Con el Frente Renovador en la cresta de la ola, allá por 2013, el massismo comunicacional funcionaba con la precisión de un reloj suizo. Si quería instalar un tema, por ejemplo la firma de una cláusula antirreelección, para evitar un tercer mandato de Cristina Fernández de Kirchner, cada 15 minutos enviaba una gacetilla con algún referente de su tropa, por aquel entonces voluminosa, con un textual para componer, luego con todas las voces, un collage que nutría los artículos periodísticos. Un mecanismo aceitado en la prehistoria de Twitter. Casi una década después, Sergio Massa soltó a sus voceros, flamantes secretarios de la megaestructura institucional que montó en Economía, para defender un plan del cual recién se vislumbran fragmentos.
Desde su época de la ANSES, revalidado por Néstor Kirchner en esa silla a la que había accedido en el interinato duhaldista, Massa sabe que hay que gestionar bien, pero comunicar mejor; un latiguillo que ha circulado en su tropa. La hoja de ruta para su desembarco en la administración albertista fue calculada al detalle para las primeras 72 horas de la semana, para poder ir generando el clima de expectativa para el anuncio de las medidas reveladas el miércoles por la noche. Con su designación, el dólar blue le dio un respiro, un gesto que el mercado no le dedicó a su fugaz antecesora Silvina Batakis.
Un primer paso fue sorprender por Twitter con la revelación del equipo, pasando por una ceremonia de renuncia en Diputados con tintes de Asamblea Legislativa que tuvo su coronación con una asunción en el Museo del Bicentenario con récord de invitados. Después de eso, llegó su primera conferencia de prensa, otro capítulo del manual de comunicación massista para diferenciarse siempre del dialogo unilateral del kirchnerismo. Cuatro por cuatro, las medidas estaban contendidas en cuartetos de ítems, de fácil lectura.
"Sergio es más político que técnico, sabe cómo hay que presentar las iniciativas", concedió uno de sus compañeros de ruta. El nivel de gravedad de la crisis, al menos desde la óptica renovadora, quedó plasmado en un dato: Massa leyó su presentación y evitó improvisar, salvo en el apartado de las preguntas. "Fue otra muestra de la seriedad del momento", analizaron en una de las oficinas massistas y agregaron que fue el mismo ministro el que frenó los cantos de su militancia en la Casa Rosada que hicieron enojar a la oposición.
Como ya había contado Letra P, el desembarco massista llegó de la mano de la experiencia comunicacional. Si Juan Manzur y Daniel Scioli vinieron a darle el vapuleado "volumen político" a la grisácea gestión albertista, el tigrense nombró a expertos voceros de sus áreas, con años de experiencia en el terreno técnico pero, también, en el mediático. Su primer actividad fue una reunión de trabajo en el salón Belgrano del quinto piso del ministerio, con segundas y terceras líneas. Un mandato que le transmitió a sus funcionarios: "Gestión eficiente, celeridad, austeridad y diálogo con los sectores". A partir de ahí, el motor M se puso en marcha en los medios.
"Siempre a la Argentina la destruye el microcentro y la recupera el interior hacia Buenos Aires”, debutó José Ignacio de Mendiguren en su regreso a Producción. Para la inflación, "no hay una medida mágica, ni una bala de plata ni un superministro", opinó Matías Tombolini, que el mismo miércoles a la noche corrió de la Casa Rosada al icónico estudio de A dos voces, en TN, junto a otros miembros del gabinete de mediáticos. Este jueves, el secretario de Comercio arrancó en las primeras mañanas de la radio y trajinó estudios de televisión durante la tarde retomando el discurso inaugural de Massa. "No vamos a perseguirlos con el chipote chillón (aclaración para centennials: el arma del Chapulín Colorado, un antihérore mexicano ochentoso)", les avisó a quienes se ceben con la remarcación.
“Es entendible que el productor retenga algo de cereal”, admitió Juan José Bahillo, el nuevo encargado de Agricultura, en otra sintonía con respecto a Alberto Fernández, que acusó al campo de "especular" a la espera de una devaluación. Como excepción a la regla, como entrevistado desde 2008 cuando era intendente de Gualeguachú en plena guerra por la Resolución 125, es el secretario con menos horas de aire. La portavoz Gabriela Cerruti debió aclarar que el funcionario massista no pensaba diametralmente distinto al Presidente.
Por ahora, el despliegue mediatico massista fue más genérico que particular: los técnicos están reservados. Uno de ellos es Darío Martínez, que tendría las horas contadas en Energía y sería relevado por Federico Bernal, el camporista que está al frente del Enargas. El por ahora secretario estuvo reunido a solas con Massa y cuentan que su idea es renunciar. El tigrense demoró el recambio, en lugar de sumarlo al boom de anuncios de reemplazos del jueves pasado, con las salidas de Batakis, Scioli y Julián Domínguez.
El cristinismo sostiene a Federico Basualdo, que Guzmán no logró mover un centímetro de la Subsecretaría de Energía Eléctrica. Por ahora, hay un llamativo silencio energético, considerando que la quita de subsidios y su impacto en el corto plazo en los bolsillos es una de las medidas más importantes del paquete anunciado por Massa. "En las próximas horas", habría novedades, prometió Cerruti, spoileando al aparato comunicacional del ministro. Suena a prólogo de una pelea que puede venirse.