Si las elecciones de mitad de mandato cuentan habitualmente con un tinte plebiscitario sobre el gobierno del momento, el estilo extremadamente divisivo de Donald Trump hizo que las del último martes lo tuvieran en especial medida. Con el resultado -o, mejor, con los resultados en cada estado- en la mano, cabe decir que el presidente de Estados Unidos zafó del compromiso, pero que su administración será objeto, en su bienio final, de un escrutinio todavía más celoso que hasta ahora del Congreso y de los medios, con efectos potenciales en los comicios de 2020. En tanto, el rumbo económico no parece destinado a cambiar.
Lo que ocurrió y lo que ocurrirá allí son datos fundamentales para el final del gobierno de Mauricio Macri y para el comienzo del siguiente, tramo que estará cruzado en la Argentina por la transición electoral y por la zaga dramática de una deuda que se empinaría a más del 114% del Producto hacia fin de este mismo año y de la intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la economía nacional. Dado lo ocurrido, ¿qué debe esperar Argentina en términos de tasas de interés, acceso a los mercados internacionales, precios de las materias primas de exportación y respaldo al país de los Estados Unidos dentro del Fondo?
RESULTADOS Y CONSECUENCIAS. Al revés de lo ocurrido en las presidenciales de 2016, esta vez las encuestas no se equivocaron en sus proyecciones. Y los republicanos más críticos de ese sapo de otro pozo que es el magnate inmobiliario no vieron confirmados plenamente sus peores fantasías acerca de que su figura fuera un salvavidas de plomo para sus candidatos locales.
Como se esperaba, el Partido Demócrata se hizo fuerte en la Cámara de Representantes, de 435 miembros, donde arrebató 27 bancas a los republicanos y controlará el cuerpo con una relación de fuerzas de 220 escaños a 193. Eso fue posible merced a una ventaja en el voto popular proyectada en ocho puntos.
En tanto, el partido de gobierno seguirá al frente del Senado, con 51 bancas propias, después de ganarles dos a sus rivales.
En gobiernos estaduales, 36 de los cuales se renovaron, la oposición se hizo con siete nuevos, pero los republicanos seguirán disfrutando del control en más territorios: 25 a 22.
Con esos números, es muy difícil hablar de otra cosa que no sea de un empate político, con cada bando pudiendo arrogarse algún tipo de victoria. Sin embargo, ante la pregunta de qué hará cada sector con su cuota de poder, surge que la situación de equilibrio tiende a favorecer a la oposición, capaz de accionar desde la Cámara baja para bloquear proyectos de ley sensibles para la Casa Blanca.
Además, si bien el resultado no permite el avance de la agenda de los demócratas más antitrumpistas, esto es presionar por un juicio político contra el presidente, sí hará posible que la Cámara de Representantes cite a miembros prominentes de la administración y hasta a él mismo para martillar donde al magnate más le duele: las investigaciones sobre la colusión de su entorno con el Kremlin durante la campaña de 2016 y los pagos en negro realizados por su abogado a al menos dos mujeres para comprar su silencio respecto de las relaciones íntimas que mantuvieron con él.
SHOW TIME. Habrá en eso mucho de espectáculo, pero siempre cabe que el hallazgo de algún hecho especialmente comprometedor logre más eco que el ya habitual en la prensa y envenene más el ambiente en Washington.
No es que hasta ahora los escándalos hayan carecido de esos elementos, pero una economía que sigue creciendo vigorosamente, en la que sectores, especialmente de trabajadores, perciben que se benefician de las discutidas políticas proteccionistas del gobierno, fue el mayor escudo protector.
En parte, Trump logró superar la prueba haciendo campaña de manera personal en estados clave y echando mano a su retórica populista, que sigue resultando efectiva en dividir la realidad en blanco y negro: Estados Unidos y el mundo, los ciudadanos y los inmigrantes, amigos y enemigos, prensa aliada y fake news.
Así, con una política agónica, llegará Estados Unidos a la próxima elección y, si los economistas aciertan, con una recesión o al menos una desaceleración fuerte hacia fines de 2020.
EL CONTEXTO PARA LA ARGENTINA. Hasta ese momento, pese a las quejas del presidente estadounidense, la Reserva Federal mantendrá su política de suba de las tasas de interés, complicando relativamente el retorno de la Argentina a los mercados voluntarios de deuda y haciendo, a priori, más fuerte su dependencia del FMI. Con todo, los economistas argentinos creen que hay potencial para una reducción del riesgo país, que este miércoles lograba, por fin, perforar a la baja la barrera de los 600 puntos básicos, algo que podría traer alivio. Un rasgo decisivo al respecto será la intensidad de las presiones preelectorales en nuestro país.
Dado el volumen de los desembolsos del organismo, que serán efectivos y ya no precautorios de acuerdo con el segundo Stand-by, la amenaza de una cesación de pagos está, en principio, eliminada hasta el final del mandato de Macri. En efecto, llegarán más de 24.000 millones de dólares hasta marzo, justo antes de que comience el ingreso de dólares de la soja. En el año electoral, el país recibirá el grueso de los desembolsos pero en 2020, el primer año del Macri 2.0 o de un eventual sucesor, la economía quedaría desguarnecida con ingresos por menos de 6.000 millones de dólares: entonces habrá que ver si el país puede rollear por sí mismo sus compromisos o si el próximo gobierno deberá acudir a Washington sin cartas en la mano.
Por otro lado, ante un dólar que se fortalece, no cabe esperar que los precios de las materias primas de exportación, como la soja, remonten demasiado, eventos climáticos aparte.
El resultado de los comicios de mitad del mandato de Trump presagia para la Argentina más de lo mismo: más grieta aquí y allá, un contexto externo desafiante en términos de tasas de interés y términos de intercambio, más presiones proteccionistas y conatos de guerras comerciales y continuado apoyo estadounidense al acuerdo con el FMI.
Malas y buenas. ¿Lo suficiente para ir tirando?