CARTA ALBERTA

Reaparece el secretario de Pensamiento K convertido al albertismo neonato

Ricardo Forster firma en segundo término un manifiesto que contrasta "moderación" con "radicalización" y llama a la unidad del "campo popular".

 

El filósofo fue nombrado asesor presidencial en los albores del Gobierno. Forma parte de un grupo comandado por el jefe de asesores, Juan Manuel Olmos. Forster compartía sillas con Dora Barrancos y, hasta su mudanza al ministerio de Ambiente, Cecilia Nicolini

 

Según el registro de audiencias oficial, como asesor participó de seis reuniones desde agosto de 2020 hasta febrero de 2021. En su última cita, Forster fue testigo de una charla de Alberto Fernández con  argentinos que se desempeñan en cargos ejecutivos en el sector empresarial mexicano.  

 

El sociólogo fundador del think tanK Carta Abierta aparece segundo, detrás del escriba presidencial Alejandro Grimson, en la lista de firmantes de un manifiesto en el que un amplio grupo de personalidades del peronismo salió a pedir la unidad del "campo popular" como dique para frenar el avance de "la derecha".

 

En el bodoque de 9.250 caracteres destinado al microuniverso de la política, la intelectualidad albertista destaca a "la moderación" (rasgo que asigna implícitamente al Presidente) como "una opción táctica" para "momentos en la historia en los cuales puede ser transformadora y la radicalización (tendencia que, se entiende, le adjudica a La Cámpora) impotente". 

 

En el final de una larguísima parrafada que ensaya un análisis del presente global y de los desafíos de los movimientos "progresistas y populares", Grimson, Forster y compañía convocan: "Seamos capaces, todos y todas los que nos sentimos parte del frente nacido en 2019 gracias a una decisión histórica, de seguir inventando una política que nos pueda conducir a la construcción de un país más justo".

 

La carta abierta, completa:

Una pregunta nos convoca y nos exige encontrar las respuestas imprescindibles: ¿Cuál es la mejor estrategia para enfrentar en la etapa actual a las fuerzas de la derecha, la ultraderecha y el neoliberalismo que se muestran activas y con una fuerte capacidad de interpelación social? En el amplio espectro progresista, del campo popular y de las izquierdas, este debate está a la orden del día en varios países como consecuencia, entre otros factores, del impacto de los dos años de pandemia y, ahora, de lo que significa la guerra que lanza hacia un territorio de incertidumbre la vida colectiva en la geografía planetaria. A partir de la “oleada” de 2015 y 2016 que produjo el golpe contra Dilma, el triunfo de Trump, el ascenso de la derecha en Gran Bretaña y la derrota electoral en Argentina, se ha iniciado un ciclo marcado por la inestabilidad global, por triunfos y derrotas de ambos proyectos antagónicos y por una enorme dificultad de generar sustentabilidad a todos los proyectos políticos. 

 

Estamos en una época donde toda estabilidad se vuelve precaria y provisoria. Su figura dominante y excluyente es la del “cisne negro”. En el inicio de aquel ascenso de la derecha hubo quienes postularon que sólo con una radicalización equivalente el campo popular podía volver a construir mayorías. Sin embargo, hasta ahora ningún proyecto de esas características pudo triunfar ni en Europa ni en América Latina. Más bien, los triunfos electorales y otros posibles triunfos populares en otros países están inexorablemente marcados por la construcción de la unidad más amplia posible.

 

Ahora bien, esa unidad plantea tensiones, porque no salda el debate, sino que hace que se despliegue en un nuevo marco: ya sea como proyecto electoral o como gobierno. Con la pandemia, los avances electorales de la ultraderecha y el debilitamiento de la integración regional en América del Sur, no se encuentran experiencias nacionales de radicalización política comparables a algunos casos de las primeras décadas del siglo. Siempre es necesario saber leer los signos de cada momento histórico, no como un ejercicio de resignación o de posibilismo, sino como forma de desplegar acciones que logren sostener y hacer avanzar a los proyectos populares.

 

Salvo el caso de Chile desde 2019, tampoco hay fenómenos de movilización social y política comparables a lo sucedido en aquellos años en Venezuela, Bolivia, Ecuador o Argentina. Y el gran triunfo de Boric requirió del apoyo de una amplísima coalición. 

 

Todas esas dificultades se agravan porque en varios casos la unidad vive procesos de tensión y podría terminar en un proceso de alta fragmentación. Donde eso ocurra -y esta es nuestra principal preocupación, aquello que motiva este escrito- habrá un camino expedito para el retorno del neoliberalismo, seguramente en una versión acentuada y con mayor potencia destructiva, más allá de las formas que asuman coyunturalmente las candidaturas. En un momento de alto cansancio y desgaste social por crisis profundas, la política transformadora necesita evitar que esos debates aparezcan como desconectados de ese malestar. 

 

Es decir, el campo nacional y popular necesita abrir un debate amplio y franco acerca de la sostenibilidad del proyecto político. La política consiste en crear posibilidades y en diseñar nuevos caminos. Sin embargo, esa creación surge de las vivencias y las movilizaciones de la sociedad. Las ideas y la voluntad no sólo deben encontrarse con las demandas sociales. Es la sociedad, con sus creencias, sus organizaciones, sus disputas culturales, la que establece posibilidades y límites de esos procesos, tanto en términos económicos como políticos. Los pueblos no son entidades metafísicas. Constituyen experiencias históricas concretas, hechas con personas de carne y hueso, que sufren el impacto de los dispositivos de la dominación, las enormes dificultades de un tiempo de incertidumbres y precariedad. Los “otros” también juegan y lo hacen con una mezcla de astucia, poder de fuego inmenso y capacidad de construir sentido común.

 

El hecho de que las experiencias populares anteriores sean tan cercanas en el tiempo tiene un papel doble. Por un lado, permite la existencia de una memoria social, al menos en un sector relevante. Por otro lado, puede provocar la ilusión de que sería deseable y posible regresar a aquellos momentos, cuando en política no existe forma de regresar. La memoria de lo vivido, sus enseñanzas, son un activo en nuestra tradición política. No pueden ni deben convertirse en formas ejemplares y absolutas como si entre ellas y nosotros nada hubiera sucedido. Hace pocos años se vivieron momentos épicos y hoy no hay una situación épica. Por eso, aquí y ahora, hay una situación que conviene comprender mejor, incluso para detectar errores tácticos y técnicos.

 

Cuando miramos la historia, muchas veces nos preguntamos si ante disyuntivas históricas, todos los actores tenían plena conciencia de lo que se encontraba en juego. Si hubieran apostado de la misma manera a un cambio de raíz de haber sabido cómo se desenvolvieron finalmente los sucesos históricos. Y aquí las opiniones siempre estuvieron divididas. Ha habido quienes creen que se trata de plantar banderas con la voluntad, aunque eso derive en enormes derrotas, creyendo que así se construirá en otra etapa una victoria. Ha habido quienes prefieren amoldar la estrategia para construir cambios más paulatinos y han sido criticados por realistas o posibilistas. Y por último ha habido quienes en nombre de la resignación se han plegado en cada situación a los vientos que corrían.

 

Creemos que hay que asumir los riesgos concretos que nuestras sociedades desiguales tienen en la situación actual. En términos globales, hay que dar Creemos que hay que asumir los riesgos concretos que nuestras sociedades desiguales tienen en la situación actual. En términos globales, hay que dar pasos firmes y concretos sabiendo que vendrá más adelante una nueva oleada, más profunda si somos capaces de no desperdiciar lo que ahora estamos sosteniendo, con grandes dificultades. Pero si esa oleada dependiera sólo de la voluntad este debate no tendría sentido. Esperar a tiempos mejores incluso tomando el riesgo de grandes derrotas no puede ser hecho sin asumir el propio lugar en las consecuencias calamitosas sobre la vida de las trabajadoras y trabajadores, de las consecuencias desastrosas (incluso de pocos años neoliberales) sobre generaciones. 

 

La etapa marca la necesidad de ampliar la imaginación política y desplegar un programa de reformas sociales que en cada país pueda acompañar las dinámicas de las propias sociedades. El optimismo de la voluntad es clave para construir hegemonía, para que una multiplicidad de demandas pueda articularse en un gobierno popular. La construcción de mayorías y de sentido común requiere de una estrategia compleja, donde la propia diversidad es un potencial enorme.

 

Unidad para defender la democracia y los derechos humanos. Unidad para repudiar la persecución política contra líderes populares y, ahora mismo, la violencia inusitada contra nuestra vicepresidenta en el Congreso. Unidad para construir la transformación material progresiva sobre la cual se despliegue el día a día de los trabajadores y sus familias. Unidad para fortalecer a nuestro gobierno y a nuestro Presidente.

 

Cuando la unidad entra en riesgo, el resultado es incalculable. Frente al odio, templanza. Ante las minorías excluyentes, construcción de mayorías. Ante los propios deseos, intenso diálogo con los sectores populares. Ante los propios errores, reparación. Nadie es dueño, como le gustaba decir a Néstor Kirchner, de la verdad absoluta. En la diversidad, en las discrepancias, en los acuerdos, en “las verdades relativas” y en la voluntad de tensionar creativamente la unidad está nuestra fuerza allí donde compartimos un ideal emancipador común.

 

Estamos atravesando una etapa de triunfos y derrotas, de avances y retrocesos. Hay que asumir los ritmos de una realidad veloz y cambiante y trabajar para crear otras posibilidades. Si se preservan identidades para otra etapa quizás se encuentren con un futuro catastrófico que hoy no es fácil imaginar pero que acecha en el horizonte si nos resignamos a descuidar lo que hoy tenemos. El deber de la hora es sostener los proyectos progresistas y populares, fortalecer a esos gobiernos contra las arremetidas de las derechas, crear ámbitos para que la diversidad pueda desplegarse y tener siempre muy claro dónde está la contradicción principal.
Hay decisiones que un dirigente debe tomar porque son necesarias para el país y el bienestar de la población, aunque a veces pueden no ser convenientes para su capital político o su futuro electoral. La historia está repleta de ejemplos. 

 

La moderación no es buena o mala en sí misma. Quizás en países híper estables la moderación puede ser hasta una identidad. En América Latina no. Es una opción táctica en una etapa específica. Hay momentos en la historia en los cuales la moderación puede ser transformadora y la radicalización impotente. 

 

En otras condiciones objetivas, en cambio, intensificar las acciones transformadoras es la clave de un proyecto popular. Seamos capaces, todos y todas los que nos sentimos parte del frente nacido en 2019 gracias a una decisión histórica, de seguir inventando una política que nos pueda conducir a la construcción de un país más justo.

 

Firmantes

Alejandro Grimson -  Ricardo Forster - Jorge Alemán - Ana Castellani - Juan José Gianni - María Esperanza Casullo - Nahuel Sosa -  Fernando Peirano - Diego Golombek - Daniel "Tano" Catalano - Graciela Morgade - Pablo Semán - Gerardo Adrogué - María Seoane - Eduardo Jozami - Dora Barrancos - Adriana Puiggrós - Claudio Ingerflom - Carolina Mera - Eduardo Aliverti - Elina Malamud - Adrián Cannellotto - Rubén Zárate - Martín Unzué - Edgardo Esteban - Guillermo Carmona - Edgardo Mocca - Matías Cerezo - Luis Kon - Lila Pastoriza - Alejandro Tarruella - Jorge Mancinelli - Sebastián Etchemendy - Agustín D' Attellis - Francisco "Tete" Romero - Jaime Sorin - Carlos Freytes - Jorge Battaglino - Juan O'Farrell - Phillip Kitzberger - Sergio De Piero - Walter Wallach - Eduardo Villalba - Cecilia Todesca Bocco - Armando Ledesma - Federico Escribal - Abelardo Vitale - Guido Giorgi - Nicolás Tereschuk - Victoria Banegas - Ricardo Rouvier - Miguel Cuberos - Cecilia Abdo Ferez - Josefina Chávez - Fernando Melillo - Perazza Roxana - Tatian Diego - Teresa Laura Artieda - Lucia Perl - Pedro Nencini - Silvia Giambroni - Rachid Jose Luis - Aldo Lo Russo - Addis Ricardo - Patricia Raquel Redondo - Adrián Niron - Nilda Corral - Mariano Venturini - Cecilia Sleiman - José Gabriel Migueles Chazarreta - Guillermo Justo Chaves - Sofía Lafuente - Laura Gold - Fabiana Rousseaux - Roberto Follari - María Inés Fernández - Cecilia Raquel Flores -  Silvia Zerillo - Oliveira Mijarez - Jorge Andrés Mendoza Madrid - Gabriela Lauretti - Oscar Rodríguez - Águeda Pereyra- Hernán Pombo - Luis Butierrez - Andres Dmitruk - Sol Prieto - Rubén Rodríguez - Tabera Monica Cristina María Inés Peralta -  Sabina Frederic -  JuMariano Faraci - Gonzalez Parma Silvia Mónica - Gustavo seijo - Abreu Enzo Nicolás - Fund Selva - Norberto Ferrari - Alfredo Benialgo - Montechiarini Celeste - Paula Meschini - Sebastian Adrian -Alejandra Perez Feulien - Orlando Pablo -Mancebo Cristina - Mariano Zukerfeld - Adrián Díaz - Bisignano Graciela - Carvajal Adela - Dmitruk Ernesto - Muro Alejandra - Sestua Paula - Bernardo Cortés Márquez - Fernández Stella Maris - Iliana Prieto - Fiocco Rosanna - Jorge Sad Levi - Perez Myriam - Federico Casiraghi - Zunino Susana - Jorge Gaña - Ana Gastaldi - Leandro Boero - Rosa Blanquer - Niemes Valeria - Lidia Bracco - Verónica Vitullo - Mariana Roqueiro - Zunino Elena - Pérez Moncunill, Laura - Kisel Norma Monica - Guillermo Federico Flesca - Battistuzzi Silvia - José Antonio Bernabe - Jorge Fernández - Gallardo Cristina - Edith Fernández - Lidia Ferrari - Edith M. 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Vázquez - Natalia Domínguez - Ara Néstor - Ara Néstor - Michalski Marcelo - Carli Sandra - Prospitti Agustín - Jaschele  Burijovich 

 

Mary Carmen Carrizo será la titular de la Policía de Río Negro.
Oscar Zago.

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