IMPACTO UCRANIA

La guerra económica toca los nervios sensibles de la Argentina

El cepo a las importaciones de petróleo ruso establecido este viernes por EE.UU. escala el lado B del conflicto. Por qué el país también está bajo ataque.

La invasión de Rusia a Ucrania entra en su undécimo día sin señales de solución, con un involucramiento cada vez mayor de las tropas de Moscú, con fuego que arrecia y con dificultades hasta para la aplicación efectiva de los corredores humanitarios pactados la semana pasada. Así las cosas, los 30 países miembros de la OTAN se limitan a alimentar la resistencia de Kiev con armas y dinero, atados de manos para establecer una zona de restricción aérea que los convertiría en parte beligerante y le daría a la crisis actual un giro de pánico: el de un conflicto con potencial regional y hasta nuclear. Impotentes ante los hechos, esos gobiernos examinan desde este lunes la posibilidad de imponer la madre de todas las sanciones: un embargo a las exportaciones rusas de petróleo y gas, extremo que divide por ahora a los entusiastas –encabezados por Estados Unidos– y a los recelosos –liderados por Alemania–. Ante semejante vendaval, el precio del petróleo apunta a las nubes y el del trigo hace otro tanto, afectando a la economía global en general y a la argentina en particular, con especial daño a las familias de menores ingresos.

 

El asunto ya no es un mero escenario en la medida en que la cuestión de la energía rusa fue puesta por Washington sobre la mesa de las grandes potencias occidentales.

 

Según dijo el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, su país planteó "muy activamente" a sus socios la posibilidad de cerrar totalmente las importaciones de petróleo ruso, cosa que ya decidió Canadá.

 

Claro que Canadá importaba hasta ahora desde Rusia solo el 5% de su consumo doméstico, fácilmente reemplazable por otras fuentes externas o incluso por una aceleración de la producción propia. El tema es Alemania, líder de la Unión Europea, motor industrial de ese bloque y país muy dependiente de ese insumo.

 

"Estamos dispuestos a pagar un precio económico muy, muy elevado, pero, si las luces se apagan mañana en Alemania o en el resto de Europa, eso no va a detener los tanques", respondió la abanderada de lo que por ahora es la resistencia, la jefa de la diplomacia de Berlín, Annalena Baerbock.

 

Los analistas del mercado petrolero del Bank of America prevén que, si Estados Unidos tiene éxito en imponer su idea, el precio internacional del crudo podría dispararse hasta los 200 dólares.

 

Para doblegar la postura alemana, Estados Unidos trata de brindar garantías acerca de una provisión mayor de petróleo, lo que llevó al Departamento de Estado a hacer lo impensable el fin de semana: el envío de una delegación a Venezuela para canjear con su enemigo Nicolás Maduro sanciones por un alivio al embargo petrolero.

 

Como podía esperarse dados el alineamiento del chavista con Rusia y el escaso margen que se da Washington para normalizar la relación con Caracas, las conversaciones por ahora no han rendido frutos, pero el hecho es elocuente acerca de la desesperación norteamericana. A eso se suma que la industria petrolera venezolana está demasiado golpeada por el mal manejo propio y las sanciones estadounidenses como para ser capaz de sumar una oferta extra relevante en el cortísimo plazo.

 

Este lunes, justo antes de la apertura de la bolsa de Nueva York, el futuro del petróleo WTI –de referencia en el continente– escalaba 4,69% hasta 121 dólares por barril, mientras que más temprano en la madrugada había tocado los 140 dólares, muy cerca del récord de 147,50 de 2008. Hace tres meses, el mismo cotizaba a 72 dólares, hace un mes a 91 y hace una semana, a 96. Punta a punta, el incremento es del 68%, un verdadero shock por el lado de los costos y de la inflación que provoca.

 

Fuente: Market Watch.

De la mano de ello, surge el problema del gas. Europa Occidental en su conjunto depende del gas ruso en un 40% de su consumo residencial e industrial, cifra que se eleva al 60% en el caso de Alemania. El simple planteo de un embargo a los hidrocarburos rusos hizo que el gas de referencia en Europa, el neerlandés TTF, se disparara en horas un 60% hasta un valor récord de 345 euros por megavatio-hora (MWh). Luego cedió algo, pero la tensión no se disipaba.

 

Como si eso fuera poco, el trigo, producto sensible de la canasta alimentaria en todo el mundo, también tiene por el momento el cielo como destino.

 

Rusia y Ucrania son el primer y tercer exportadores mundiales de ese cereal: juntos, dan cuenta del 30% de la oferta mundial. La guerra, además, puede afectar la salida de ese grano desde otros países productores relevantes, como Rumania. Ocurre que, por el conflicto, que hace que las principales ciudades del país estén tomadas por las tropas rusas o cercadas por ellas, Ucrania decidió limitar sus exportaciones de trigo, maíz, carne de pollo, huevos, aceite y azúcar. Esto ocurre, además, en momentos en que el Ejército de Vladímir Putin avanza en el sur del país atacado a toda velocidad y se acerca a su control total, privándolo de su salida al mar Negro, su principal ventana exportadora.

 

El trigo cerró el viernes a 495,31 dólares por tonelada en la bolsa de Chicago, 60% más que una semana antes.

 

El ministro de Economía, Martín Guzmán, y el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, apuestan a desacoplar los precios internos de los internacionales a través de la creación de un fideicomiso por 25 millones de dólares, destinado a subsidiar el costo doméstico.

 

La norma, aplicada a través de la resolución conjunta de los ministerios de Agricultura y Desarrollo Productivo 3/2022, regirá hasta el 31 de enero de 2024 y tiende a asegurar un precio de 23.000 pesos para 800.000 toneladas imprescindibles para el consumo doméstico. Dicha cotización, medida contra el blue, equivale a unos 115 dólares, se queja el sector.

 

Aunque todo dependerá de cuánto dure la crisis, es vidente que la coyuntura es veneno para un país que acaba de pactar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) una reducción de los subsidios al gas y la luz para comenzar a poner en orden las cuentas públicas. La disparada de los costos le corre el arco de un modo dramático: lo que inicialmente se calculaba como ahorro fiscal ya daría un saldo neutro, pero, en caso de que la crisis se prolongara, podría dar un rojo más intenso.

 

El trigo, en tanto, pega sobre los precios del pan, la harina y los fideos, entre otros productos sensibles para la canasta alimentaria de las familias argentinas más pobres. Asimismo, petróleo, gas y trigo incidirán sobre un nivel de inflación que, más allá de esta coyuntura, el propio Guzmán calificó como complejo para los próximos meses. Según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), las consultoras privadas apuntaban en enero, cuando lo de Ucrania era solo una hipótesis que pocos creían que podría concretarse, a una expectativa de IPC del 55% para el año.

 

Guzmán se rasca la piel de su cabeza desnuda. Definitivamente, la buena fortuna no es compañera de su gestión.

 

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