Muchas voces destacaron en las últimas semanas distintos aspectos de la trayectoria, la vida y los legados del entrañable e inolvidable dirigente sindical Victorio Paulón. El jueves 5 de mayo de 2022 la noticia se expandió como un reguero de pólvora a partir de un mensaje de su hijo Mariano, y su velorio en Rosario, entre la tarde y la noche de ese mismo día, estuvo poblado de abrazos, cariños e historias de todos los tiempos y lugares posibles.
Una semana más tarde se hizo un acto de homenaje en el que se llevó adelante el entierro de sus cenizas en la plaza 25 de mayo de Rosario, en el marco de la marcha de los jueves de las Madres. Una trabajadora y militante sindical resumió el sentimiento de muchos y muchas: “Manejé de ida y vuelta a Rosario en el día y hoy entré a laburar a las 5 AM, pero valió la pena. Quería estar, como él siempre estuvo. Cuando nadie nos escuchaba, él nos abrazó y nos abrió puertas.” Luego hubo muchos otros homenajes y recordatorios que siguen hasta hoy. En uno de ellos, el viernes 27 de mayo, el Centro Cultural “La Toma” de Rosario, que cumplió 20 años de existencia y en cuya celebración Victorio dio su último discurso público a fines del año pasado, lo recordó poniendo su nombre al salón de primer piso.
Victorio vivió toda su vida construyendo puentes entre mundos, personas, luchas, caminos. Puentes entre el campo en el que nació, el sexto de ocho hijos de una familia campesina humilde del noroeste de Santa Fe, el seminario donde continuó sus estudios secundarios y la ciudad de Rosario a la que se trasladó a estudiar Comunicación Social en la Universidad Católica. Puentes entre el mundo estudiantil, el de la militancia política, particularmente en la columna “Sabino Navarro”, y el mundo obrero y sindical, al que se incorporó cuando ingresó como trabajador en la fábrica Villber, en Villa Constitución, en pleno proceso de agitación y de avance represivo.
Se convirtió en uno de los conductores de la “larga huelga” en Villa Constitución que se desató sobre todo el cordón industrial de zona norte desde el 20 de marzo de 1975, en lo que se conoció como operativo “Serpiente roja del Paraná”, que analizó luego en un libro fundamental, publicado en 2012. Allí contó la historia de los trabajadores y trabajadoras del gremio metalúrgico, que de la mano de dirigentes como Alberto Piccinini se oponían a un sector de la dirigencia sindical nacional que repelía a las corrientes combativas que luchaban por los derechos laborales y buscaban transformaciones sociales profundas, y que luego debieron enfrentar también a las Fuerzas Armadas y de seguridad desplegadas por María Estela Martínez de Perón, y al poder económico concentrado de la zona encabezado por Acindar, empresa de la familia Acevedo, cuyo presidente de directorio era entonces José Alfredo Martínez de Hoz.
En el marco de esa histórica huelga sostenida durante dos meses por la comunidad de Villa Constitución y que ayudó a conducir, el 1 de mayo de 1975 Victorio fue detenido y llevado a la jefatura de policía de Rosario y luego a diversas unidades penitenciarias que incluyeron a Coronda, Devoto, Chaco, Rawson y Caseros. Algunas de las experiencias de ese durísimo tiempo de la cárcel quedaron reflejadas con humor, ternura e ironía en el libro colectivo y coral titulado “Del otro lado de la mirilla”, publicado originalmente en 2003 y particularmente focalizado en la experiencia de la cárcel de Coronda.
Victorio continuó construyendo puentes cuando partió al exilio en Francia, recién en 1982, y donde se reencontró con su compañera Mabel Gabarra y sus hijos Mariano y Alejandra a quienes no había podido ver en años. Desde allí se involucró en las redes de denuncia contra la dictadura como el Centro Argentino de Información y Solidaridad (CAIS) con las que Mabel, abogada y militante feminista, había colaborado, dejando rastros de esas acciones en archivos y centros documentales sindicales de Francia.
Cuando volvió al país, fue parte de quienes tejieron puentes con la generación que se había incorporado a sus puestos laborales en dictadura, a quienes les habían querido enseñar a desconfiar y a escapar de quienes “algo habían hecho”. Con su historia, la de su familia y particularmente la de su hermano Pedro Elio Paulón, secuestrado y asesinado en Rosario en 1976, y las de tantos compañeros y compañeras a cuestas, llevó las banderas de las luchas en el campo de los derechos humanos al ámbito sindical, que estaba atravesado por fuertes silencios y resistencias.
La vuelta a Argentina y a la militancia obrera y sindical estuvo marcada por las fuertes tensiones de la crítica década de los 80, la reconstitución trabajosa de la organización sindical y el avasallador proceso de reconversión productiva que se buscó imponer en el sector industrial. Para enfrentarlo fueron muy valiosos muchos de los aprendizajes del exilio y las redes internacionales que estaban en proceso de consolidación y afianzamiento con países vecinos y más allá que se canalizaron a través del Centro de Estudios y Formación Sindical (CEFS). Entre 1984 y 2008 Victorio fue dirigente de la seccional Villa Constitución de la Unión Obrera Metalúrgica, seccional de la cual entre 2000 y 2008 fue Secretario General. Puso toda esta trayectoria en juego en la década del 90, que en Acindar comenzó con el durísimo conflicto del '91 y el lockout patronal liderado por el mismo Alcides López Aufranc que había reemplazado a Martínez de Hoz en 1976 como presidente del directorio de la empresa y que aún seguía allí, buscando extender el legado de la dictadura. En esos años, además de sostener la militancia y articulación con la lucha contra las privatizaciones, y procesos de movilización sindical como la Carpa Blanca y la Marcha Federal, participó de la formación de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), de la que fue Secretario Gremial entre 2006 y 2010, y Secretario de Relaciones Internacionales, entre 2010 y 2014, en la CTA de los Trabajadores liderada por Hugo Yasky.
Congreso de la CTA en 1996. La intervención de Paulón, a partir del minuto 16.
Entre 2003 y 2015 acompañó y celebró cada paso en la expansión de derechos humanos, económicos, laborales y sindicales y fue también crítico de cada proceso que consideró injusto para el sector trabajador, acompañando cada huelga y cada conflicto con igual interés y corazón. Con profunda emoción por los cambios en el campo de los derechos humanos y el proceso de reapertura de los juicios, declaró como testigo en varios de ellos, entre ellos en la causa Díaz Bessone y en la causa Feced II, sobre el secuestro y desaparición de su hermano, y en la causa por el asesinato de Mariano Ferreyra. Además, fue un participante clave del colectivo que impulsó el proceso de judicialización del proceso brutal de represión en Villa Constitución, subrayando la responsabilidad de Acindar.
Formó parte de la comisión directiva del CELS, y desde su puesto de Secretario de Derechos Humanos de la CTA fue una figura central que jugó un papel fundante en la conformación de la Intersindical de Derechos Humanos. Con la participación de representantes de decenas de sindicatos diversas corrientes y espacios sindicales, la Intersindical tomó como tarea la difusión de los juicios por delitos de lesa humanidad, la presentaciones de los sindicatos como querellantes en representación de sus trabajadores víctimas y la organización de actividades e iniciativas de denuncia de la represión a trabajadores/as y sindicalistas y la participación de empresas y empresarios. En este camino, Victorio fue un referente ineludible además en la consolidación de la línea de investigación y judicialización de la responsabilidad empresarial, desde sus aportes en el libro Cuentas Pendientes en 2013 a sus participaciones en todos los espacios que trabajaron sobre esta problemática en la que trabajó hasta el último día.
Visita de estudiantes y docentes de la Maestría en Economía Política de FLACSO a la planta de Acindar con la dirigencia sindical local y la comisión interna (2007)
Mientras disfrutaba ver crecer a sus tres nietos/as y muy recientemente a su bisnieto, continuó y profundizó su vínculo de siempre con camadas de jóvenes no sólo del sector industrial sino de todas las actividades económicas. Siempre subrayó la importancia de las nuevas generaciones de trabajadores y trabajadoras con ansias de participar, militar y organizarse, y apostó a que retomaran las banderas históricas de las luchas obreras transmitiendo como nadie el corazón de esta historia en una enorme cantidad de charlas, talleres de formación de delegados.
Llevó también la historia obrera y sindical a seminarios en espacios académicos como la Maestría en Economía Política de FLACSO, que a partir de la relación de décadas con el Área de Economía y Tecnología y con CIFRA-CTA, lo contó orgullosamente como profesor invitado.
Durante los años del macrismo, no sólo alentó y consolidó la movilización política y sindical de la que participó en las calles, sino que fue un cronista y analista clave, expresando además su admiración y apoyo a las luchas feministas que incrementaron su fuerza y su protagonismo desde 2015 en adelante, pero que había vivido durante décadas gracias a la lucha de Mabel. Sus notas en medios como El cohete a la luna y Página/12 resultan materiales ineludibles para entender aspectos claves de esos años y revelan su mirada aguda y su profundo conocimiento del movimiento sindical.
Durante la pandemia continuó su actividad incansable, y cuando la circulación del virus empezó a menguar, coordinó un emocionante homenaje a su compañero Alberto Piccinini en un libro hermoso, presentado en un encuentro colectivo en la plaza de Villa Constitución.
Su enfermedad ya avanzada no le permitió estar en la señalización del CCD que funcionó en el Albergue de Solteros dentro de la planta de Acindar el 22 de abril de 2022 con sobrevivientes, organizaciones sindicales y políticas y organismos de derechos humanos con quienes sostuvo la lucha de tantos años, y que lo recordaron con todo el cariño y la admiración, haciéndolo presente. Resulta imposible concebir que no estarán más sus abrazos inolvidables, pero es más fuerte el agradecimiento y la alegría de saber que, incluso después de su partida física, Victorio funciona como contraseña acercando mundos, y su inmenso legado continúa tejiendo puentes con el presente, invitando a transformar la realidad colectivamente y con la clase obrera en el corazón.