SEMANA SANTA FE

Una pantomima

Dedicada al show y a llamar la atención, la carrera política de Granata es un sinfín de desaciertos. Cambio de partido y monobloque, todo en dos años.

ROSARIO (Corresponsalía) Amalia Granata zafó. No será expulsada de la Legislatura de Santa Fe luego de haber puesto en duda el atentado a la vicepresidenta Cristina Fernández. El peronismo, que impulsa dicho pedido, no junta los dos tercios de votos necesarias para removerla. Pero más allá, y detrás de este prime time que alcanzó, el paso de la mediática por la Cámara baja provincial es de ganancia escasa para ella y acumula una serie interminable de desaciertos. Un ancho río entre el decir y el hacer.

 

Tras partirse en Diputados, la mayoría de la Cámara la ostenta el socialismo y luego el radicalismo. Si uno de ellos no apoya un planteo de semejante magnitud, nada avanza. En concreto, ahí hay que buscar las causas de que Granata continué como legisladora. Y la oposición, sobre todo la UCR que promueve no peronismo, no le iba a dar el gusto al PJ.

 

Granata, hasta la instancia electoral 2021, era considera una jugadora de peso por el grueso del arco opositor en Santa Fe. Hoy pasa desapercibida en la provincia, se le cayó el manto. La barrabasada que cometió el jueves solo la puso en el centro del show, pero lejos está de mover el amperímetro en la política doméstica.

 

Granata consiguió 287 mil votos en 2019 para convertirse en diputada y liderar, si ella hubiera querido, un bloque homogéneo de seis integrantes. Detrás de la mayoría progresista, las siete bancas del un PJ dividido y por encima de los cincos lugares que tiene Juntos por el Cambio (JxC). Pero desde el vamos empezó a destruir, antes de asumir.

 

Aquel bloque sólido, que se vendió unido y dispuesto a levantar la bandera celeste, hoy está partido en cuatro ¿Granata? Comanda un monobloque. Se diluyó tanto y rompió tanto que quedó sola. Terminó enfrentada a quienes la rodearon.

 

Frágil y sin armado, quedó desnuda. Jugó al “todos me quieren” en la previa del cierre electoral de 2021. Pretendió ser legisladora, culminar por la mitad su mandato de diputada provincial, pero le salió bastante mal. Por entonces, un candidato radical remarcaba que no medía en las encuestas y el rechazo en las encuestas era alto, considerable.

 

Arregló, finalmente, con el PRO Federico Angelini. En un movimiento digno de una saltimbanqui, se metió en JxC. Cerró segunda en Senadores detrás del diputado nacional, pero la dupla finalizó tercera de cuatro en la interna cambiemista. Lejísimos de su plan y objetivo.

 

Desdibujada, en apenas dos años Granata rompió con todos y todas las pares que la acompañaron en 2019 y salió de un partido para meterse en otro. Mucho para una persona que se esfuerza en vender decencia y regala decálogos de una buena política. Encima, Carolina Losada le robó rápidamente el rol de outsider estelar en la provincia.

 

Ahora Granata anda con otro movimiento, para variar. Juega a la libertaria y trata de sellar un acuerdo con el diputado nacional Javier Milei. De cerrar, sería su tercer partido en apenas cuatro años ¿Contrato electoral? ¿Qué es eso?

 

Pantomima: engaño o fingimiento para ocultar una cosa. La palabra que eligió la diputada santafesina para definir al atentado que sufrió Fernández bien puede servir para definir su carrera política. Clases de moral y política ejemplar hacia fuera para ocultar, hacia dentro, un sinfín de desaciertos.

 

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