El presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía Martín Guzmán aterrizaron en Roma en el que sea probablemente el momento más tenso en la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). De un lado, el Gobierno endurece su discurso público mientras, en paralelo, crece un consenso al interior de la coalición sobre la necesidad de llegar a un acuerdo. Del otro, con la directora Kristalina Georgieva ratificada pero debilitada públicamente, Estados Unidos marca la cancha sobre la necesidad de un plan económico que, dice, Argentina no presentó. En ese escenario incierto, el Ejecutivo obtendrá algunas fotos políticas mientras seguirá con los encuentros técnicos con el Fondo.
La artillería verbal escaló desde ambos lados. El domingo, en un encuentro organizado por la revista Crisis, Guzmán sorprendió al endurecer su discurso y al decir en público, por primera vez que Argentina presentó un programa económico y que el FMI debe aprobarlo. "¿Quieren saber de qué lado del conjunto de intereses está cada quien en la Argentina? Miren si apuran al Gobierno o si apuran al FMI. Tendrían que estar apurando al FMI; que baje los sobrecargos, que acepte el programa nuestro que ya hemos presentado", afirmó. El miércoles, en Morón, el Presidente se sumó a un acto pensado desde la consigna "primero se crece, luego se paga" con arenga : "Si todavía no cerramos un acuerdo es porque no nos vamos a arrodillar por pagar una deuda; voy a cerrar con el Fondo el día que sepa que eso no condiciona el futuro de los argentinos".
Semanas antes, en un almuerzo con los "titulares" del Círculo Rojo, Fernández había sido optimista sobre el acuerdo con el Fondo. Eran días en los que Guzmán y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, se sentaban con quienes llevan la negociación técnica a intentar conciliar números. Según fuentes al tanto de esas gestiones, el Gobierno presentó a la subdirectora para el Hemisferio Occidental, Julie Kozack, y el jefe de la misión, Luis Cubeddu, las variables del proyecto de ley de Presupuesto 2022 y se encontró con objeciones de los burócratas de Washington. ¿Cómo bajará Argentina la inflación desde el 50% anual hasta el 33% proyectado en ese texto? ¿Qué ocurrirá con el gasto si el país no crece 4%, como prevé un moderado Guzmán, sino 2,5%, como estima el pesimista equipo de research del Fondo? ¿Cómo cubrirá el déficit estimado del 3,3% sin aporte solidario y extraordinario y con un precio de la soja posiblemente más bajo? Ese Presupuesto no contempla los pagos de U$S18.000 millones de vencimientos de capital que deberían cancelarse con el organismo el año próximo.
En Estados Unidos, en tanto, el vínculo con Argentina se juega a dos puntas. El viernes último, en Washington, el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, y el asesor en seguridad de Joe Biden, Jake Sullivan, "reconocieron la importancia de una negociación exitosa y de medidas, a raíz de la pandemia, que contribuyan a una deuda sostenible y un crecimiento inclusivo a largo plazo", según comunicó la propia Casa Blanca. Este miércoles, el embajador designado en el país, Marc Stanley, fue más ríspido al comparecer ante el Senado de su país y dijo que, a diferencia de lo que dijo Guzmán, Argentina “no ha puesto sobre la mesa un plan” para cerrar con el Fondo. Es difícil pensar que Stanley no se haya imbuido de información provista por la Secretaría del Tesoro y el Departamento de Estado.
Si faltaba algo de ruido a una negociación que entra en tiempo de descuento, lo aportó Alejandro Werner, el exdirector del Fondo que negoció el acuerdo con el gobierno de Juntos por el Cambio y fue desplazado por Georgieva. "Creo que la situación en Argentina es invariable ante un acuerdo con el FMI: Argentina no va a pagarle al Fondo, Argentina no va a llevar adelante buenas políticas macro, micro o institucionales", dijo Werner. Y agregó: "Mirás a estos tipos y ¿qué se puede esperar de este Gobierno?". Su despecho es inocultable, pero el dato en el que pocos repararon es que pronunció esas palabras ante Mark Sobel, director en el FMI en representación de Estados Unidos. En Buenos Aires sugieren que Werner tiene preparado un desembarco al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) presidido por Mauricio Claver-Carone.
En Roma, Guzmán se puso en sintonía G20 y cerró encuentros con su par de Francia, Bruno Le Maire, y el director general del Tesoro de ese país y titular del Club de París, Emmanuel Moulin. Ese pool de acreedores dio plazo hasta fines de marzo para cerrar con el Fondo y renegociar así los 2000 millones de deuda que todavía deben saldarse. El ministro tenía agendados encuentros con ministros de Alemania y Rusia, entre otros países, mientras su equipo se sentaba con Kozack y el resto de la troika del Fondo. Guzmán pidió al G20 facilitar la transferencia de DEG desde bancos centrales de países desarrollados a otros de ingresos medios y bajos.
Una de las apuestas de la delegación es la cumbre climática de Glasgow, Escocia. Si Fernández anhela la foto con Biden, será la oportunidad para reflotar la posibilidad de cambiar deuda por compromisos sobre emisión de gases. Es una de las cláusulas "pari passu" que el Gobierno busca sumar al programa con el Fondo, junto con la de sobrecargos y la de obtener más de diez años para devolver el préstamo. La posibilidad de obtener alguna mejora en las condiciones de financiamiento si hay algún programa verde capitaneado por los países del FMI es concreta, pero el pica pica de la negociación parece más ríspido y urgente.