El crimen de Morena Domínguez, la nena de 11 años asesinada en Lanús cuando iba a la escuela, sacude a toda la política, sin distinción de colores partidarios, y golpea aún más a una dirigencia maltrecha y cuestionada que camina a los tumbos hacia las elecciones del domingo. En el conurbano bonaerense, donde se juntan los votos que terminan de decidir quién gana, la sensación es que perjudica a todos por igual, borrando la grieta, y alimenta el ausentismo y el voto bronca, que no tiene un destinatario puntual o va para el minarquista Javier Milei, dependiendo de quién opine. A poco más de 12 horas del violento episodio, esas son las primeras conclusiones que surgen de conversaciones que Letra P mantuvo con una tropa variopinta de funcionarios de diverso rango.
La pueblada que emergió durante la jornada, que incluyó enfrentamientos con la Policía y un acalorado reclamo de justicia, apuntó fundamentalmente a cuatro dirigentes: el gobernador Axel Kicillof; el intendente de Lanús y precandidato a la gobernación Néstor Grindetti; el secretario de Seguridad y aspirante a la intendencia del distrito, Diego Kravetz; y el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni.
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Hasta el cierre de esta nota, en los campamentos bonaerenses de Horacio Rodríguez Larreta y de Patricia Bullrich reinaba la cautela. La dirigencia recalcula en silencio los pasos a seguir en las próximas horas, a cinco días de las primarias, que quedaron más que nunca envueltas en la incertidumbre.
De la recorrida que hizo este medio surge que son conscientes de que esta crisis derivada de la falta de seguridad y de justicia golpea a todos por igual, aunque algunos dicen que el principal dañado será el oficialismo. Siempre off de record, mencionan a Berni y también al titular de Justicia, Julio Alak, quien busca volver a la intendencia de La Plata. Reconocen que, aunque “en menor medida”, también golpea a Grindetti, que como jefe comunal oficia de primer mostrador ante los reclamos de la ciudadanía.
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La lectura es similar en el campamento oficialista, pero mencionan que el hecho de que haya sucedido en un distrito gobernado por el PRO, y puntualmente en el del precandidato a la gobernación, lesiona a la oposición. “¿Cómo habría repercutido si hubiera ocurrido en La Matanza o Quilmes? Hubiera sido una carnicería”, se pregunta y se responde alguien del oficialismo.
Rápido de reflejos, en todos los campamentos se bajaron las banderas del proselitismo y quedaron sin efecto los actos de cierre de campaña y todos y todas pausaron la catarata de publicaciones en redes sociales.
