Los temas económicos suelen dominar la agenda, especialmente en Argentina donde los problemas se acumulan año tras año, gobierno tras gobierno, sin encontrar una solución. Un país que supo consolidar como derecho la posibilidad de progresar a partir del esfuerzo, la educación y el trabajo, se encuentra hace décadas perdido en su propio laberinto. Escapar por arriba no parece ser una opción viable.
Los últimos datos difundidos por el INDEC dan cuenta de una situación alarmante: más de la mitad de los niños y adolescentes argentinos vive en hogares con ingresos insuficientes para cubrir las necesidades básicas.
En 2022, la crisis económica produjo más de un millón de nuevos pobres, personas que no pueden alimentarse, vestirse, transportarse, educarse o vivir dignamente porque no tienen ingresos suficientes.
En este contexto, es razonable pensar que la economía será el principal tema de debate de la próxima campaña electoral. En 1992 James Carville, principal asesor estratégico de Bill Clinton, sintetizó con oportuna crudeza: “Es la economía, estúpido”. En Argentina solemos decir que la gente “vota con el bolsillo”. Cuando la economía anda bien, los votantes apoyan la continuidad del oficialismo, cuando anda mal, se inclinan por una alternativa de cambio. La variable económica es un factor determinante, ¿pero es eso lo que está en juego en esta elección o es algo más profundo?
La participación de los trabajadores en el ingreso descendió en los últimos siete años de 51,8% del PBI a 44,5%. Datos oficiales del Ministerio de Trabajo indican que el salario mínimo vital y móvil descendió de un máximo histórico de U$S 601 dólares en agosto de 2015 a U$S 383 dólares en abril de 2023.
Con una inflación anual superior al 120% se ha instalado con fuerza la idea de que el próximo gobierno, sea del signo político que sea, deberá aplicar un recorte mayor del gasto público, profundizando el ajuste que lleva adelante el actual gobierno del Frente de Todos (FdT).
Algunos proponen que el ajuste lo paguen “los que más tienen”, otros proponen que lo paguen todos (o sea “los que menos tienen”) y por último están quienes proponen que lo pague la “casta política” reduciendo las funciones del Estado, hasta casi eliminarlo.
Volar por los aires el Banco Central, reemplazar el peso por el dólar, privatizar la educación, la salud, el sistema previsional y las empresas estratégicas en manos del Estado; flexibilizar el mercado laboral, eliminar la obra pública y la asistencia social, son sólo algunas de las propuestas radicales que pretende llevar a la práctica el candidato anti establishment, Javier Milei.
La mayoría de estas ideas, presentadas con una estética renovada, enmarcadas en la promesa de una revolución moral, ya han sido implementadas en el pasado con resultados muy adversos, especialmente para los sectores más desprotegidos.
Milei entiende que lo que está en juego en esta elección no es la gestión económica sino el pacto democrático que debía garantizar, a través de una gestión eficiente del Estado y de una efectiva regulación del mercado, protección y oportunidades de progreso para la población.
El economista interpreta mejor que sus adversarios la decepción de un amplio sector de la sociedad con un modelo de organización política, social y económica que promete bienestar y ascenso social, pero genera cada vez más pobreza y desigualdad.
Milei es espectáculo. No hace falta escuchar lo que dice para captar la esencia de su mensaje. Basta con observar las pupilas de sus ojos dilatadas de odio, su rostro desfigurado por la ira; su boca, vociferante y violenta. La mirada de una persona trastornada. La voz de la desilusión. El grito de guerra de una persona incapaz de dominar sus emociones y de dialogar con aquel que piensa distinto.
Milei sintetiza estos atributos en la imagen de un león, asertivo, intransigente, solitario y soberbio. En poco tiempo, logró construir una marca que se impone como una moda entre los jóvenes, atraídos por la estética rebelde y la fantasía de que es posible ser libre en soledad.
Milei sintetiza en su imagen los atributos de un león, asertivo, intransigente, solitario y soberbio Milei sintetiza en su imagen los atributos de un león, asertivo, intransigente, solitario y soberbio
El candidato anarco-capitalista ofrece liberar a los argentinos del yugo de la política. Para lograrlo, intenta posicionarse por encima de la grieta que enfrenta a las dos coaliciones dominantes para polarizar, no con un espacio o con un líder específicos, sino con todo el arco político. Elige cómo su adversario a “la casta política”, a la que adjudica la responsabilidad de todos los males de nuestra sociedad.
En los grupos focales que realizamos desde Reyes-Filadoro en todo el país, escuchamos recurrentemente frases como: “Son todos corruptos”, “sólo quieren dinero y poder”, “no piensan en los demás”, “no me representan”. Sin ánimo de desligar a la dirigencia política de la extraordinaria responsabilidad que tiene en haber conducido al país al actual nivel de decadencia y fragmentación social, cabe preguntarnos que responsabilidad tenemos los demás en la construcción de una sociedad más respetuosa, más honesta, más amorosa, más solidaria y más comprometida con los valores que exigimos a los gobernantes de turno.
¿Acaso no son los políticos, los líderes sindicales y los empresarios productos de nuestra cultura? Y por cultura me refiero al universo de normas, valores, costumbres, tradiciones y creencias que conforman nuestra identidad nacional. En el fondo, no tenemos un problema técnico que resolver sino uno ético.
La respuesta no va a llegar de la mano de un líder mesiánico, ni de la disolución de los mecanismos institucionales que permiten generar consensos para construir un proyecto colectivo que asegure mayor bienestar en la sociedad.
Una nueva sociedad demanda nuevas formas de organización política, de comunicación y de gestión de los recursos del Estado. Personas honestas, creativas, dotadas de ideas y voluntad de trabajo hay muchas en nuestro país, pero es necesario conectarlas, unirlas en torno a una visión esperanzadora del futuro y un programa de transformaciones estructurales que permitan a la Argentina encontrarse consigo misma para desarrollar su máximo potencial.