Antes de que la Selección ganara el tercer Mundial de su historia, en ese pasaje del año en el que había salido del radar de los medios y de la política nacional, Mauricio Macri le contó en una reunión al presidente de la FIFA, Gianni Infantino, su plan para el fútbol si en 2023 él o alguien de su fuerza política volvía a ganar las elecciones en Argentina. Fue un anuncio, pero también un pedido formal de apoyo.
Infantino, que empezó a construir su relación cuando Macri lo invitó al G-20 que se organizó en Buenos Aires en diciembre de 2018, actualizó en esa charla las intenciones del titular de la Fundación FIFA. En el Mundial, en encuentros más esporádicos y protocolares, volvió a validarlo.
Admitido en público en distintos momentos, la idea de Macri incluye al pago chico y al pago grande que contiene lo referido al fútbol. El pago chico es Boca, el club del que es hincha y el que le permitió diseñar una plataforma para dar el salto para ser alcalde porteño, primero; y llegar a la Casa Rosada, después. El pago grande, en cambio, es todo lo otro: algo que podría situarse en ese edificio que observa con cierto desdén desde hace décadas, Viamonte 1366, la sede de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), a la que siempre quiere volver para lograr un viejo anhelo: que el fútbol argentino incorpore a las sociedades anónimas deportivas como alternativa de gestión.
Macri lo intentó dos veces. La primera fue en 1998, cuando el entonces titular de la AFA, Julio Grondona, lo convocó a una asamblea para que contara su proyecto. Aquel día, en el predio de Ezeiza, el empresario y presidente de Boca habló durante 15 minutos de lo bueno que sería que capitales privados aterrizaran en los clubes que estaban mal económicamente. Cuando Grondona pidió votar, 24 dirigentes levantaron la mano por el "No". Solo Macri la levantó por el “Sí”. Ahí, el viejo patriarca de Sarandí verbalizó una de sus frases más recordadas: “‘Perdimo’, Mauricio”. Macri nunca olvidó esa derrota.
Quizás por eso lo volvió a intentar 20 años después, en 2018, cuando era el primer mandatario del país. El promotor era Fernando Marín, quien durante los primeros años de la gestión de Macri en la Casa Rosada se encargó de instalar ese debate y de desactivar el programa estatal Fútbol para Todos.
Marín, exgerenciador de Racing, explicaba en una entrevista con el Diario Perfil, lo que ahora Macri remarca cada vez que es consultado sobre el tema.
-El Gobierno promueve la llegada de las SA, imitando el modelo español, y los hinchas y algunas comisiones directivas se oponen.
-El Gobierno no lo promueve, lo promueve la FIFA. El Gobierno promueve modernizar los estatutos de la AFA y, bajo ese paraguas, se contempla que si un club desea convertirse por decisión de mayoría de los socios en SA o concesionar una parte, lo pueda hacer. Es decir la verdad. Las SA son ruedas de auxilio que tiene el fútbol.
Contextos, espinas e ideas
Siete años después, Macri tiene menos poder en Argentina, pero mucho más poder en la FIFA. Es el virtual número dos de la multinacional de la pelota, tiene una relación consolidada con Infantino y es amigo del titular de la Conmebol, Alejandro Domínguez. Encima, acá al lado, Brasil abrió su fútbol a las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) y está cada vez más lejos en lo económico de los clubes argentinos. Por eso, quizás, ya son varios los dirigentes de la AFA de Claudio “Chiqui” Tapia que tienen clarísimo que el debate tomará fuerza, sobre todo si en octubre vence Juntos por el Cambio.
La dirigencia del fútbol sabe también que ese modelo de gestión apuntaría a desembarcar en clubes medianos y en crisis; algo que el titular de Argentinos Juniors, Cristian Malaspina, sufrió de cerca cuando llegó a la presidencia de esa institución en diciembre de 2015, en simultáneo al desembarco de Macri en el Gobierno. Malaspina sintió que Argentinos -en ese momento endeudado y con cesación de pagos- tenía todos los números para entrar en ese esquema. Sin embargo, la idea de Macri y de Marín nunca llegó a votarse.
Quienes responden a Macri dentro del mundo xeneize remarcan una y otra vez que la simpatía de su líder por las sociedades anónimas en el fútbol no aplica para Boca, un club que nunca permitiría una privatización. “Es un tema espinoso. Creo que cada club debería poder elegir. Hay que encontrar un vehículo de inversión para nuestro fútbol”, suelta alguien cercano al exmandatario.
Más allá de sus formatos estatutarios, es justamente el modelo de gestión lo que le cuestionan al dúo que conforman Jorge Amor Ameal y Juan Román Riquelme en Boca. Con insistencia en hacer la analogía “Riquelme = fútbol antiguo” y en ofrecerse como una administración profesional y moderna, en el entorno de Andrés Ibarra, el delfín auriazul del expresidente, no descartan que Macri integre la lista.
Saben que para ganarle a Riquelme, Macri también tiene que jugar. “Y va a jugar fortísimo”, aclaran. En pos de ese objetivo –el de “recuperar Boca”–, el expresidente ya concretó varios pasos. El primero fue ungir a su candidato. El segundo, lograr una oposición unificada, en la que Daniel Angelici relegara intenciones para encolumnarse detrás de la candidatura del exministro de Modernización. El tercero será enfatizar en lo que describen como los principales errores de la gestión actual: futbolistas que se van libres del club como Agustín Rossi o Eduardo Salvio o el dinero resignado en todos estos meses de camiseta sin espónsor. La campaña recién empieza, y todavía falta mucho para que llegue a su pico de hostilidad.