PASO 2021

Festejo en offside, shock y el temor al día después

El Frente de Todos no la vio venir. Fuerte impacto por los resultados adversos en gran parte del país. Especulaciones sobre el gabinete y reproches internos.

Pase de facturas, desazón, incertidumbre e incredulidad. La noche que empezó con un festejo prematuro en La Plata terminó en el búnker del Frente de Todos (FdT) con lecturas apresuradas sobre una derrota inesperada, reproches internos y preguntas sobre cómo seguirá la marcha del gobierno de Alberto Fernández después del revés electoral que nadie calculaba.

 

Ni los pronósticos propios más pesimistas tuvieron en el radar la derrota que recién se materializó el domingo pasadas las 21, cuando empezaron a llegar los primeros resultados oficiales al búnker montado en el complejo C Art Media, en Chacarita. El funcionariado y la dirigencia no daba crédito a los datos que marcaban  desventajas en distritos que pensaban asegurados, como La Pampa y Tierra del Fuego, mostraban diferencias abismales en Santa Fe y Entre Ríos, y una tendencia preocupante en la provincia de Buenos Aires.

 

Para entonces, Cristina Fernández de Kirchner ya estaba en el búnker del oficialismo, monitoreando los números junto al ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro. El Presidente seguía en Olivos, acompañado por el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello; y el vocero Juan Pablo Biondi.

 

“Desastre absoluto”, le dijo a Letra P un operador del FdT que a esa hora contaba triunfos solo en cuatro provincias. Puertas adentro, comenzó el ensayo de las explicaciones a la derrota. “La gente está enojada. Hubo una pandemia, perdió todo. Que te vote ya es un milagro”, explicó un vocero de la campaña.

 

En Olivos, el Presidente se preparó para dar la cara. Pasadas las 22, salió rumbo al centro de campaña montado en Chacarita. Se reunió en el tercer piso con Cristina, Máximo Kirchner, De Pedro, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa y el gobernador Axel Kicillof, entre otras figuras. Estaba enojado con encuestadoras y consultoras que habían vaticinado otro resultado y que, hasta último momento, habían dado ocho puntos de ventaja en la provincia de Buenos Aires en los sondeos de boca de urna.

 

A las 23.30, el Presidente salió al escenario acompañado por la plana mayor del FdT para poner la cara en la derrota. “Hemos hecho un enorme esfuerzo. Evidentemente algo no habremos hecho bien para que la gente no nos acompañe como esperábamos. Escuchamos con respeto y con mucha atención. Evidentemente hubo errores que hemos cometido”, dijo Fernández. 

 

Abajo del escenario comenzaron las especulaciones sobre el día después, posibles cambios de gabinete y, también, las autocríticas. “Plantear la elección en términos de un plebiscito de la gestión estuvo mal”, apuntó un vocero que participó activamente en la comunicación de la campaña. Otros apuntaban contra el seno del Gobierno por haber mostrado tanta confianza. “Viven en otro mundo”, apuntó, contundente, un operador que siguió el armado de todas las provincias.

 

En la Casa Rosada reconocieron que el Presidente se concentró demasiado en territorio bonaerense y abandonó al interior a su suerte. “Es posible”, concedió el canciller Felipe Solá cuando le consultaron si habrá cambios en el Gabinete. 

 

En el seno de la coalición también hubo reproches internos por el festejo prematuro en La Plata, por una victoria bonaerense que nunca llegó. “¿Cómo van a cambiar en las mesas testigo y los boca de urna cuando cambiaron todos los lugares de votación?”, dijo un socio bonaerense. Algo había advertido Massa, cuando evitó viajar a La Plata, pese a que había anunciado por la mañana que se sumaría a la reunión convocada por Kicillof.

 

Fernández había tenido una jornada apacible. Votó pasadas las 9.30 en la Universidad Católica de Puerto Madero, volvió a Olivos y almorzó junto a la primera dama, Fabiola Yáñez. Pasadas las 15, el Presidente ingresó solo al bodegón El Alba, en el barrio porteño de Boedo, donde se reunió con su candidato en la Ciudad, Leandro Santoro, que estaba por almorzar con el senador y jefe de campaña, Mariano Recalde

 

“Vengo a decirles que estamos muy bien”, tranquilizó el Presidente a los comensales. De buen humor, Fernández accedió a sacarse fotos con todas las personas que se lo pidieron. El encuentro duró más de una hora y fue parte de la cábala. En 2019, Fernández compartió el desayuno en su departamento con el legislador antes de ir a votar. Luego sobrevino el triunfo. 

 

Más tarde, Fernández se recluyó en Olivos, desde donde monitoreó la marcha de la jornada electoral. Cerca de las 16.30 recibió allí a Cafiero. Los boca de urna que le llegaron durante todo el día alentaron el optimismo. “Llegan buenas noticias”, decían a media tarde en el entorno presidencial. Pasadas las 20, el Presidente le insistió a los íntimos con los números que auspiciaban un triunfo por ocho puntos en la provincia de Buenos Aires, decía. No se avizoraba la catástrofe.

 

“Cuando la gente está enojada te vota en contra”, había advertido hace poco menos de un mes un secretario de Estado, mientras sus colegas se subían al carro prematuro de la victoria. “No hay que desesperar, las crisis nos dan oportunidades”, le dijo a Letra P un funcionario albertista, después de que el Presidente diera su breve discurso, montado sobre el escenario del complejo C.  

 

Ninguna apuesta funcionó. Ni Tolosa Paz, en la provincia de Buenos Aires, ni Santoro, en la Ciudad, en la lista del Presidente. El kirchnerismo también se cargó derrotas propias en Santa Cruz y en varios distritos de la provincia de Buenos Aires. La marca del Frente de Todos no alcanzó. El enojo de la sociedad después de la pandemia pudo más. “No pudimos dar vuelta la historia”, admitieron en la Jefatura de Gabinete. La Rosada se había ilusionado con que un triunfo cortaría con la racha de derrotas en las elecciones de medio término que el peronismo cosecha desde 2005. El FdT tampoco le pudo escapar a la suerte de todos los oficialismos del mundo, que perdieron elecciones después de la pandemia. 

 

Las caras fueron elocuentes. Cristina acompañó pero apenas hizo un choque de puños con el Presidente. Máximo Kirchner lo saludó. Massa y Kicillof lo abrazaron entre caras de preocupación. “Tengo por delante dos años de gobierno, no voy a bajar los brazos y necesito de la ayuda y la colaboración de cada argentino y humildemente les pido que me ayuden”, dijo el Presidente, que el lunes se enfrentará a la inesperada necesidad de barajar y dar de nuevo después de un fracaso inesperado.

 

Maximiliano Pullaro recibió patrulleros de la provincia de Buenos Aires
Martín Menem y Karina Milei.

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