La presencia de Agustín Rossi sacudió la calma mañanera del barrio 7 de Septiembre, en Rosario. En la quinta y última vez en el año que el candidato a vicepresidente de Unión por la Patria asistió a votar a la Escuela N°1346 “Dr. Francisco Netri” -la tercera con él en una boleta-, Rossi se mostró confiado frente a los micrófonos: “Esperemos que sea un buen día para la democracia argentina, estamos confiados y conformes con lo que hemos hecho durante la campaña”, dijo tras sufragar y antes de atender a los vecinos -especialmente de la tercera edad- que querían una foto con él.
Ubicado en el noroeste rosarino, 7 de Septiembre es un enclave territorial que sirve como botón de muestra de la recuperación del peronismo en Rosario entre las PASO y la primera vuelta, y que pretende profundizar en el ballotage para frenar la marea violeta en la provincia, que tiene foco en el interior provincial. Barrio obrero -su nombre es una referencia al día del empleado metalúrgico- que se acostumbró a aparecer en las crónicas policiales, allí ganó Javier Milei en las internas pero Sergio Massa se lo dio vuelta en la primera vuelta.
Como contó Letra P, el peronismo sabe que Santa Fe es una provincia en la que es probable que sufra una derrota. Por eso se moderaron las expectativas: así como en las generales el candidato presidencial puso como objetivo llegar a los 32 puntos, ahora subió esa vara a los 40 -unos 850 mil votos-. Para eso, esperan que los barrios rosarinos sean el bastión que ya fueron alguna vez. Saben que en el centro -”dentro de los bulevares”, como se suele llamar a la zona delimitada por Oroño, Pellegrini y el Río Paraná-, las propuestas no peronistas prenden más.
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Desde temprano, a Rossi lo esperaba su equipo, entre los que se encontraban Germán Martínez, jefe de la bancada justicialista en la Cámara de Diputados, y la concejala rosarina Norma López. Animaban la espera charlando con vecinos que se acercaban a votar temprano y algunos militantes que querían su foto con el jefe de Gabinete. “El Chivo se la aguanta”, cantaban dos señoras. Eso sí, en voz baja, no sea cosa de importunar al proceso electoral. En la esquina, dos muchachos apuraban el final de una bebida espirituosa, sentados contra una pared pintada de Rosario Central. Noches largas.
A las 10.07 apareció el candidato, junto con su familia y dos paquetes de facturas que entregaría a las autoridades de mesa. Caminó a ritmo lento pero constante, producto de los saludos y las fotos. “Oscar, saludalo al Chivo”, le ordenó una señora a su marido, bastante emocionada por el evento. Uno de sus hijos se encargó de ubicarlo en la fila y acompañarlo durante el proceso, que le llevó pocos minutos, como pareciera ser la regla de esta elección. “Tendremos los resultados bastante más temprano con respecto a lo que fueron las elecciones anteriores”, avisó Rossi.
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No se la quiso perder: Rossi le compró a un vendedor de pastelitos. Parece cábala
Tras votar, atendió a los medios. Allí contó que luego del almuerzo partiría a Buenos Aires, a esperar los resultados en el Complejo C Art Media, donde Unión por la Patria ya instaló su búnker. “Creemos que nuestro mensaje fue adquiriendo mayores adhesiones”, sostuvo, como insumo optimista, antes de eludir temas espinosos como la participación del presidente Alberto Fernández en la campaña -”dijo que su esfuerzo y dedicación iban a estar en la gestión”- y las maniobras de La Libertad Avanza con las boletas -“tendrán que responsabilizarse por las mismas acciones”-.
“Confiamos que nuestra propuesta de unidad nacional, de un gobierno sin grieta y con diálogo, es un mensaje muy inclusivo que llega a muchísimos argentinos”, completó Rossi. Al salir, lo esperaban más fotos y saludos, mientras un colaborador le compraba pastelitos a un vendedor que se había apostado en la puerta. Parecen ser una debilidad del jefe de gabinete. Luego se sacó una foto con su equipo. Solo un asesor no participó. “Yo ya cumplí mi cábala”, se justificó. Al terminar, antes de irse, se felicitaron con aplausos por el fin de una campaña extenuante. Solo les resta esperar.