El exministro de Economía Hernán Lacunza divide su tiempo profesional entre su consultora Empiria, exposiciones ante inversores y empresarios y el equipo económico que arma el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, con miras a 2023. En diálogo con Letra P, hace un diagnóstico crudo de la política económica, se ofusca si la entrevista vuelve a la gestión de Mauricio Macri, que el gobierno actual pone en la columna de la herencia, y pide hablar de futuro. Sostiene que Juntos por el Cambio tiene lineamientos para un programa de desarrollo, aunque para hilar más fino hay que esperar la evolución de la inflación, el déficit fiscal y la brecha.
-Dijo hace poco que esta inflación del 50% anual es peor que la que dejó Macri. ¿Por qué?
-No quiero personalizar en Macri o Alberto Fernández. Esta inflación tiene una dosis de represión de precios, porque se atrasan el tipo de cambio y las tarifas, algo que no ocurría en 2019. El gobierno anterior dejó tarifas de energía que más o menos cubrían el 75% de los costos de generación y distribución. Ahora estamos en 40%.
-Con el track récord que traía la economía, ¿había margen para gastar menos en 2020 o para ajustar más en lo que va de 2021?
-El legado del gobierno anterior fue malo en término de frutos, pero mejor en términos de raíces. Dejó fundamentos más sanos: casi equilibrio fiscal y baja monetización. Eso le dio colchoncitos, como dice un colega, para que el Gobierno hiciera su política económica. Le dejó U$S12.000 millones de reservas netas. Y para enfrentar la pandemia el Gobierno se gastó esos colchones el año pasado. Hizo una política extrema, en este falso dilema de salud versus economía, y trabajó con hacha y no con bisturí. El costo económico de eso fue superior al del promedio regional. Argentina cayó más y la recuperación es más amarreta que la del resto. Y en términos fiscales, costó seis puntos del producto; tres por pandemia y otros tres por ADN del Gobierno. El déficit inercial pospandemia apunta a un desequilibrio primario de 3% de producto. La inflación actual es consecuencia de eso. Eso ya está. Lo que importa es cómo se resolverán esos desequilibrios hacia 2022.
-¿Hay un sendero en ese sentido?
-Hay un sendero posible, pero no veo que el Gobierno lo encare. Lo más notable es con la inflación. El Gobierno usa el término "multicausal" para echarle la culpa al otro. No es inflación importada, no subió del 36% al 50% en el mundo. No es culpa de las empresas, es responsabilidad de la política macroeconómica. Si no hay un buen diagnóstico, difícilmente haya buena terapia y el pronóstico es reservado. La otra manifestación instantánea se da en el tipo de cambio. Como el dólar oficial está reprimido, deriva al marginal y a esta brecha del 80% promedio, que es invivible y por la que no habrá acumulación sostenida de reservas, más allá del precio de la soja.
-¿Se puede reducir la brecha sin devaluación?
-Se puede, pero el Gobierno trató de correr de la pantalla la cotización de los paralelos. Crea la brecha de la brecha, con el objetivo único de que sea menos visible. Se puede reducir la brecha con un programa, con un plan fiscal, monetario, financiero, cómo se acumularán reservas... pero hoy, ante la ausencia de un programa, se toman medidas microeconómicas para contener las consecuencias de los desórdenes macroeconómicos. Hacen que cada sector productivo pague una parte del costo: prohíben la importación de insumos, prohíben las exportaciones de carne, así es con todo.
-Guzmán y su equipo dicen que una de las causas de la emisión excesiva es la falta de mercado doméstico y que cuesta reconstituirlo después del reperfilamiento de deuda de 2019. ¿Eso atentó contra la creación de un mercado local más fuerte?
-Era eso o la inflación a 100% y la pobreza en 60%, y la brecha Dios sabe dónde. ¿Alguien piensa que emitir $400.000 millones (que eran los vencimientos en los dos meses siguientes, un 30% de la base monetaria de ese momento) en un contexto de desplome de la demanda de dinero, iba a ser gratis? En esos entornos de inestabilidad institucional y económica no hay opciones gratis y se elige lo menos malo, especialmente para los pobres, que son los que más sufren la inflación. Asumo que por esa misma razón el gobierno actual reperfiló el vencimiento de febrero de 2020. En el resumen del domingo a la noche aparecen los goles y no las atajadas.
-¿Cómo se baja la inflación del 3% mensual sin un ajuste doloroso en términos sociales?
-Los que más sufren la inflación son los pobres. Hay que dejar de mandar fruta. Tenemos un desequilibrio de 3 puntos del PBI. La deuda del gobierno de Alberto crece más rápido que la del gobierno de Mauricio porque el déficit es mayor. En el primer gobierno de Cristina Kirchner se dolarizaron más ahorros que en el gobierno de Macri y no subió la deuda. En el segundo mandato no se fugaron por el cepo y la deuda subió U$S70.000 millones. La deuda es para el déficit. Entonces, ¿cómo se va a financiar ese déficit inercial de 3%? Con deuda, más impuestos o más inflación. Hay que dejar de mentir y ver cómo se cierra el agujero, porque ninguna de las tres salidas es socialmente saludable.
-¿Juntos por el Cambio tiene hoy programa económico?
-Tiene clara la mirada estratégica hacia el futuro, que es una economía abierta que comercie con el mundo, que tenga solvencia fiscal, una convergencia al equilibrio fiscal, y que la maquinita de la felicidad no existe, esto de que emitir es gratis. Esas tres premisas son condición necesaria y no suficiente para tener un plan de desarrollo. El plan de desarrollo tiene que tener un programa de inclusión productiva y social. Con inclusión productiva quiero decir que en todo plan de reformas hay ganadores y perdedores, y a los perdedores no se los puede tirar por la ventana. Y en términos sociales, movilidad ascendente, políticas de salud, de educación, que exigen mucho esfuerzo y cuesta una generación hasta dar resultados. También de inclusión social, porque tampoco se puede mirar para el costado cuando el 42% de la población está bajo la línea de pobreza. Esa es la visión estratégica.
-¿Un plan más específico basado en esa visión estratégica?
-Hay un programa más fino, una mirada más fina sobre la política fiscal, el régimen monetario, la relación fiscal con las provincias, pero depende mucho de las condiciones iniciales. No es lo mismo un programa diseñado para bajar una inflación del 28%, como era la de 2015, que uno para una inflación del 50%, como la de hoy, o para una de 80%.
-¿Qué pasará con el dólar después de las elecciones?
-El dólar va a ajustar por las malas todo lo que la política económica no dé por las buenas. Al final del día, las cuentas siempre cierran. Cuando cierran por las malas es cuando la gente se queda afuera. Se hacen muchas cuentas respecto de si el valor actual del dólar es competitivo comparado con los últimos 20 años. Pero hace 20 años el Estado era la mitad de lo que es hoy. Eso se financia con más impuestos. Los precios de la soja pueden dar un bálsamo transitorio. Si valiera como su precio histórico, los problemas se hubieran anticipado.
-¿Qué expectativa tiene sobre el acuerdo con el FMI?
-El Fondo va a pretender que aumente su probabilidad de cobro en el futuro para dar más tiempo. El Gobierno lo puede usar como excusa, pero si fuera tan fácil ya lo hubieran firmado. Hace dos años que dan vueltas. Después de la reestructuración de la deuda privada, era el momento justo y no lo hicieron. Además, el Fondo tiene 30 deudores que miran qué hará con Argentina. Va a pedir un programa, va a decir "no podés tener 12 precios para una misma mercancía, el dólar". Va a pedir un flujo de acumulación de reservas que no dependa de la soja. Un sendero fiscal hacia el equilibrio. Cómo se financiará ese bache, con la emisión que requiere una inflación del 50% anual. Va a pedir consistencia al programa económico, que hoy no se ve. Y eso se traduce en brecha e inflación.