El 30 de noviembre se cumplirán tres años desde que ChatGPT irrumpió en el mundo democratizando el acceso a la inteligencia artificial.
El 30 de noviembre se cumplirán tres años desde que ChatGPT irrumpió en el mundo democratizando el acceso a la inteligencia artificial. Sin embargo, lo que en teoría es una herramienta de acceso universal, en la práctica está lejos de ser un igualador de oportunidades.
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Los resultados del estudio “Jóvenes y Trabajo: Realidad, Expectativas y Desafíos en un Contexto de Incertidumbre” de ReyesFiladoro y Enter Comunicación, revelan una realidad contundente: la IA no está nivelando el campo de juego, sino que está amplificando las desigualdades preexistentes. Una brecha profunda, determinada por el nivel educativo divide a los jóvenes entre quienes pueden aprovechar esta ola tecnológica para potenciar su futuro y quienes se quedan en la orilla, viendo cómo el mercado laboral se vuelve más inalcanzable.
El uso de la inteligencia artificial en la juventud
Según la investigación, el 59% de los jóvenes argentinos entre 18 y 34 años ha incorporado el uso de la IA en su vida diaria. Sin embargo, la encuesta detecta una brecha enorme en el uso de inteligencia artificial según el nivel educativo —15% entre quienes tienen menor formación frente a 82% entre los que cursaron estudios universitarios.
Este dato no solo refleja una diferencia en el acceso a la tecnología, sino una profunda desigualdad en la capacidad de adaptación al futuro del trabajo.
Quienes ya cuentan con mayores recursos educativos y culturales se benefician más rápidamente de las herramientas tecnológicas, mientras que los jóvenes con menor nivel educativo quedan rezagados, no solo en el empleo actual, sino en la transición hacia empleos del futuro.
Los jóvenes con menor nivel educativo no solo enfrentan mayores dificultades para acceder a empleos formales, sino que también carecen de las herramientas cognitivas y digitales necesarias para competir en un mercado laboral cada vez más mediado por algoritmos, automatización y plataformas inteligentes.
La inteligencia artificial en el mercado laboral
En general, los jóvenes no perciben la IA como una amenaza a su fuente de trabajo. El 45% opina que la IA es una herramienta útil que puede ayudarlos a potenciar su trabajo, el 9% cree que va a crear nuevos empleos mientras que el 22% considera que la IA no va a tener ningún impacto negativo en su capacidad de generar ingresos.
Los jóvenes con mayor nivel educativo confían en su capacidad de adaptación al sistema. La encuesta revela que el 57% de los jóvenes con menor nivel educativo está preocupado por el avance de la IA sobre su fuente laboral mientras que sólo el 19% de quienes cuentan con estudios universitarios siente que la IA podría reemplazarlos en su trabajo.
Entre los jóvenes de clase media que participaron de grupos focales observamos que se ha instalado con fuerza la idea de que “quienes usen IA reemplazarán a quienes no lo hagan”. No es una cuestión de actitud. La brecha no es entre quienes temen o no a la IA, sino entre quienes pueden usarla y quienes ni siquiera saben que existe como recurso.
Doble riesgo de exclusión para la juventud con menor nivel educativo
En conjunto, los datos de la investigación evidencian un doble riesgo de exclusión para los jóvenes de menor nivel educativo, el tecnológico (quienes no acceden a la formación digital quedan fuera de las nuevas lógicas productivas) y el psicosocial, la amenaza de reemplazo genera ansiedad y desconfianza en el futuro, especialmente entre los sectores ya más precarizados.
Al ser consultados sobre las habilidades que consideran más demandadas en el futuro, se observa nuevamente una marcada diferencia según el nivel educativo. Los jóvenes con educación universitaria destacan un conjunto diverso de competencias incluyendo creatividad (51%), programación (47%), adaptabilidad (46%) y pensamiento crítico (43%), lo que refleja una visión integral del trabajo del futuro, donde lo técnico se entrelaza con capacidades cognitivas y emocionales.
El concepto “habilidades blandas” ha sido incorporado con naturalidad al vocabulario de los jóvenes de sectores medios y altos. En cambio, entre los jóvenes con menor nivel educativo predomina una mirada más técnica y focalizada: el 62% identifica la programación como la habilidad más importante, mientras que solo el 39% menciona la creatividad, el 27% la adaptabilidad y apenas el 15% el pensamiento crítico.
Mientras unos apuestan a combinar lo humano con lo digital, otros ven en la técnica una vía de escape más concreta, aunque más estrecha, ante la incertidumbre laboral.
Una economía mediada por la inteligencia artificial
Cualquier política de transición hacia una economía mediada por la IA debe partir de esta desigualdad estructural para evitar que la revolución tecnológica profundice la fractura social.
La IA no es una herramienta democrática por defecto. Su adopción está fuertemente condicionada por el nivel educativo y las condiciones materiales, entre otros factores que amenazan con ampliar las desigualdades existentes. Quienes ya tienen ventajas (formación, conectividad, entornos estimulantes) se benefician más del nuevo paradigma tecnológico.
Los jóvenes con menor formación no solo enfrentan mayores obstáculos para acceder a empleos formales, sino que también quedan rezagados en la transición hacia empleos mediados por la tecnología, lo que reduce aún más sus posibilidades de movilidad social.
La educación universitaria opera como puerta de entrada a la economía del conocimiento. Más allá del valor del título en el mercado laboral, la universidad parece funcionar como espacio de socialización con herramientas digitales avanzadas, redes profesionales y lenguajes técnicos necesarios para interactuar con la IA.
Tres años después de la revolución de ChatGPT, el gran desafío ya no es solo tecnológico, sino social. Como sociedad debemos preguntarnos cómo podemos garantizar que la promesa de la IA no consolide un nuevo abismo entre los que pueden adaptarse y quienes no cuentan con las herramientas necesarias. Sin políticas deliberadas de inclusión digital y capacitación, la inteligencia artificial corre el riesgo de convertirse en el motor de la desigualdad del siglo XXI.