfico, el consumo, la pobreza.
Allí larga en pole position una nómina que manifiesta sintonía con el intendente Passerini, quien semanalmente atiende en el dispensario zonal. También con el padre Mariano Oberlin, desde cuya parroquia articulan acciones de integración, y concejalas que remiten a la mencionada Vigo y al legislador Miguel Siciliano.
Su principal oposición no difiere en la composición original. Conocedores del paño describen su lista como una síntesis de las tribus peronistas que no son, o no se sienten, parte de la institucionalidad peronista.
Según analizan, los retadores añoran épocas de purismo partidario, previas a la fusión de aliados que derivó en el cordobesismo. Una nostalgia que encuentra mejor rótulo en un delasotismo nunca del todo encauzado.
El panorama de Córdoba
No se realizan internas en el peronismo capitalino desde el año 2011. Tal es la razón que explicaría un recrudecimiento de contiendas soterradas por acuerdos entre los líderes del PJ provincial.
Otras tensiones barriales se dirimirán sin que el peronismo ocupe el centro de la escena. La más controvertida se escenifica en el Cerro de las Rosas, enclavada en la seccional 14, la que históricamente han disputado el conservadurismo y el radicalismo.
La elección allí carece de fecha cierta aún. Reprogramada para este domingo 18, luego que la Dirección de Centros Vecinales habilitara la participación de ambas listas, impugnaciones cruzadas obligaron a una nueva dilatación de plazos, por tiempo aún indeterminado.
Desde la Municipalidad desconfían de la voluntad real de los contendientes. “No quieren ir a votación”, coinciden. La desconfianza sostiene la percepción de un predominio opositor. Más llamativo aún, pone al peronismo en una cómoda neutralidad, opuesta a toda sospecha opositora.