Tras su muy mal desempeño en la elección de los constituyentes que deberán redactar la nueva Carta Magna, la alianza de derecha que respalda al presidente Sebastián Piñera, Chile Vamos, volvió a hundirse el domingo en la segunda vuelta de los comicios para gobernador, los primeros de su tipo en la historia y en los que se jugaba el control de 13 de las 16 regiones del país. Finalmente, sumando lo ocurrido en las dos rondas, el oficialismo se quedó con apenas una gobernación, puja en la que arrasó el centroizquierda, que tendrá diez, entre ellas el premio mayor: la Región Metropolitana de Santiago.
El resultado supone todo un llamado de atención para el oficialismo ante los comicios presidenciales, que tendrán paradas en las primarias del 18 de julio, en la primera vuelta del 21 de noviembre y, si resultara necesario, en una segunda vuelta el 19 de diciembre.
Además de la cosecha de diez gobernaciones obtenida finalmente –con el aporte de la votación del domingo– por la alianza progresista Unidad Constituyente –conformada sobre la base de la antigua Concertación– y de la conseguida por la conservadora Chile Vamos –la de la Araucanía–, hay que destacar que grupos independientes liderarán en tres y que el izquierdista Frente Amplio –FA– lo hará en dos.
Si la debacle de la derecha es uno de los grandes temas en los comentarios políticos de este lunes, otro es el bajo nivel de participación de la ciudadanía, inferior al 20%, elocuente sobre la falta de confianza que despierta la dirigencia política.
Tal nivel de abstención es un rasgo que impide realizar pronósticos tajantes sobre el futuro de un país en el que una mayoría parece deseosa de barajar y repartir de nuevo todas las cartas. Esto es así tanto en lo constitucional –de modo de sacudirse, con el nuevo texto que será elaborado en los próximos meses, los rezagos del orden legado por Augusto Pinochet, ultraliberal en lo económico y con participación social restringida– como en lo económico, dada la memoria fresca de las protestas desatadas entre el final de 2019 y el primer cuatrimestre de 2020. Si embargo, ese proceso brumoso se desarrolla sin que los partidos y alianzas tradicionales parezcan vehículos suficientemente eficaces para esas ansias de cambio.
A la hora de buscar pistas sobre el futuro, además del resultado de la elección del domingo, las sondeos de intención de voto entregan señales de lo que puede venir.
De acuerdo con la última encuesta de Plaza Pública Cadem, que fue publicada por el sitio de El Mercurio, lideran la carrera hacia las primarias el derechista Joaquín Lavín y la democristiana presidenta del Senado Yasna Provoste, precandidatos de Vamos Chile y de la Unidad Constituyente, respectivamente, con 14%.
Muy cerca aparece el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue –un comunista que podría ir a una interna con el postulante del FA, Gabriel Boric –con 13%. Más atrás, con 7%, se ubican otro derechista, José Antonio Kast, y Pamela Jiles, una periodista de farándula, promotora notoria de los retiros de fondos previsionales y diputada electa por el Partido Humanista. Esta es muy crítica de los principales nucleamientos –incluso del suyo– aunque, de competir, se supone lo haría dentro del FA, donde, se supone, terminará confluyendo su agrupación. Todo es tan precario…
En medio de semejante dispersión de la intención de voto –producto de un mapa político muy diferente del conocido, basado en dos grandes coaliciones a derecha y centroizquierda–, el resultado más vistoso de los comicios regionales pesa en las quinielas de estas horas. La victoria de Claudio Orrego en la disputa del domingo por la Región Metropolitana de Santiago –con 52,7% de los votos frente a su rival del Frente Amplio, Karina Oliva – dio renovada visibilidad al Partido Demócrata Cristiano y, en especial, a su principal referente, la mencionada Yasna Provoste. Dadas como están las cosas y ante la debilidad de la derecha, la DC parece encaminarse a concitar las expectativas de los sectores sociales que se espantaron por la violencia presente en parte de las manifestaciones recientes y, especialmente, las de la comunidad de negocios, recelosa de que la ola del cambio se lleve puestas las bases del modelo de libre mercado.
Es interesante, pese a lo recortado del universo electoral que participó en los comicios del domingo, destacar que a nivel nacional la Unidad Constituyente se alzó con el 47,48% de los sufragios, el Frente Amplio con el 28,68% y la derecha de Chile Vamos con el 13,48%, apenas por encima de los independientes, que se quedaron con el 10,37%. Lo ocurrido el domingo fue un verdadero descalabro para el oficialismo.
La economía, factor crucial, sigue sufriendo en un país que atraviesa el peor momento de la pandemia a pesar de ser uno de los líderes mundiales en lo que respecta a la vacunación contra el covid-19, con 76% de la población objetivo –15 millones de personas– que ya recibió al menos una dosis y casi 60% que tiene el esquema completo. Con casi un millón y medio de contagios documentados desde el inicio de la pandemia y más de 30 mil muertos, Chile volvió a confinar el fin de semana nada menos que a la Región Metropolitana, que concentra el 40% de la población del país.
Una política sanitaria oficial errática –que dejó largamente en manos de la población el apego a las medidas de prevención hasta que se hizo demasiado tarde–, la amplia circulación de nuevas variantes más contagiosas y la relativa efectividad de la vacuna utilizada en más de un 80% en la campaña, la china Sinovac, dan cuenta de una paradoja que, pese a esas intuiciones, no deja de intrigar a los especialistas.
Economía y pandemia serán, como en Argentina, los grandes temas que dominarán el humor de los votantes en lo que viene. La situación, sin precedentes, hace que no pueda precisarse cuánto pesará una cosa y cuánto la otra. Algo, con todo, es seguro: ningún oficialismo podría salir ileso si las dos variables sumaran a la columna del debe.