Después de dos décadas de reinado de la soja como cultivo del agro en la zona núcleo productiva, el maíz le empieza a discutir el protagonismo. En la comparación, el oro verde presenta peores márgenes y rindes que pesan en los productores a la hora de sembrar, pero es lo que más divisas genera a la economía. De fondo hay una disputa en la aplicación de las retenciones: las agroexportadoras insisten en bajar para reimpulsar la soja y encienden la alerta para que la nueva estrella del agro no ligue un aumento.
La comparación no debe ser lineal, porque en el mercado del maíz juegan restricciones, cupos y precios, pero hay una tendencia muy sencilla: quien produce en la zona núcleo (norte de Buenos Aires, sur de Santa Fe y oeste de Córdoba) le esquiva a la soja porque deja peores márgenes brutos, menores avances genéticos y mayor presión impositiva.
La producción en la campaña 2020/21 en la pampa gringa entre ambas fue un empate con 14,5 millones de toneladas, pero el cereal le gana en rinde y en evolución del área sembrada según un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). A nivel país, el maíz pasó de 25 millones de toneladas hasta 2015 a las 55 millones actuales, de las cuales 36 millones se exportan, 17 millones son de consumo animal y apenas cuatro millones se procesan en la pujante industria del bioetanol. La producción total de la soja se ubica en los 45 a 50 millones de toneladas, con una caída del 10% en los últimos cinco años, y el 85% se procesa. Este dato es clave para la hegemonía del negocio sojero y el peso de las aceiteras.
En los últimos diez años, el área sembrada de maíz en la zona núcleo comenzó a incrementarse, mientras que la de la soja hace cinco años que cae. De hecho, es muy probable que esta sea la menor siembra de soja de los últimos 20 años. El tema central es que no hay un aumento del área agrícola, sino que se da una sustitución de maíz por soja. Por ende, con mejor rinde por hectárea y más área sembrada, la producción de maíz empieza a escaparse. Igualmente, la soja es inalcanzable al contabilizar toda la siembra del país y no sólo la zona núcleo: 17 millones de hectáreas sembradas contra siete millones.
Los malos y repetidos resultados de campañas anteriores también influyen. “Por la falta de agua, hubo sojas de 600 kg/ha, pero el maíz dejó 6.000 kg. El que hizo soja perdió plata; el que hizo maíz, no”, explicó en el informe un productor de General Pinto, norte de la provincia de Buenos Aires.
Pero el maíz pierde contra la esencia del oro verde: los precios internacionales están a la mitad de los de la soja. Durante el récord de ambos commodities en abril de este año, se ubicaron en 600 y 300 dólares. Ese es otro de los factores que explica por qué se sostiene el modelo sojero aunque empiece a modificarse.
“El maíz no puede reemplazar a la soja, pero hoy le compite”, explicó a Letra P Gustavo Idígoras, presidente de la poderosa Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) y del Centro de Exportadores de Cereales (CEC). Los números son elocuentes: el complejo sojero se lleva el 30% de las exportaciones del país entre la venta del poroto y el procesamiento (harina, aceite y pellets) por unos 26.000 millones de dólares.
Recaudación
El poroto de soja paga por derecho de exportación un 33% sobre el precio FOB (descontados los precios del flete) y 31% los derivados, mientras que el maíz tributa en derechos de exportación un 12%. Ese punto no es menor para la dinámica del modelo sojero y, además, es lugar donde tracciona el lobby a la hora de plantear bajar la carga tributaria para estimular el crecimiento de la soja y correrla del estancamiento.
Durante el gobierno de Mauricio Macri lograron bajar hasta un 26% las retenciones a la soja y eliminar las de maíz, lo que le permitió este presente, pero, luego de la crisis de 2018, volvió a reponer los porcentajes para mayor recaudación.
La soja representa un 75% del total de los dólares que le quedan al Gobierno producto de las retenciones: en promedio, son unos 10.000 millones. La pregunta es si el Gobierno de turno observa la evolución del maíz y ve un terreno fértil para recaudar vía una suba de retenciones. “Puede ser una tentación”, coinciden en el sector agroexportador. Hay una modificación del modelo, la pregunta es dónde parará.