Desmontando mitos

Que viven de los planes, que es tierra de nadie y que es inviable. Lejos de la construcción mediática que estigmatiza, una mirada compleja del GBA.

La mirada del conurbano que se impone desde medios dominantes y cierto sector de la política nacional plantea que es un territorio en donde no hay producción ni trabajo, sino que su población vive pasivamente del subsidio del resto del país. La recurrente estigmatización mediática del conurbano se reinventa cada año, pero siempre señalando a su población como responsable de gran parte de los males de la Argentina. Para muestras, no hace mucho se lo llamó territorio inviable y africanizado que define la suerte electoral de la Nación.

 

Desde el Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), donde nos dedicamos específicamente a estudiar las diversas problemáticas de las regiones metropolitanas y del conurbano bonaerense en particular, no acordamos con estas miradas lineales que simplifican la complejidad de este territorio y distorsionan la realidad con la repetición de frases sin sustento. 

 

Es casi de sentido común la afirmación de que “en el conurbano la mayoría de la población vive de planes y subsidios”. Cuando se analiza la incidencia de los programas sociales en el conurbano, se ve que el porcentaje de la población incorporada es bastante menor de la que sugiere esta visión. 

 

Por ejemplo, los datos del Programa “Potenciar Trabajo” revelan que en los 24 partidos del conurbano solamente el 3,8% de su población total es beneficiaria (datos de diciembre de 2021). Esta incidencia relativa, si bien es mayor que en otras ciudades del país (Rosario 2,12%, Córdoba 2,3%), también es menor que en otras, como en San Miguel de Tucumán, donde el 5,9% de la población lo recibe. 

 

Ahora, si se analiza el monto que recibe la población beneficiaria, sólo representa la mitad de un salario mínimo ($19.470 en junio de 2022) y, por lo tanto, no se puede sostener que “vivan gracias a los planes”. Además, exige una contraprestación en tareas de cuidados, reciclado, construcción, mejoramiento barrial, producción de alimentos, de indumentaria, comercio popular, etc., que resultan esenciales para sostener acciones que realizan los gobiernos locales, las organizaciones barriales o las cooperativas orientadas a la producción, la reproducción de la vida y los cuidados en los sectores vulnerables.

 

Lo mismo pasa cuando se analiza la incidencia de la Tarjeta Alimentar, un programa que otorga 9 mil pesos mensuales para la compra de alimentos a las familias con un hijo, 13.500 a las que tienen dos hijos y $18.000 con tres hijos: recibe este beneficio el 5,4% de la población distribuida en los 24 partidos del conurbano. Esta proporción es menor que el porcentaje de beneficiarios a nivel nacional, que es de 5,5%. Un dato relevante: más del 90% de la población beneficiaria son mujeres titulares de la Asignación Universal por Hijo/a. 

 

El conurbano representa el 63% de la población de la provincia de Buenos Aires, el 53% del Producto Bruto Geográfico y el 5% del empleo asalariado registrado. Es lógico, por lo tanto, que en la distribución de transferencias del Estado los números de la región sean elevados. Sin embargo, son menos elevados que en otras regiones del país. Es decir que desde los indicadores estadísticos no se sostiene esa caracterización del conurbano como un territorio que vive de subsidios y planes sociales.

 

Esta frase se puede refutar también cada madrugada en las terminales de transporte, repletas de hombres y mujeres yendo a su trabajo, ya que en el conurbano se concentra una parte muy significativa de la producción y del empleo del país.

 

También se suele repetir que “el conurbano es tierra de nadie”. Sin embargo, es un territorio enormemente rico en organizaciones sociales y comunitarias que cumplen un rol clave en el fortalecimiento de las redes sociales, políticas y económicas de la región. Las organizaciones sociales de la sociedad civil en el territorio constituyen una red densa de entidades asociativas que cumplen roles de especial significación en la vida cotidiana en estrecha vinculación con las problemáticas de la región: asistencia a necesidades sociales básicas, cuidado infantil y educación, hábitat, salud, atención a adultos mayores, violencia de género, etc. Además, ofrecen espacios de participación ciudadana donde se canaliza buena parte de las demandas sociales.

 

El conurbano no es un todo al que se puede caracterizar de manera global, ya que se trata de un territorio sumamente complejo y diverso. Son enormes las diferencias entre los municipios que integran esta región y dentro de cada partido existen localidades y barrios con enormes diferencias entre sí, como se aprecia al poner el foco en los más de mil barrios populares identificados en los 24 partidos.

 

También en los gobiernos municipales se observan enormes diferencias en muchos sentidos. Un ejemplo es la situación presupuestaria, ya que hay algunos que manejan gran parte de recursos propios (por ejemplo, Avellaneda, con el 88%), mientras que otros dependen en gran medida de la coparticipación provincial y las transferencias del Estado nacional (José C. Paz tiene sólo un 25% de recursos propios). 

 

El conurbano bonaerense es un territorio apasionante y hay que mirarlo bien si se lo quiere conocer y transformar para mejorar las condiciones de vida de todes. Cuando escuchemos esas afirmaciones simplificadoras y estigmatizantes, seamos críticos, vayamos a los datos y disputemos el sentido común sobre esta región tan importante para la vida de nuestro país.

 

Nahuel Sotelo, en la Casa Rosada.
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