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Rosatti, el peronista inorgánico

La salida de Highton se explica en el empoderamiento del santafesino, rival de ella y de Lorenzetti. En esta nota de septiembre, perfil del nuevo presidente.

A Horacio Rosatti, parece, se le acortaron los plazos. El santafesino que fue ministro de Justicia de Néstor Kirchner y hoy es juez de la Corte Suprema figura como candidato para suceder a Carlos Rosenkrantz en la presidencia del máximo tribunal. Con 65 años recién cumplidos, una experiencia política más que considerable y la ambición de llegar a lo más alto, Rosatti parece haber encontrado antes de tiempo la oportunidad que buscaba. En el Círculo Rojo, lo señalan desde hace algunas semanas como el número puesto para reemplazar al exrector de la Universidad de San Andrés después de las PASO. 

 

Cumplidos los tres años de Rosenkrantz en la presidencia de un cuerpo que comenzó a funcionar de manera colegiada, la Corte debe renovar sus autoridades a más tardar el 30 de septiembre. En 2018, cuando nadie lo esperaba fuera del Palacio y después de 11 años de poder ininterrumpido, los supremos dieron por finalizado de manera abrupta el larguísimo ciclo de Ricardo Lorenzetti como jefe máximo del partido judicial. El rafaelino, que esperaba ser reelecto, sufrió una derrota aplastante 4 a 1. Fue el 11 de septiembre, una fecha que esta vez caerá el sábado previo a las primarias abiertas y obligatorias, lo que obligará a esperar la definición unos días más. 

 

Enemistado desde el minuto uno con su coterráneo Lorenzetti, el nombre de Rosatti aparece en un contexto preciso y como producto de una serie de circunstancias. La convivencia en la Corte no es sencilla y combina momentos de cierta armonía con escenas de guerra abierta. Sin embargo, Rosenkrantz y Rosatti, los dos jueces que ingresaron de la mano de Mauricio Macri hace más de cinco años, mantienen una relación civilizada y están unidos por el rechazo a Lorenzetti. 

 

De la ronda de consultas de Letra P con las fuentes ligadas a la Corte y la política se desprende que todo está por verse, falta la negociación final y nada puede descartarse. De todas maneras, las chances de Rosatti se elevaron como nunca en las últimas semanas. Rosenkrantz, que hasta hace poco pensaba ir en busca de su reelección para no cederle su lugar a Lorenzetti, ahora parece dispuesto a dar un paso al costado y quienes lo conocen afirman que evalúa ser el número dos de Rosatti. Sería, según se dice, una nueva etapa en la que el máximo tribunal seguiría funcionando de manera colegiada y cada voto seguirá siendo autónomo como parte de un mapa de poder fragmentado.

 

Como el más veterano de los supremos -ingresó como juez de la Corte en 2002-, Juan Carlos Maqueda es, desde hace tiempo, el candidato natural para asumir la presidencia, pero en el Palacio se dice que no tiene voluntad de aumentar su exposición. Con casi 72 años y algunos problemas de salud, el cordobés que fue convencional constituyente junto a Rosatti en 1994 podría asumir la presidencia por un período de tres años. Solo lo haría, dicen sus allegados, si los aliados de Lorenzetti insistieran con una propuesta insólita, leída en clave de desesperación tanto en los tribunales como en la política: el proyecto de Emiliano Yacobitti y Cristian Ritondo -que desistió en el camino- que pretende modificar el método de selección del presidente de la Corte. Frustrado ese intento que se adjudica a un acuerdo entre el peronismo del FdT, el macrismo y la UCR de Enrique Nosiglia, hoy Maqueda aparece como el principal promotor de Rosatti para suceder a Rosenkrantz. 

 

El oficio

Exdecano de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Santa Fe, exintendente de Santa Fe, exconvencional constituyente y exprocurador del Tesoro, Rosatti se alejó temprano del kirchnerismo con su renuncia en 2005 al Ministerio de Justicia en desacuerdo con una licitación de cárceles. Una década más tarde, volvió a los primeros planos como candidato de Macri y con el respeto de Elisa Carrió, que también lo conocía desde la Constituyente. En su libro Primer Tiempo, el expresidente escribió que se arrepentía de haberlo propuesto como juez de la Corte.

 

De históricas diferencias con Alberto Fernández, el exministro de Kirchner no asoma como el más amable de los interlocutores para el peronismo cristinista y viene de fallar en contra de Amado Boudou y Milagro Sala en dos causas de lo más sensibles. Tampoco para Horacio Rodríguez Larreta, que cultiva desde hace tiempo su vínculo con Lorenzetti a través de Gustavo Ferrari, el ministro de Justicia de la exbonaerense María Eugenia Vidal. Sus detractores lo señalan como candidato de Clarín y La Nación, dos de las empresas de comunicación que tienen acciones en la Corte y se distanciaron de Lorenzetti, el aliado histórico de Infobae. A Rosatti, que aterrizó en la Corte después de haber actuado durante toda su vida en el peronismo, le atribuyen desde el cristinismo contactos con Jorge Rendo, el embajador de Héctor Magnetto ante la política y los tribunales. Cuando llegó, dijo que se proponía aprender el oficio de ministro del máximo tribunal. Hoy, aunque no lo diga, piensa que ya aprobó todas las materias. 

 

El estilo Rosatti parece estar en las antípodas del de Lorenzetti. El rafaelino que fue jefe del partido judicial durante 12 años cuenta con una serie de características que lo distinguen de sus pares. No sólo ordenó las mayorías durante su reinado en el máximo tribunal con el respaldo de los grandes medios, sino que, además, trabajó la interlocución con Comodoro Py y trabó buenas relaciones con la dirigencia política. Hoy, combina su llegada al Presidente con el predicamento en sectores empresarios, los contactos con el radicalismo, la fina sintonía con el titular del Consejo de la Magistratura, el exmassista Diego Molea, y el diálogo con dirigentes de La Cámpora como Juan Martín Mena, Eduardo de Pedro y Gerónimo Ustarroz. Esa cercanía con el cristinismo no deja de ser sorprendente para un presidente de la Corte que fue el jefe de la Justicia durante el apogeo del lawfare.

 

Con un perfil de jurista más que de político, Rosenkrantz jamás se preocupó por esa tarea, pretendida por Pepin Rodriguez Simón, el fallido operador judicial de Macri. Aliado a Maqueda en la conformación de la mayoría peronista, Rosatti tampoco se esfuerza por vincularse con el partido judicial. A su asunción no fue invitado ninguno de los jueces de Comodoro Py y en la dirigencia del Gobierno y la oposición le critican la escasa predisposición al diálogo. 

 

El criterio

Su criterio acaba de quedar plasmado en el voto de dos fallos resonantes que firmó junto a Maqueda y cayeron como una patada al hígado del establishment: uno contra la petrolera Esso, de la familia Bulgheroni, y otro contra Molinos, de la familia Pérez Companc. En el primer caso, la Corte falló a favor de la potestad del municipio de Quilmes para cobrar una tasa de seguridad e higiene a la firma que es parte del holding Pan American Energy; en el segundo, el máximo tribunal avaló el pago del Impuesto a las Ganancias sobre los dividendos de Molinos y consideró una conducta “abusiva e irrazonable” la constitución de una subsidiaria en Chile para eludir la tributación. Rosatti y Maqueda tomaron como antecedente el fallo Parke Davis, una sentencia que horroriza entre los dueños y es considerada un leading case de la Argentina populista. El duo peronista de la Corte defiende una tradición que, a diferencia de Lorenzetti, no alteró ni siquiera en los años del apogeo amarillo: el derecho laboral y el derecho previsional aparecen en los fallos y se convierten en un límite a la política.

 

Queda entre los fallos más cuestionados de Rosatti el voto a favor del 2 x1 para el represor Luis Muiña en 2017 junto a Rosenkrantz y Elena Highton, una votación que lo encontró en la vereda de enfrente de Maqueda y de Lorenzetti. Aún defendiendo sus fundamentos, Rosatti revirtió su criterio en el fallo de 2018 sobre el caso Batalla, donde solo el presidente de la Corte avaló el 2x1 para militares que actuaron durante la última dictadura.  

 

Entrevistado hace poco para el libro El peronismo de Cristina, Rosatti dejó algunas definiciones que pueden servir para entenderlo si finalmente se convierte en sucesor de Rosenkrantz. El santafesino reivindicó su experiencia al lado de Kirchner y destacó la audacia del expresidente: “Tenía un empuje que le permitió ir corriendo los límites y todos fuimos corriendo los límites”, dijo y recordó que, en el inicio de la gestión, cuando trabajó las demandas en el CIADI con Roberto Lavagna y Rafael Bielsa, había mística. Además, elogió de Maqueda algo que puede adjudicarse para sí mismo de cara a la nueva etapa: “A mí me parece que la persona que llega a la Corte con una experiencia de compromiso político tiene un plus. Los jueces más importantes en la historia de la Corte norteamericana tuvieron intensa experiencia política previa”. Por último, explicó cuál es su mirada sobre la relación entre la política y la justicia. “El político siempre se queja de que el juez frena el cambio y el juez dice que no se puede hacer cualquier cosa. El político es un pintor de brocha gorda, el juez es un fileteador, le queda la interpretación de la ley. Muchas veces el juez interviene porque el político no ha actuado. Cuando el problema llega acá y nosotros tenemos que resolverlo, ha pasado varias instancias judiciales antes porque hay un conflicto que desde los poderes representativos no pudo ser resuelto. Está mal que lo que tiene que hacer el político, lo haga el juez. El juez es muy mal político en general”.

 

La Corte Suprema de Javier Milei: Manuel García-Mansilla, Ricardo Lorenzetti, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz.

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