La salida de Marcelo Sánchez Sorondo, por décadas nexo vaticano con la dirigencia nacional y en los últimos tiempos vía de acceso para que funcionarios kirchneristas tuvieran llegada al papa Francisco, provocó un fuerte temblor político en Buenos Aires y también en la "Santa Sede", donde cada vez quedan menos compatriotas en el Círculo Rojo del pontífice y en los mandos altos de poder eclesial.
El obispo argentino deja de ser canciller de la Academia Pontificia para las Ciencias Sociales, donde se fraguó el apoyo papal a la renegociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la que son miembros el ministro de Economía, Martín Guzmán, hoy golpeado por el 6,7% de inflación y un programa económico con ajuste sin bendición del cristinismo ni del camporismo; y el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, uno de los pocos funcionarios albertistas que mantiene todavía un intercambio personal vía correo electrónico con Jorge Bergoglio.
A río revuelto la ganancia parece ser para Juan Grabois, quien intenta sacar ventaja política de la llegada del cardenal Peter Turkson a la academia pontificia en reemplazo de Sánchez Sorondo; un purpurado ghanés al que conoce muy bien porque hasta hace muy poco era el jefe del megaministerio social del Vaticano creado por Bergoglio y del que el referente de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) es miembro activo. No obstante, fuentes vaticanas dijeron a Letra P que el papa “ya puso en caja” al dirigente, pidiéndole que siga enfocado en la promoción de los movimientos populares mundiales, a los que Francisco pondera como una fuerza de transformación social.
La rara avis en este contexto de declive argento es la teóloga Emilce Cuda, un cuadro bergogliano de sustrato peronista que desde su nombramiento para ir al Vaticano en septiembre de 2021 pisa cada vez más fuerte en la escala de poder eclesial. Primero como jefa de Oficina de la Pontificia Academia para América Latina (PCAL), en febrero promovida a secretaria del mismo organismo y primera mujer en ese cargo a la par del filósofo mexicano Rodrigo Guerra López, y ahora sumada por el papa a la Academia Pontificia para las Ciencias Sociales a fin de tener, según ella interpreta, “una mesa interdisciplinaria y con una diversidad geopolítica para tratar los temas urgentes de todas las regiones”.
La experta en Teología Moral Social, que rehúye a ser incluida en esa suerte de “carrerismo” eclesial que Bergoglio reprocha, es vista en ambientes vaticanos como una pieza en ascenso que puede ser considerada para dirigir alguno de los dicasterios del Vaticano, a raíz de la proclamación el pasado 19 de marzo de la nueva constitución Praedicate evangelium de reforma integral de la Curia romana que establece que laicas y laicos también podrán estar al frente de los ministerios papales.
Leonardo Sandri es el único cardenal argentino en el gabinete de Francisco y uno de los connacionales a quien el papa le ha confiado misiones importantes, entre ellas ser su enviado a Siria para acompañar a los cristianos perseguidos por los yihadistas, gestar el viaje apostólico a Irak de marzo de 2021 o preparar el de junio próximo al Líbano, y hasta ser su interlocutor en la eterna tensión palestino-judía. Llegado al Vaticano en 1974, para hacer la carrera diplomática, fue nuncio en Venezuela y México, y desde 2007 fue convirtiéndose en un influyente curial en su doble función de prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales y consejero de la PCAL.
El purpurado argentino está, sin embargo, en la última etapa de su servicio pastoral, dado que en noviembre de 2023 deberá presentar su renuncia al cumplir 80 años; edad en la que perderá su derecho a voto en un cónclave para elegir a un futuro pontífice y también fecha tope hasta la que podrá dirigir, en su condición de vicedecano del Colegio Cardenalicio, ese proceso eleccionario en la Capilla Sixtina. La jubilación programada de Sandri abrió, además, las especulaciones sobre a qué argentinos el papa le pondrá la púrpura cardenalicia o podría llevarse a Roma en los próximos años. En ese run run eclesiástico aparecen Mario Poli, el cardenal primado que en noviembre deberá presentar su renuncia al arzobispado de Buenos Aires, y el siempre candidato Tucho Fernández, el arzobispo platense e interpreta de la doctrina bergogliana.
En una segunda línea de influyentes de la Argentina aparecen el sacerdote Fabián Pedacchio, experto en Derecho Canónico, quien trabaja desde 2007 en el Vaticano por sugerencia de Bergoglio y fue secretario personal de Francisco entre 2013 y 2019, cuando renunció para reincorporarse a tiempo completo en la Congregación para los Obispos. Otro de los que queda es el canonista Alejandro Bunge, designado en la Rota Romana por el papa en 2013 y nombrado presidente de la Oficina de Trabajo de la Sede Apostólica, virtual jefe de personal de la ciudad, en octubre de 2020.
La nómina argentina se completa con Guillermo Karcher, el sacerdote llegado en 1992 que fue quien el 13 de marzo de 2013 le sostuvo el micrófono al papa tras su presentación en el balcón del Palacio Apostólico. Siendo “ceremoniero”, en 2014, quedó mezclado en el escándalo por la supuesta carta protocolar “falsa” del papa, que no lo era, a la presidente Cristina Fernández de Kirchner con saludos a sus compatriotas por el aniversario de la Revolución de Mayo. En la actualidad es vicejefe de protocolo de la Santa Sede y la persona a la que acude la dirigencia política, y también la farándula vernácula, para la consabida selfie con el pontífice, entregarle regalos o para conseguir una buena ubicación en la audiencia general de los miércoles.