Igual que Juntos por el Cambio, el Frente de Todos se apresta a vivir días de furia y, dentro de él, especialmente el massismo. El Frente Renovador realizará este sábado, en Tortuguitas, un congreso que debería habilitar a Sergio Massa a ratificar alianzas y negociar candidaturas… o a romper todo.
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La agenda del ministro de Economía es infernal y lo desdobla en sus roles de funcionario, negociador con el Fondo Monetario Internacional (FMI), defensor de los intereses electorales de su partido y, todavía, presidenciable.
El almanaque le impone algunas responsabilidades más que al resto de las figuras que se mueven en el tablero político. Después del encuentro renovador, vendrá la presentación de alianzas y el anuncio de la inflaciónel miércoles 14, un posible viaje a Washington el lunes 19 o el martes 20 y el cierre de listas el sábado 24.
Los requisitos del gran requisito
Si, a pesar de la marcha insatisfactoria de la economía, el jefe del Palacio de Hacienda todavía quiere tener una chance para que la gran electora, Cristina Fernández de Kirchner, lo bendiga como su candidato presidencial en lugar de Wado de Pedro, deberá entregar una renegociación con el FMI que permita batir el parche de la soberanía restaurada. Reprogramación de pagos, relajación de exigencias y, según trasciende del quinto piso de Economía, acaso más dinero fresco que el previsto para salir del brete de la doble sequía del campo y del Banco Central están sobre la mesa.
Conseguir dólares no sirve solo para seguir en regla con el FMI y recuperar munición para mantener a raya a los tipos de cambio; también, para darle un poco de soga importadora a una industria dependiente de insumos extranjeros y, con ello, a la actividad.
En el fondo, lo que la máquina de la economía necesita es que se sostenga un consumo que vive jugando a Tom y Jerry con la inflación, con la suerte del pobre gato, de hecho. Para eso y para hacerle el mimo habitual a lo que considera su nicho electoral –la clase media trabajadora–, Massa anunció también beneficios para monotributistas.
Enemigos íntimos
La amenaza de una salida del FR del Frente de Todos y una del propio Massa del Palacio de Hacienda, muy meneada off the record en los últimos días, parece haber salido del panorama, algo que anticipó, como dijo este jueves desPertar, el newsletter de Letra P, la calma chicha del mercado cambiario.
Más allá de la cinchada con CFK, natural en días de rosca por las listas –incluida la presidencial–, la alianza cristinista-massista no pierde vigencia. Así lo probó la foto que reunió a De Pedro, a Axel Kicillof y a Malena Galmarini en Tres de Febrero, una que disparó, incluso, especulaciones sobre la presencia de la titular de AySA en alguna boleta más importante que la de la Intendencia de Tigre. ¿Será con Kicillof?
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Así se prepara el Direct TV Arena, con 12 mil localidades para el Congreso del Frente Renovador, vendía este miércoles el massismo.
La presión es tanta, que la extraña pareja del cristinismo-massimo filtra la posibilidad de dejar al embajador en Brasil y a su mentor pedaleando en el aire. ¿Cómo? Haciendo rancho aparte y lanzando una Unidad Renovadora que reemplace al Frente de Todos. Si se tiene en cuenta cómo le fue a Cristina en 2017, cuando abandonó el Partido Justicialista para no habilitarle interna al voluntarista Florencio Randazzo, y en vista de la poca manteca que tiene el panperonismo para arrojar al techo en esta coyuntura, sería prudente pensar que la idea de ruptura es solo una bravata para tratar de imponerles baños de humildad al Pichichi y a Agustín Rossi. ¿Podría la vice tropezar dos veces con la misma piedra?