SUPERDOMINGO ELECTORAL

El sueño albertista de un Grupo de Buenos Aires

Votan Ecuador, Perú y Bolivia y el presidente Fernández espera en Olivos la emergencia de nuevos aliados. Un ojo en los Andes y otro en el futuro.

Para las elecciones legislativas nacionales todavía falta, pero este fin de semana el gobierno argentino le prestará atención al superdomingo electoral regional porque puede recibir buenas noticias. El ballotage en Ecuador definirá al futuro presidente de ese país hasta 2025, las presidenciales en Perú comenzarán a marcar el devenir andino y la segunda vuelta en las subnacionales de Bolivia impactarán en el recientemente asumido aliado Luis Arce Catacora. Alberto Fernández, que el mes pasado decidió sacar a la Argentina del Grupo de Lima, no vota, pero espera los resultados.

 

La victoria del Frente de Todos rompió la tendencia de triunfos conservadores en la región tras las asunciones de Jair Bolsonaro en Brasil y Luis Lacalle Pou en Uruguay y el golpe de Estado en Bolivia. La vuelta al poder del panperonismo le dio aire a las fuerzas progresista sudamericanas a las que no les llegaba el impacto mexicano de Andrés Manuel López Obrador. Desde entonces, el Movimiento Al Socialismo (MAS) volvió al poder de forma democrática en La Paz, Chile se encamina a un cambio de paradigma con una nueva constitución y Ecuador y Perú coquetean con la centroizquierda. De todas maneras, Fernández aún sufre el aislamiento regional porque esos cambios todavía restan plasmarse en las instancias decisivas del poder. El domingo es una gran oportunidad para que los amigos se conviertan en aliados con poder.

 

Lo más fuerte estará en Ecuador, donde el delfín del expresidente Rafael Correa, Andrés Arauz, buscará retornar con su modelo progresista al Palacio de Carondelet tras la traición del actual mandatario, Lenín Moreno. Las expectativas surgen a partir de las similitudes de los proyectos y de la historia reciente ecuatoriana y argentina. Durante sus mandatos, Cristina Fernández de Kirchner y Correa fueron estrechos aliados y los dos proyectos, aunque de formas distintas, terminaron en 2015 y 2017 ante sendos modelos neoliberales muy cercanos entre sí que redujeron el Estado y se endeudaron con el Fondo Monetario Internacional (FMI). A la vez, como una historia paralela y cercana, los dos proyectos buscan volver de la mano de delegados elegidos por sus respectivos líderes: Fernández y Arauz.

 

“La jugada política de Cristina Kirchner y la formación del Frente de Todos han sido fundamentales para la conformación del binomio Arauz-Correa”, reconoció ante este medio Gabriela Rivadeneira, presidente de la Asamblea Nacional ecuatoriana cuando Correa intentó emular la jugada argentina que luego le fue denegada por la justicia. Las afinidades son tantas, que en diciembre Arauz y Fernández cenaron en Olivos, en una visita que también incluyó un encuentro con la vicepresidenta y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. Además, tuvieron un encuentro en Bolivia en la asunción de la tercera parte del triángulo, Luis Arce Catacora. “Esperanza para la Patria Grande”, tuiteó en ese momento el quiteño.

 

La situación es diferente en Perú, porque este domingo se juega la primera vuelta y porque la incertidumbre andina es mayor que la ecuatoriana, pero las esperanzas, dicen, es lo último que se pierde. En la Casa Rosada, apuestan por la dirigente progresista y feminista Verónika Mendoza, que consiguió un sorprendente tercer lugar en las elecciones de 2016 y se encuentra ahora en un puesto competitivo, según las inciertas encuestas. Al igual que el FdT, la joven psicóloga y antropóloga lidera Juntos por el Perú, una coalición de partidos progresistas y movimientos sociales que propone, como salida a la crisis institucional y económica nacional, una nueva constitución y un cambio en el modelo productivo. Con un discurso destinado a la juventud, el movimiento de mujeres y los sectores económicos golpeados por años de neoliberalismo, sus cercanías con Fernández no son pocas.

 

Al igual que con Arauz, con Mendoza ya existieron contactos personales. En la asunción de Arce en Bolivia, mantuvieron un encuentro en el que dialogaron sobre los lazos que unen a los países, “la situación de la comunidad peruana residente en Argentina y la agenda de cooperación en la que destacan los temas de innovación, ciencia y tecnología”. En aquella oportunidad, también hubo un guiño regional. “Unidad latinoamericana”, tuiteó la dirigente peruana. Aún no se sabe si ganará los comicios, pero los contactos a nivel Estado ya se iniciaron. En febrero, le escribió una carta a Fernández donde le pidió interceder para “facilitar el acceso del Estado peruano a las vacunas contra el Covid-19 que Argentina tiene previsto producir junto a México”. La relación aún está lejos de un cauce formal, pero ya da sus primeros pasos.

 

 

Las cercanías políticas no son una faceta menor a la hora de analizar las relaciones internacionales y, más, en un continente tan presidencial y personalista como el americano, pero de antemano los potenciales lazos encuentran una pata más ideológica que económica. Ni Ecuador ni Perú son potenciales socios comerciales lo suficientemente fuertes como para representar un cambio significativo en el comercio exterior nacional. Durante los últimos dos años, el comercio con Ecuador viene a la baja y, aunque con Perú en 2020 el superávit comercial alcanzó los 1.261 millones de dólares, el quinto más alto, los países con los que la Argentina debe ampliar el marco económico siguen siendo Brasil, China y Estados Unidos. Al mismo tiempo, esta baja influencia andina le permitiría al propio Fernández asumir un rol de dirigente progresista regional de cara al mundo ante el desprestigio internacional de Brasil, la salida del chileno Sebastián Piñera en noviembre y el poco peso relativo de Uruguay.

 

Las posibles victorias progresistas andinas -ninguna es segura, pero ninguna está descartada- y el afianzamiento territorial de Arce en Bolivia ante el ballotage en Pando, La Paz, Chuquisaca y Tarija pueden ser buenas noticias para Alberto Fernández en post de profundizar su modelo de unidad regional a la espera de la definición chilena y la decantación de la crisis carioca. Con Perú y Ecuador no será suficiente, pero en las amistades es mejor que sobre y no que falte.

 

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