Como no se trata apenas de cifras sino de las vidas de personas de carne y hueso –12.000.998 y 3.007.177, respectivamente–, el dato duele y obliga a pensar en soluciones que respondan simultáneamente al collage denso que superpone todas las inequidades: de clase, región, género y edad, entre otras.
La pandemia, claro, dejó secuelas. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), entre los cierres del primer semestre del año pasado y del segundo, la pobreza saltó de 40,9% al mencionado 42%.
En otro informe, difundido el lunes, el organismo oficial indicó que el freno de la actividad impuesto por la emergencia sanitaria hizo que el 70,6% de los hogares relevados haya recurrido "a algún tipo de estrategia para hacer frente al impacto de la pandemia en su economía", entre las que se destacan "el uso de ahorros o venta de pertenencias para enfrentar las dificultades económicas" (44,7%) y el endeudamiento (41,5%).
Durante los meses duros de la cuarentena, siguió, "68,3% de los hogares con jefe o jefa asalariado no registrado recibió prestaciones" especiales del Estado, lo mismo que ocurrió con "63,9% de los hogares con jefe o jefa trabajador independiente no aportante".
El Presupuesto 2021 no establece ese tipo de partidas. En ese marco, la llegada veloz de la segunda ola del nuevo coronavirus implica todo un desafío al plan económico del Gobierno y a la expectativa del ministro de Economía, Martín Guzmán, de que el producto bruto interno (PBI) rebote por lo menos 7% este año.El crecimiento económico es una condición necesaria pero no suficiente para una reducción drástica del índice. Carola Della Paolera, coordinadora de Protección Social del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), le dijo a Petra P que "la pobreza y el crecimiento económico tienen una relación estrecha. Aun así, con el crecimiento no es suficiente. En los últimos 30 años la pobreza nunca fue menor al 25%, es decir que incluso en etapas de alto crecimiento no se pudo perforar ese piso".
Lo que señala la especialista se observa en el hecho de que cada crisis dejó un piso más alto de argentinos privados de la satisfacción de necesidades básicas. Siempre según el INDEC, el índice –que, más allá de las distorsiones estadísticas de su mandato, Cristina Kirchner entregó en torno al 30%– se estacionó en 30,6% al cabo del segundo semestre del recesivo 2016, en 25,7% a fines del 2017 de rebote, en 32% en el 2018 de crisis financiera y en 35,5% en diciembre de 2019, cuando Mauricio Macri, que había pedido ser juzgado por sus resultados en la materia, le entregó el poder a Alberto Fernández. En tanto, punta a punta, la indigencia, dependiente en gran medida de una rebelde inflación de alimentos, subió de 6,1% a 8%.
"Persisten desafíos estructurales para la reducción de la pobreza, que implica privaciones más allá de los ingresos y que incluyen el acceso al cuidado, a la educación y a un hábitat de calidad, entre otras. Estas vulneraciones interseccionan y se refuerzan entre sí", explicó Della Paolera.
Como se dijo, el crecimiento sostenido –el desarrollo del país– es parte clave de una pelea que las sucesivas persidencias plantean, sin éxito, como una suerte de cruzada nacional. Sin embargo, con eso solo no basta.
De acuerdo con la especialista de CIPPEC, "a medida que se recupere la economía, será crucial acompañar ese proceso con políticas que potencien la inclusión laboral, permitan sostener pisos de protección social y se sostengan en el tiempo".
"Dada la infantilización de la pobreza, las políticas de transferencias monetarias orientadas a hogares con niños, niñas y adolescentes sin dudas seguirán teniendo un papel central", dijo. "Pero también es necesario fortalecer políticas que son clave para desactivar la reproducción intergeneracional de la pobreza, incluyendo la garantía de los derechos sexuales y reproductivos, medidas para mejorar el acceso y la calidad en los espacios de crianza, enseñanza y cuidado y acciones para potenciar la permanencia y terminalidad escolar", añadió, estableciendo la necesidad de una nueva generación de políticas.
"Además, dada la centralidad del acceso a empleos de calidad para salir de la pobreza, es preciso potenciar el impacto de las políticas laborales y para la economía social y popular", sumó Della Paolera.
La especialista pone el dedo en la llaga que, junto con la de los adultos mayores, más arde. De acuerdo con el último informe de pobreza del instituto oficial de estadísticas, "más de más de la mitad (57,7%) de las personas de 0 a 14 años son pobres. El mayor crecimiento con relación al semestre anterior se observó en este grupo con un aumento de 1,4 punto porcentual".
"En Argentina, el ejercicio de derechos de niños, niñas y adolescentes está fuertemente condicionado por el nivel socioeconómico de sus hogares. Esto es alarmante: la infancia y la adolescencia son períodos cruciales para el desarrollo de una persona. Además, las barreras al desarrollo pleno de las personas desde la infancia no solo afectan a aquellos que se encuentran en la pobreza, sino que también impactan de forma negativa a la sociedad en su conjunto en términos de cohesión social y en sus posibilidades de desarrollo", concluyó Della Paolera.