"A vos te necesitamos, Cristina, para seguir avanzando con los derechos", fue el final de la introducción de Axel Kicillof para que tomara el micrófono Cristina Fernández de Kirchner este martes, es su primer acto después de la condena a seis años de prisión que recibió en la causa Vialidad y de su no renunciamiento sino proscripción para 2023, como buscó aclarar. Cuando sonaron los primeros acordes del coro "Presidenta...", la vice fue la primera en cortar la música. Después del pedido del gobernador, fue también la primera en pedir que otros tomen la posta.
Al final de uno de sus discursos públicos menos extensos (habló solo 26 minutos), la exmandataria ensayó: "Cada dirigente, cada militante, tiene su bastón de mariscal en la mochila", antes de demandar a un interlocutor genérico: "Sáquenlo y no le pidan permiso a nadie para sacarlo. Si se equivocan, pidan perdón, pero no le pidan permiso a nadie".
La pregunta que quedó resonando en Avellaneda en este cierre de 2022 no es para nada nueva, ya que es la misma que atravesó al kirchnerismo luego de la derrota de 2015: ¿Qué viene después de Cristina? En aquel momento, para las legislativas de 2017, la respuesta fue otra vez Cristina. Lo mismo para 2019, con un asterisco llamado Alberto Fernández. ¿Para 2023 finalmente nacerá un cristinismo sin Cristina o, al menos, una aproximación a esa era?
El karma de los personalismos es no poder administrar su propia sucesión. Incluso la que parece más perfecta, suele afilar la daga de la traición por la espalda. Le pasa a todos los Ejecutivos, desde los más pequeños, los municipales, hasta las intrigas palaciegas de la Casa Rosada. El drama del legado. La necesidad de Kicillof de azuzar un clamor CFK 2023, expresada este martes en público, esconde lo que dice su tropa bonaerense en privado hace semanas: su plan reeleccionista sigue en marcha, una sentencia que pretende obturar cualquier intento de hacerlo saltar a una boleta presidencial. Sin embargo, como también suele repetir su entorno, el gobernador hará lo que la Jefa le pida.
Con casi cuatro de cada diez personas en condiciones de votar en su distrito, sólo por volumen electoral demográfico, Kicillof es el producto del cristinismo puro más exitoso, en las urnas, después de la propia Cristina. Lo lógico sería que él tomara el bastón de mariscal, pero nada en la ecléctica coalición del Frente de Todos sigue unos parámetros normales.
Por otro tipo de lógica, en este caso de ADN, lo natural sería que el heredero político de Cristina fuera su sucesor genealógico, Máximo Kirchner. El diputado, que renunció a la jefatura del bloque del FdT y a una silla en la mesa de conducción del Gobierno, este martes siguió el discurso de su madre desde Río Gallegos. Madre e hijo suelen ser entes individuales en términos políticos, incluso tomando rumbos distintos frente a determinadas situaciones. Fue Máximo quien reveló hace poco que no estuvo de acuerdo con que CFK no fuera candidata presidencial en 2019. Su rol al frente del PJ bonaerense, después de la novela para ocupar ese sillón, tampoco modificó su tradicional imagen de bajo perfil, con esporádicas apariciones en la marquesina política. Las últimas, más que nada, estuvieron abocadas casi con exclusividad a una estrategia de diferenciación del albertismo que no terminó de nacer.
A paso lento pero seguro, el ministro camporista Eduardo de Pedro está construyendo una incipiente candidatura 2023, aún con cargo por revelar, exportando su figura este año con viajes protocolares por Israel y los Estados Unidos, aplicando a rajatabla el besamanos de un aspirante presidencial. En el ámbito local, alimenta la fantasía de la avenida del medio, con fotos con el peronista Juan Schiaretti, el exkirchnerista Juan Manuel Urtubey y el radical Facundo Manes. ¿Puede tomar el bastón de mariscal? Cristina debería dárselo en mano.
El mensaje de CFK tal vez no tuvo, entonces, un único dirigente en mente. Apuntó a alimentar de clamor a sus propias bases, cuyo principal temor comienza a hacerse realidad: ¿habrá cristinismo sin Cristina?