UNA ARGENTINA DE MILEI

El big bang libertario

La deuda de la democracia terminó por ser funcional a las fuerzas reaccionarias, que se reorganizaron sobre los pilares del descontento social, tan real como despolitizado.

La irrupción de Javier Milei en la escena política ha promovido la interpelación de las fuerzas populares, pero no desde la instalación de un nuevo paradigma, sino desde la acumulación que el desencanto produce en una sociedad cansada de promesas y falta de respuestas concretas a sus demandas.

Así, las fuerzas reaccionarias se reorganizaron sobre los pilares del descontento social, tan real como despolitizado. La deuda de la democracia, que se expande en el tiempo, terminó por ser funcional a la política económica de concentración y del capital financiero especulativo. Las consecuencias de están a la vista: a mayor concentración de riqueza más pobreza estructural.

Por lo tanto, resulta lógico que amplias franjas sociales acumulen cansancio político. En Argentina no logramos consolidar la movilidad social ascendente. Ello se evidencia en datos contundentes: en 1974, la pobreza era apenas del 4%. Ese valor nunca más fue restituido en el país.

Ahora bien, es cierto que un personaje como Milei supo explotar su veta mediática con diatribas virulentas contra la dirigencia política. Eso resultó seductor para esa franja social que descree de las promesas políticas. El “libertario” se hizo eco de una representación que no tenía lugar en la formalidad democrática pero que siempre estuvo latente.

El big bang de la promesa libertaria, sabemos, no viene a construir una sociedad más justa con igualdad de oportunidades, sino todo lo contrario. La libertad de mercado no se traduce en libertad política El big bang de la promesa libertaria, sabemos, no viene a construir una sociedad más justa con igualdad de oportunidades, sino todo lo contrario. La libertad de mercado no se traduce en libertad política

El escenario de paridad, evidenciado en las PASO, no denota una determinación absoluta del electorado a votar por una opción radicalizada. No obstante representa un llamado de atención. Sobre todo porque el denominado voto “bronca” puede derivar en un hostigamiento permanente al entramado institucional.

Por estas horas estamos librando una puja sociológica donde son las generaciones más jóvenes las que tienen iniciativa. En este núcleo, la democracia no parece ser un valor en sí mismo alentando el destino de una libertad ilimitada sin mayor compromiso. Basta con recordar que tiempo atrás eran los hijos los que acompañaban a sus padres al cuarto oscuro. Hoy parece el mundo del revés.

Milei afirma que la Seguridad Social es un robo y desafortunadamente las y los jubilados eligen votar a su verdugo. Propone destruir la educación pública a través de la implementación selectiva de un voucher y muchos no lo ven.

Apuesta a la confusión ideológica para presentarse como un anarcocapitalista, pero ignora a los principales pensadores de la utopía anarquista, que estaban convencidos del viejo ideal de todos los tiempos: la Justicia Social. El big bang de la promesa libertaria, sabemos, no viene a construir una sociedad más justa con igualdad de oportunidades, sino todo lo contrario. La libertad de mercado no se traduce en libertad política.

Su discurso virulento, su apología de la violencia política, su insufrible esoterismo y su personalidad irascible lo convierte en una potencial amenaza para la convivencia democrática Su discurso virulento, su apología de la violencia política, su insufrible esoterismo y su personalidad irascible lo convierte en una potencial amenaza para la convivencia democrática

Además promueve remover todos los valores comunes que han regido el orden social que nos contiene. Su discurso virulento, su apología de la violencia política, su insufrible esoterismo y su personalidad irascible lo convierte en una potencial amenaza para la convivencia democrática. Alguien que reivindica a la dictadura militar, al Terrorismo de Estado, que insulta al Papa Francisco, no puede ser la figura representativa de la construcción de esperanza, más bien es una promesa de profunda oscuridad.

La falacia libertaria nos interpela desde la violencia política. No podemos naturalizar propuestas que se asientan en un país inviable y sin futuro en función del interés de la libertad mercantilizada. En este sentido, cabe recordar a Jean-Jacques Rousseau: “Ningún ciudadano debe ser tan opulento como para comprar a otro y ninguno tan pobre para verse obligado a venderse”.

Naturalmente, Milei es profundamente antiperonista. Aquí tampoco expresa nada nuevo. Su pretendida ilustración de gritos sin contenidos, no hace más que reproducir los mandatados históricos del antiperonismo alineado con el bloque sajón. Si en la historia el peronismo es revolución, Milei es un agente de la contrarrevolución. Agita sobre la base del descontento social un relato plagado de falsedades históricas que son legitimadas por las grandes usinas de comunicación al servicio del poder establecido.

Como bien supo escribir el periodista y escritor Claudio Díaz, con tono jauretcheano, estas fuerzas “se apoyan en un fraude discursivo para impedir que los pueblos tomen posesión consciente de su pasado”.

La existencia de gremios presupone un acto de reparación social y eso es lo que no desean estas fuerzas. En los lugares donde no hay sindicatos la inestabilidad social y la injusticia son mayores La existencia de gremios presupone un acto de reparación social y eso es lo que no desean estas fuerzas. En los lugares donde no hay sindicatos la inestabilidad social y la injusticia son mayores

Aquí emerge el desafío al campo sindical. Porque si el peronismo perdió, reducido a la estructura de la partidocracia, es deber del Movimiento Obrero recuperar el sentido ético de esta huella histórica. El trabajo que nos compete es dar cuenta, cara a cara, que las necesidades insatisfechas no llegarán a concretarse con un país prendido fuego, envuelto en un espiral de violencia social y subordinado al mandato de la “mano invisible” del mercado.

El papa Francisco ya nos advirtió sobre las derivaciones históricas que tiene la confianza en falsos profetas. Nos llamó a desconfiar de los hombres “sin historia” y al mismo tiempo, nos llamó a tener un oído en el pueblo. Ello es fundamental para la organización sindical.

Tampoco la avanzada antisindical es nueva. Quien quiera romper con el mandato histórico de la Justicia Social debe quebrantar a la organización de la clase trabajadora. Es un mandamiento del libre mercado. La existencia de gremios presupone un acto de reparación social y eso es lo que no desean estas fuerzas. La estadística demuestra que en los lugares donde no hay sindicatos la inestabilidad social y la injusticia son mayores.

En otra oportunidad escribí que las cuestiones de la condición humana asociadas al trabajo y su impacto en la convivencia comunitaria tienen una metamorfosis continua desde la aparición de la civilización. Si estamos inmersos en un fin de ciclo en la práctica política, de vigencia de los partidos, de otra forma de esperanzar al ciudadano es oportuno repetir la advertencia de los curas villeros en la misa de la capilla de Caacupé: “Si sólo despertamos al león, es lógico que se coma a los corderos más indefensos”. ¿Queremos eso?

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