Llevamos 40 años de democracia continua, con alternancia política y pleno ejercicio de las libertades en un país que ha expandido sus derechos civiles en un marco de plena libertad y pluralidad de voces.
Estos datos duros e incontrastables no se compadecen con el sentimiento de fragilidad política y la sensación inequívoca de que estamos frente a una elección definitiva que puede aniquilar el acuerdo democrático que sellamos entre todos los ciudadanos al terminar con la dictadura asesina y prebendaria.
La crisis de representatividad que estalló a fines de 2001 afectó gravemente la organicidad de los partidos políticos y la representación parlamentaria empezó a desconectarse de los mandatos populares. La democracia pareció escurrirse en medio de un desorden social interminable. Sólo la férrea decisión del peronismo liderado por Néstor Kirchner fue capaz de poner fin a la deriva y marcar un nuevo rumbo, con crecimiento económico y social, orden macroeconómico y una expansión de derechos civiles que nos colocó nuevamente a la vanguardia del continente.
Doce años después, en una elección reñida, el liberalismo económico oculto en falsas promesas y con el apoyo indisimulable de un fortísimo aparato hegemónico de comunicación, gobernó con la legitimidad de los votos en favor de los intereses del mercado y de espaldas a las necesidades de los más necesitados.
Otra vez, el peronismo vino a hacerse cargo, a negociar las deudas, a gestionar la pandemia y sobrellevar la sequía más importante desde que existen registros. Otra vez, el peronismo vino a hacerse cargo, a negociar las deudas, a gestionar la pandemia y sobrellevar la sequía más importante desde que existen registros.
En un final de ciclo a toda orquesta, el gobierno liberal contrajo una deuda impagable con el Fondo Monetario Internacional para garantizar la fuga de capitales más escandalosa por su magnitud que podamos recordar. Nos quedamos con la deuda, con el Fondo y con las arcas vacías.
Otra vez, el peronismo vino a hacerse cargo, a negociar las deudas, a gestionar la pandemia y sobrellevar la sequía más importante desde que existen registros.
Es cierto que nuestro gobierno cometió muchos errores, que demoró innecesariamente las respuestas que la sociedad demandaba pero también es muy cierto que nunca equivocó la dirección de cada una de las decisiones que tomó, siempre en favor de los más vulnerables.
Por primera vez en cuatro décadas, todos sentimos en primera persona que el antiperonismo y el odio visceral de los poderosos no reconocían los límites acordados Por primera vez en cuatro décadas, todos sentimos en primera persona que el antiperonismo y el odio visceral de los poderosos no reconocían los límites acordados
El ejercicio continuo de la vida en sociedad, con sus más y con sus menos, se mantuvo dentro de los límites del acuerdo democrático, sellado explícitamente en la elección del 30 de octubre de 1983 hasta la noche del 1 de septiembre de 2022. Esa noche, un milagro intercedió para evitar un magnicidio de incalculables consecuencias que pretendía terminar con la vida de la compañera vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Por primera vez en cuatro décadas, todos sentimos en primera persona que el antiperonismo y el odio visceral de los poderosos no reconocían los límites acordados y que todo era posible para terminar con el contrato social que el peronismo selló con los más humildes.
Esa noche se rompieron todos los límites y desde allí se atropellaron sin solución de continuidad las propuestas más desvergonzadas para terminar con cada uno de nuestros derechos sociales y colectivos.
La puerta que se abrió esa noche no se cerró más y por ella aparecieron las propuestas más extremas: terminar con el Estado, aniquilar los derechos laborales, terminar con el gasto social, ajustar sobre el ajuste, pretender mercantilizar las relaciones humanas al extremo de legalizar la venta de órganos, establecer la libre portación de armas, privatizar los ríos y las calles, terminar con la salud pública y la educación estatal, acabar con la inversión de ciencia y tecnología, derogar el matrimonio igualitario, el derecho al aborto, etc.
Esta caja de Pandora que abrieron un aprendiz de brujo y una ambiciosa aventurera liberó todos los males que creíamos exterminados Esta caja de Pandora que abrieron un aprendiz de brujo y una ambiciosa aventurera liberó todos los males que creíamos exterminados
Nos proponen a cara descubierta y sin ambages una sociedad predemocrática. Intentan explicarnos que la libertad absoluta genera equilibrios virtuosos y que todos viviremos mejor con menos derechos colectivos.
Esta caja de Pandora que abrieron un aprendiz de brujo y una ambiciosa aventurera liberó todos los males que creíamos exterminados. Aparecieron nuevamente en el lenguaje político palabras olvidadas como “dinamitar, aniquilar, exterminar” y, frente a ello, una sociedad impávida consciente con su silencio y con sus votos.
Los trabajadores no nos confundimos, sabemos cuánto cuesta la democracia porque la hemos defendido con la vida de miles de dirigentes, delegados y trabajadores aniquilados por la dictadura, sabemos cuánto valen cada uno de nuestros derechos laborales porque los hemos conquistado y defendido, sabemos cuánto vale la salud y la educación de nuestros hijos porque es allí donde nos atendemos y formamos, sabemos cuánto valen los planes sociales porque en cada crisis los tuvimos, sabemos el valor de una jubilación a cargo del Estado porque tenemos padres y conocemos el valor de los derechos civiles porque vivimos en esta sociedad.
Resignifiquemos el acuerdo democrático con los derechos sociales conquistados, con los derechos civiles adquiridos, con una convivencia pacífica y con un modelo económico de desarrollo y trabajo. Resignifiquemos el acuerdo democrático con los derechos sociales conquistados, con los derechos civiles adquiridos, con una convivencia pacífica y con un modelo económico de desarrollo y trabajo.
Los trabajadores no podemos especular porque vivimos en el presente continuo de trabajar para vivir y nuestro único capital es nuestra fuerza de trabajo. Nos jugamos todo en esta elección y no tenemos resto. Nuestra única opción es ganar, por eso estamos obligados a ser optimistas.
El único futuro es con derechos, con un Estado presente que nos guíe al desarrollo productivo con trabajo y seguridad social. Somos hijos de la justicia social y no nos confunden los cantos de sirenas, nuestros derechos no se venden por un puñado de dólares ni por treinta piezas de plata.
Resignifiquemos el acuerdo democrático con los derechos sociales conquistados, con los derechos civiles adquiridos, con una convivencia pacífica y con un modelo económico de desarrollo y trabajo.
Fuerza trabajadores, con solidaridad y compromiso VENCEREMOS.