La envidia de Fernández y Perotti: la potencia de los intendentes santafesinos

Los gobiernos locales en Santa Fe muestran mejores números de aprobación que gobernador y Presidente. Un análisis acerca respuestas al fenómeno.

Incertidumbre compite a palabra del año en las mesas donde se habla de política, pero para contrariar lo que se repite cual tema del verano hay una certeza: en Santa Fe los intendentes, sin importar el espacio político que representen, cuentan con niveles de aprobación superiores a los del gobernador Omar Perotti, y los del presidente Alberto Fernández.

 

Este fenómeno lo observamos en los últimos 13 estudios que hicimos en pueblos y ciudades de distintos departamentos del sur provincial que poseen mandatarios de diversos signos políticos. Intendentes con pisos del 55% de aprobación, algunos incluso trepan al 70%, y gobernador y presidente bordeando los 40 o 45 puntos. Este fenómeno, que no era así de homogéneo cuando Miguel Lifschitz gobernaba la provincia y Mauricio Macri la Nación, se refleja al unísono en todos los lugares donde investigamos. ¿Por qué? Algunas respuestas para desentrañar la madeja.

 

La pandemia modificó la normalidad de las personas y, en sintonía, la de las gestiones. La asociación a atributos racionales y emocionales que la opinión pública construyó y construye con sus dirigentes se diferencia según el nivel de responsabilidad ejecutiva. Los intendentes se ven, se palpan, se escuchan. Eso los vuelve cercanos, presentes, activos. A la par de la gestión de la pandemia, también se ve que continúan con las gestiones de gobierno: prestación de servicios, gestiones y ejecuciones de obras (la mayoría con recursos provinciales o nacionales), respuestas ante la diversidad de problemas y demandas propias de cada lugar, además de asistencia de distintos tipos.

 

No exentos de críticas o fallas, el balance les cierra favorable. La ciudadanía les reconoce el esfuerzo, la capacidad de trabajo y la responsabilidad para lidiar con la doble tarea. Frente a esto, gobernador y Presidente corren de atrás. Lógicamente no pueden estar en todos lados, pero en el caso de Perotti se lo percibe lejano, ausente, errático y lento, mientras que a Fernández, las contradicciones políticas y comunicacionales le dinamitan la posibilidad de generar asociaciones positivas, tanto racionales como emotivas.

 

La política siempre implica una competencia y las oposiciones cumplen roles que muchas veces son determinantes frente a la aceptación o rechazo de una gestión. Mientras que los  gobiernos nacional y provincial tienen oposiciones fuertes, con estrategia y recursos para la crítica y el ataque y que supieron adaptarse al nuevo escenario pandémico, los gobiernos locales tienen allí un problema menos, ya que sus oposiciones no lograron acomodarse y se vieron potenciadas sus debilidades: escasez de ambición, nula a poca profesionalización de estrategia político-comunicacional, ausencia de disciplina táctica o mayores niveles de cooptación. Los intendentes neutralizan ataques con cierta facilidad, alcanzan gobernabilidad sin demasiado esfuerzo, copan la escena y transitan sus gobiernos con un fuego enemigo tenue o nulo.  

 

Asociación de atributos y vinculación con los adversarios marcan las diferencias claves entre intendentes y el gobernador y el presidente, pero estos dos aspectos se ven amplificados por tres realidades que se repiten en todas las localidades y que trascienden los inicios de la pandemia. En la relación con los medios de comunicación, los intendentes, por necesidades mutuas, suelen tener mejor orquestado el esquema mediático de los lugares que gobiernan. Puede haber excepciones, pero no es más que eso.

 

En general, el ecosistema mediático local y regional se organiza y se sostiene con mayor eficiencia y menor conflictividad pública. En la provincia, depende de la habilidad en la gestión de la comunicación, área donde el gobierno actual demostró grandes debilidades: falta de acceso a la información, ausencia o escasez de voces para entrevistar, gobernador reticente al encuentro espontáneo o planificado con periodistas, flujo desparejo y/o inequitativo de pauta publicitaria. Esto, sobre todo en la ciudad de Rosario, hizo que la relación con los medios sea inestable. A la vez, buena parte de los periodistas de esos medios, por fuera de sus lugares laborales, son más críticos aún con la gestión provincial, generando un combo de tensión permanentemente y humedeciendo de negatividad la percepción sobre el gobierno provincial.

 

En el plano nacional, es evidente que la configuración mediática cierra desfavorablemente hacia el Gobierno, sin desconocer la cantidad de fallas que comete el Presidente en su estrategia de comunicación gubernamental: concentración de la palabra y el consiguiente desgaste que eso implica, incoherencias, equivocaciones, y más.

 

La estrategia de medios incide en las posibilidades de construir una agenda propia por parte de la política. A mayor tensión, menos posibilidades de lograr un encuadre afín a mis intereses y mayores posibilidades de que mis adversarios impongan su interpretación. A esta dificultad, tan palpable a nivel provincial como a nivel nacional, el gobierno de Perotti suma otro obstáculo: en los territorios, la agenda local y la agenda nacional se devoran a la provincial.

 

Cuesta que la ciudadanía de pueblos y ciudades logre nombrar una política pública que impulse la gobernación. Esto no es un problema excluyente del actual gobernador, también pasaba con antercesores. Políticas públicas provinciales prioritarias o de impacto sufren dificultades ya sea de asociación a la provincia o de competencia frente a las agendas locales y nacionales.

 

Un último aspecto diferenciador para entender la relación con los medios y la capacidad de construir agenda: la reelección. Provincia, 4 años. Nación, 8 años. Es decir, hay un fin. Ciudades y pueblos, ilimitado. Los intendentes tienen mayores plazos para construir asociaciones de atributos positivos; afianzamiento de los vínculos mediáticos; mayores márgenes de maniobra para jugar con los temas y las agendas; posibilidades de desgaste y/o cooptación hacia los oponentes, neutralizándolos, o bien, dañándolos.  

 

Chris Achen y Larry Bartels decían que los políticos son a menudo penalizados por eventos que no están bajo su control y, casualmente, aún seguimos atravesando uno de ellos. En consecuencia, Perotti y Fernández son hallados por distintos sectores de la población como responsables de las medidas tomadas, de las cuales muy pocas son percibidas generalmente como positivas, pero sí retumban las negativas, polémicas o arbitrarias, a diferencia de los intendentes que carecen de responsabilidades frente a ellas ya que solo obedecen lo que otros niveles determinan, y pueden contrarrestar el pesado clima de época con la combinación de presencia, cercanía, capacidad de gestión y liderazgo.

 

Leandro González, presidente del interbloque de Unidos para Cambiar Santa Fe en el Concejo de Santa Fe.
Gabriel Chumpitaz junto a Maximiliano Pullaro

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