SAN PABLO (Enviado especial) Horas antes, en las calles de esta ciudad, la militancia del Partido de los Trabajadores (PT) anticipaba una victoria en primera vuelta de Luiz Inácio Lula da Silva, pero el presidente Jair Bolsonaro realizó una elección mejor de lo esperado y obliga a la oposición a un ballotage, el 30 de octubre, que se presente impredecible. Unos fuegos artificiales cortan la tranquilidad de la noche. !Lula, Lula, es Lula! grita un joven. Algunas personas lo siguen. Las bases del PT montan la fiesta, pero con alegría contenida y el miedo prematuro que instauró el bolsonarazo no esperado.
El entusiasmo y la esperanza desaparecieron. De un parlante sale música funk y un grupo de personas baila. Los vendedores caminan entre pasillos humanos para vender bebidas, comidas y merchandising de la campaña. El piluso rojo del partido cuesta 30 reales, pero si se compran dos cuestan 40. Hay que vender. El tiempo se acaba. La Avenida Paulista, que cruza los 100 kilómetros de largo que tiene esta ciudad, tiene dos carriles, pero la militancia se reúne en uno solo. En el otro, la Policía controla con una cantidad de unidades prevista para una victoria en primer turno. Sobran.
Finalmente, en la primera vuelta electoral, Lula da Silva conquistó el 48,43% de los votos y consiguió el primer puesto, pero el sabor es semiamargo. El PT mostró una gran capacidad de resiliencia: hace cuatro años, su máximo líder estaba preso, había sufrido un derrumbe en las elecciones subnacionales y municipales y algunos sectores ya preparaban su velorio político. Este domingo consiguió la primera posición, pero a Bolsonaro le fue mejor de lo esperado y Lula deberá luchar en un ballotage indeseado de final abierto.
“No sé qué pasó”, le cuenta Luisa a Letra P, una joven de casi 25 años que lleva los labios pintados de rojo que le hacen juego con un vestido del mismo color mientras enrolla un cigarrillo. “Mañana hablamos. Ahora no”, le dijo una fuente de la campaña nacional del PT a este portal minutos después de que se conocieran los números electorales.
A pesar del optimismo y la alegría que Lula intentó inyectar en sus bases, tanto en el discurso que brindó en el hotel donde esperó los resultados como en las calles de esta ciudad, su coalición sintió el impacto de una noche que no fue la deseada ni la esperada. “No sé”, agrega Raquel, una amiga del mismo grupo de Luisa.
“El fascismo -como califica al bolsonarismo- le escapa a las encuestas y a las lógicas normales de la política que nosotros ya tenemos, que ya conocemos”, agrega Luisa mientras intenta prender el tabaco que ya preparó. Hace cuatro años, Bolsonaro ganó su primera elección con una campaña marcada por la violencia, el machismo y el racismo; este domingo, ganó casi dos millones de votos desde aquella noche de primera vuelta de 2018. Ni su beligerancia, ni su polarización, ni la pandemia, ni la economía: Bolsonaro es un hombre de masas que el sistema y el PT aún no logran entender. “No sé qué pasó en estos últimos días”, repite Raquel.
-¿Cómo sigue la campaña para estas cuatro semanas que se vienen? -pregunta Letra P.
-No sé, tengo miedo -confiesa Luisa.
-¿De la violencia?
-No, de que ahora gane Bolsonaro.
Unos minutos después de la medianoche, la militancia se desconcentra y en la Avenida Paulista quedan más escobillones de la municipalidad para limpiar la calle y policías que votantes de Lula. Unos fuegos artificiales vuelven a cortar el silencio. Buscan prender una campaña que este domingo recibió un fuerte viento en contra.