Ganó la rabia

El presidente imposible: cómo hizo Javier Milei para pasar de la TV a la Casa Rosada

El economista irrumpió en el prime time y se filtró entre la grieta política para llegar al poder. Sin abandonar las banderas del activismo libertario, pactó con Macri, una jugada exitosa.

En las últimas semanas circuló entre los chats de los empleados de la Cámara de Diputados el fragmento de una reunión de la comisión de Presupuesto, de marzo de 2016, en la que se observa entre los asistentes a Guillermo Nielsen, exsecretario de Hacienda, junto a un por entonces desconocido asesor: era ni más ni menos que Javier Milei, elegido este domingo como presidente de la Nación, con 53 años de edad.

Por ese entonces, nadie sabía quién era este economista que no se peinaba, pero a los pocos meses se convirtió en una de las figuras televisivas del prime time. Milei le adjudica esa mutación al conductor Alejandro Fantino, a quien conoció, de casualidad, en un restaurante, también a través de Nielsen. “Llévame a (el programa de televisión) Animales Sueltos, así hablo mal de John Maynard Keynes”, le propuso el ahora jefe de Estado electo.

Keynes fue un economista inglés que en la década de 1930 se hizo popular por su paradigma que fomenta la inversión del Estado como “efecto multiplicador” del crecimiento. El gobernador bonaerense Axel Kicillof es uno de los principales keynesianos de Argentina y así se había definido mientras fue ministro de Economía.

Milei, contaría después, ponderó al Keynes hasta la crisis financiera internacional de 2008, cuando lo desterró para siempre de su visión de la economía para convertirse en libertario, una escuela que conjuga el liberalismo económico y el anarquismo político. Propone la reducción al mínimo del Estado, sin la intromisión en la vida privada de los individuos, una diferencia crucial con el conservadurismo.

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“Si yo hacía un focus group en aquellos años, me hacía socialista”, suele rememorar Milei sus primeros debates televisivos. Empezaron cuando Fantino le dio la oportunidad una noche en la que no sabía bien qué hacer y la exposición del libertario multiplicó el rating.

Le echaron el ojo los productores de Intratables, el programa de debate político de la época, donde armó un personaje rendidor: un retacón, despeinado, que gritaba, enrojecido, para defender el liberalismo a ultranza, sin ahorrar insultos ni adjetivos. Eran tiempos en los que "Estado presente" y "Justicia social" eran frases que pocos discutían.

El rating justificaba las horas de TV de este economista excéntrico, que había dedicado casi toda su vida a dar clases, trabajaba en la Corporación América y vivía en su departamento del barrio Abasto, acompañado de sus perros. Sus vecinos, por esos días, empezaban a juntar firmas para echarlo, cansados de los ladridos.

A los gritos, sin ser tomado en serio por la mayoría de sus interlocutores, por aquella época Milei fue ordenando el sistema político que empezará a regir gracias a su victoria. Corría a Macri por derecha y metía en la misma bolsa al kirchnerismo, la izquierda, la socialdemocracia radical o hasta de algunos sectores del PRO, como Horacio Rodríguez Larreta: todo sería “la misma mierda del socialismo”.

El economista dejaba atrás las viejas dicotomías políticas entre “peronismo-antiperonismo”; o la más reciente, entre “kirchnerismo-antikirchnerismo”; reivindicaba la convertibilidad de Carlos Menem e insultaba a más no poder al radical Raúl Alfonsín. Nada políticamente correcto.

Sus paradigmas irrumpieron en la pelea entre Macri y Cristina Fernández de Kirchner, quienes no habían podido terminar con la inflación que Milei proponía eliminar haciendo explotar el Banco Central y dolarizando la economía, un eslogan suficiente para atraer a jóvenes y sectores vulnerables perjudicados por las crisis económica que parecía no terminar nunca.

El camino presidencial

El ascenso político de Milei sirve también para entender los nuevos tiempos comunicacionales: si bien su popularidad se relaciona a sus horas en los sets de televisión, no hubiera sido posible sin el activismo digital full time propio y de sus seguidores.

El diputado maneja sus cuentas en redes sociales y dedica horas a interactuar. Sólo delega Tik-tok en Iñaki Gutiérrez, uno de los influencers que se acercó a su espacio. Milei los denomina “Las fuerzas del cielo”. Otros son Mariano Pérez y Tomás Jurado, que manejan los canales de Youtube Break Point y Peluca Milei. No les paga ni viáticos: deben financiarse sumando suscriptores. Milei jura que no tiene una granja de trolls contratada.

Durante el cierre de la campaña de octubre en el Movistar Arena, Milei identificó a “su amigo” Ramiro Marra como el gestor de La Libertad Avanza. El legislador porteño y corredor de Bolsa fue alumno suyo y trabajó en las campañas presidenciales de Sergio Massa y Roberto Lavagna.

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El economista había olfateado la política entre 2013 y 2015, primero como asesor ocasional del Frente Renovador de Massa; y luego en la fundación Acordar, la usina liberal que el exdiputado cavallista Guillermo Francos, por entonces compañero del libertario en la Corporación América, había montado para la campaña presidencial de Daniel Scioli.

En 2021, Marra le propuso a Milei armar su propio partido y competir en la Ciudad. Por entonces, el economista recorría el país y había sido contactado a los referentes mundiales de la ultraderecha, una corriente que en los países centrales enfrenta a las elites globalistas, referenciadas en la sociedad de corporaciones transnacionales y burocracias estatales. En la traducción argentina, Milei ubicó como enemigos a “los políticos y empresarios prebendarios”, a quienes denominó por siempre “la casta”.

En las legislativas de 2021, Milei logró 17 puntos en la Ciudad, ganó una banca como diputado y se convirtió en un nuevo actor político. También llegó al Congreso la ahora vicepresidenta, Victoria Villarruel, una activista de grupos de familiares de exmilitares que reclaman juzgar a víctimas de crímenes políticos y justifican o ignoran la última dictadura militar. Se conocieron por redes sociales, eventos y creyeron que podían complementarse.

El nuevo entorno de Milei debió soportar órdenes de la hermana, Karina, celosa de sus movimientos. En 2022, "La jefa", como la define el Presidente, sumó nuevos asesores como Carlos Kikuchi, para armar el frente y las listas legislativas para competir, que resultaron un mix de outsiders, casta reciclada y dueños de sellos electorales.

En noviembre de aquel año, Karina se había acercado a Macri para proponerle armar un frente de derecha que destruyera Juntos por el Cambio para polarizar con el Gobierno. Patricia Bullrich y Milei serían los referentes. El expresidente se tentó, pero no se animó. Fue así que La Liberad Avanza caminó por las suyas, empujando de atrás a los frentes más grandes, que ya ni tenían tiempo de gritarse entre ellos porque debían resolver sus internas.

En las primarias de agosto, con una fiscalización amateur, Milei fue el candidato más votado del país. Para construir una mayoría más grande mantuvo sus propuestas centrales, como dolarizar; pero relativizó otras, como privatizar la salud y la educación y habilitar la venta de órganos. Esos debates incómodos le impidieron crecer en octubre, pero su sociedad con el PRO le alcanzó para atraer el antikirchnerismo que no lo había tomado en serio, ganar el ballotage y convertirse en Presidente.

Lo que viene

Cada vez que les tocaba explicar alguna de las propuestas alocadas de Milei, referentes de su equipo remarcaban que los primeros meses de su gobierno serán para un sólo objetivo: bajar la inflación. Cualquier otra cosa puede esperar.

Para lograrlo, Milei, que aún no anunció a su ministro de Economía, necesita terminar con el déficit fiscal. Luego, promete conseguir fondos de riesgo que rescaten los pasivos remunerados del Banco Central y habiliten el canje de dólares por pesos. Es un plan de alto riesgo, que definirá la suerte del mandatario libertario.

Macri, su nuevo socio, le sugirió que se concentrara en el déficit y bajara las expectativas de terminar con la moneda local en el corto plazo, pero Milei está convencido de que ese es el único camino para eliminar por siempre las predicciones inflacionarias que impiden la inversión a mediano plazo en el país.

Con su gabinete definido casi en su totalidad, su escaso respaldo político lo obligará a negociar en condiciones de vulnerabilidad con las provincias, una tarea delegada en Francos, su futuro ministro del Interior. Lo necesita para conseguir una mayoría parlamentaria que no tendrá por sí mismo en sus cuatro años de gestión.

Milei lo cree posible: imagina que aquel paradigma liberalismo vs socialismo que impuso en la TV se espejará en el Congreso y lo tendrá como ganador. Pero antes, debe estabilizar la economía e iniciar un camino de crecimiento para sumar popularidad y ser tomado en serio por los factores de poder, que nunca confiaron en él, pero se resignaron a su triunfo.

Nada ni nadie pudo evitarlo.

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