La invasión de Rusia a Ucrania se apresta a completar su cuarta semana, el impasse en el terreno tiene como contrapartida un agravamiento de los ataques contra la población civil, las mesas de diálogo para ponerle fin registran algunos avances no concluyentes, Estados Unidos lleva ahora a China su amenaza de sanciones y la economía mundial no deja de complicarse. La suma de contratiempos llega en el peor momento para la Argentina, que enfrenta el doble desafío de aplicar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en un contexto de crisis política y de doblegar una inflación demasiado alta.
Las noticias del frente bélico son desalentadoras. Rusia se dispone a realizar el asalto final a la ciudad de Mariúpol –sudeste–, una de las más golpeadas desde el 24-F, lo que le permitiría cerrarle a Ucrania el paso al mar de Azov y consolidar un puente terrestre que uniría las zonas que controla en el este y en el sur del segundo país. Horas atrás venció un ultimátum para que las fuerzas defensoras se rindieran y entregaran sus armas, el que fue desconocido. Kiev y otras ciudades, en tanto, sufren un castigo permanente.
Mientras, hace su debut en la guerra una nueva arma, los misiles hipersónicos, indetectables para los radares debido a su velocidad de hasta 12.350 km/h y su capacidad de cambiar de rumbo, escalada que responde a la entrega de las baterías antiaéreas más sofisticadas y de mayor alcance entregadas por Estados Unidos a Kiev.
Los mediadores turcos hablan de avances diplomáticos, pero Vladímir Putin rechaza el diálogo propuesto por Volodímir Zelenski y se muestra decidido a enfrentar las acusaciones de crímenes de guerra y a resistir el impacto de las sanciones occidentales en la economía de su país. También en ese plano hay un impasse: la Unión Europea (UE) comienza a discutir a regañadientes un embargo al petróleo y el gas rusos y Joe Biden llevará esta semana a Bruselas la presión para sumar a China a esas formas de torsión por la ayuda militar que, afirma –por ahora, sin pruebas–, ese país estaría brindando al Kremlin.
Ya se ha hablado de los principales vectores de contagio de la crisis militar a la economía global: la cotización del petróleo, el gas y otras materias primas, en especial los alimentos.
Estos se han hecho más peligrosos desde el estallido de los combates, pero la inflación internacional venía alimentada de antes, en particular por la fuerte expansión monetaria generada por la pandemia y el Gran Confinamiento a partir de 2020.
Así, el crudo WTI arrancó el año a 76,08 dólares por barril, cotizó a 92,81 el 24 de febrero y orillaba este lunes los 110.

Fuente: Market Watch.
En tanto, el trigo lleva acumulado un incremento del 17% desde el 24-F y uno del 45% desde el comienzo del año. Asimismo, crece la inquietud en torno a una escasez global de fertilizantes, algo que presionará más sobre el costo de los alimentos y ya genera advertencias sobre una posible "crisis alimentaria".
El último informe de la consultora Ecolatina registra todo eso y advierte que "las consecuencias del conflicto ya superan su impacto inmediato sobre los precios de las principales commodities". En ese sentido, indica que "las disrupciones en el comercio global podrían resentir la dinámica del PBI global en 2022".
De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, el club de los países ricos), el crecimiento de la economía internacional, estimado hasta ahora en 4,5% para el año, sería en verdad un punto porcentual menor, mientras que la inflación saltaría 2,5 puntos en promedio.
En momentos en que Estados Unidos registra una inflación de casi el 8%, la mayor en 40 años, la Reserva Federal decidió la semana pasada el primer incremento de su tasa de interés de referencia desde 2018. Fue de un cuarto de punto porcentual, lo que elevó el rango a 0,25-0,5%, preludio de "por lo menos seis subas más para el resto del año, lo que llevaría la tasa a 1,9% a fin de año", señaló la consultora. Dado que el banco central estadounidense espera para 2022 un incremento del índice de precios minorista del 4,3%, muy por encima de su objetivo del 2%, "pudo haber comenzado el final de una era de ultraliquidez global", de acuerdo con Ecolatina.
Más: esa firma cree que "el riesgo de una recesión (en Estados Unidos) parecería todavía ser subestimado (y) algunos indicadores de recesión se acercan peligrosamente al terreno de alerta".
El combo de inflación local más importada, aumento de los costos de la energía y los alimentos, desaceleración de la economía internacional y aumento de las tasas de interés perjudica a la Argentina.
Si la inflación nacional está establecida desde hace cuatro años por encima de un piso del 50% y si este año parece encaminada a subir un escalón más, al menos a 60%, las noticias que llegan del exterior son muy desfavorables en momentos en que el Gobierno ensaya una "guerra" contra ese fenómeno con un poder recortado que resulta de la crisis del Frente de Todos.
Además, la necesidad de mejorar los indicadores fiscales y monetarios se hace imperiosa para reducir un riesgo país propio de una nación en default, como indican los casi 1.800 puntos básicos de la actualidad. Eso, fundamental para rollear compromisos que irán creciendo y evitar el peligro de una nueva cesación de pagos desde 2024, se ve complicado, a su vez, por el final de la etapa de dinero barato que marca la Reserva Federal.
Argentina encara una fase crucial de su futuro económico inmediato en un contexto cada vez más adverso. El margen de maniobra se estrecha en la misma medida en que los desafíos se incrementan.