JUAN GRABOIS

En el nombre del santo padre

El dirigente niega ser vocero o asesor de Bergoglio, pero saca chapa de un “ministerio” vaticano. Temblor en el Gobierno, la Iglesia y en movimientos sociales.

La confirmación de que Juan Grabois es miembro de un superministerio del Vaticano provocó temblores de diversa magnitud en el Gobierno, la Iglesia y también en los movimientos populares. Es un terremoto con epicentro en Roma que repercute en Buenos Aires, donde al abogado y dirigente social se lo percibe como un “protegido” papal pese a que en su curriculum subraye que no es vocero ni asesor de Jorge Bergoglio.

 

El sismo se produce porque ahora Grabois saca chapa de “funcionario” del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, un megaorganismo creado por el pontífice argentino y con atribuciones amplias que van desde abordar problemáticas sociales y medioambientales, pasando por el drama de las personas migrantes y refugiadas, hasta ser la base de operaciones de la task force papal para afrontar la pospandemia.

 

El fundador del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) fue propuesto por el influyente cardenal Peter Turkson, quien es jefe del dicasterio y conoce al argentino por colaborar con la Comisión Pontificia Justicia y Paz desde 2015. No obstante, la nominación de Grabois, según confirmaron a Letra P fuentes vaticanas, contó con el aval del papa Francisco, tanto por el liderazgo que el dirigente ostenta entre los movimientos populares mundiales, a los que el papa considera una fuerza de transformación social, como por su prédica a favor de la doctrina bergogliana de las 3T (Tierra, Techo, Trabajo).

 

La aparente paternal preferencia del papa por Grabois no es pública ni lo será, pero sus gestos -algunos leídos como políticamente incorrectos- a veces la sobreexponen. No es casual, por ejemplo, que en 2018 le haya encargado llevar un rosario bendecido a Lula Da Silva cuando el expresidente de Brasil estaba preso en Curitiba en el marco de la causa de corrupción conocida como Lava Jato. Tampoco, que haya puesto en duda de que se jacte de su cercanía con él, como lo acusan a diestra y siniestra. “Respecto a lo que afirman que dice (que es mi amigo, que tiene contacto conmigo, etc.) les pido un favor; que para mí es importante. Necesito copia de las declaraciones en las que afirma eso. Me ayudará mucho recibirlas”, escribió en una carta privada (hecha pública) a exalumnos suyos de un colegio de Santa Fe.

 

En la Casa Rosada minimizaron el impacto de la designación de Grabois en el Vaticano y tiraron la pelota para otro lado. “La relación de Grabois con Alberto (Fernández) es muy buena, puede haber más ruido entre las agrupaciones sociales, como la Evita”, vaticinó un funcionario gubernamental consultado por Letra P. En otros despachos de Balcarce 50, sin embargo, no ocultaban su malhumor por la bendición papal al dirigente social, en particular porque el nombramiento se conoció poco después de que éste escribiera una dura carta al Presidente pidiéndole -en nombre del Frente Patria Grande- que interviniera en lo que evaluó como una “detención arbitraria” de 12 ambientalistas que protestaban contra la actividad minera en la provincia de Catamarca.

 

La Iglesia, en tanto, optó por un silencio prudente y simplemente esgrimió en voz baja que no habría comentarios sobre una decisión papal; pero, puertas adentro, Grabois es considerado “mala palabra” por obispos que estiman que el dirigente social le hace daño a la imagen de Bergoglio. En octubre del año pasado, la Conferencia Episcopal Argentina ya le había apuntado elípticamente al dirigente social por la toma ilegal de tierras, al advertir que no avalaba esa práctica por ser un delito y una ocasión de “violencia y agitación social, muchas veces incentivada”. Fue tras el desalojo a un predio de la localidad bonaerense de Guernica y el fallo judicial que le dio la razón a Luis Etchevehere y ordenó liberar un campo de la provincia de Entre Ríos ocupado por militantes que respondían a Grabois. No obstante, no hay una opinión unánime sobre el dirigente: no pocos valoran su compromiso social y que haya expresado con claridad que no es vocero ni operador del papa, al tiempo que se quejan de que ciertos sectores políticos insistan en ese vínculo para embarrar la cancha y no tratar las cuestiones de fondo.

 

El cargo vaticano para Grabois provocó un cimbronazo entre las agrupaciones sociales, que apuran construcciones diferentes en la interna del Frente de Todos en vistas a las próximas elecciones legislativas. El Movimiento Evita y Somos Barrios de Pie se encaminan a una alianza para apuntalar al albertismo y disputarle poder a La Cámpora, justo la vertiente oficialista que tiene a Máximo Kirchner como exponente y a la que el “bendecido” papal apoyaría. Todo, en medio de una rara disputa al interior de los movimientos populares sobre si el papa está detrás de una u otra construcción partidaria dentro de la coalición gobernante.

 

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