El presidente Alberto Fernández encarará el vuelo de vuelta de La Rioja a Buenos Aires con un reclamo renovado. Los gobernadores del norte, con los que se reunió en Chilecito, insistieron con su idea de suspender este año las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), un plan que ya tiene traducción en un proyecto de ley que, así como entró al Congreso, fue a parar a un cajón, desestimulado por Sergio Massa por la dura resistencia de la oposición y por el kirchnerismo, espacio fundador de las elecciones con doble parada.
Ni el kirchnerismo ni el massismo compran la clausura de las primarias por única vez a sobre cerrado. Ven en esto dos factores determinantes. Por un lado, lo avanzado del año y los escasos avances obligarían, a esta altura, a imponer una mayoría y a pagar el costo político de cambiar el cronograma casi pisando el inicio del proceso electoral; por el otro, que la liga de gobernadores la promueve, con un documento, con un proyecto de ley, con un pedido al Presidente, pero no la milita, no le pone el cuerpo.
Los tiempos políticos para avanzar en este sentido se acotaron. La excusa del impacto epidemiológico de convocar a la ciudadanía a llenar escuelas en agosto se desinfla a medida que avanza el proceso vacunatorio, aún muy incipiente. En el medio, nadie se pone al hombre la rosca de la suspensión de las PASO: los gobernadores le piden al Gobierno que sea la locomotora del plan, el Gobierno dice que es una movida de los gobernadores que debe resolver el Congreso y en el Congreso dicen que ahí, salvo la presentación del proyecto, nadie fue a pedir nada.
En el kirchnerismo dudan mucho de cuestionar una herramienta que el propio kirchnerismo diseñó como sistema electoral. Además, entienden que es un tema exclusivo del sistema político, que no hay demanda social en este sentido, y que solo resucita cada vez que se juntan los gobernadores. De hecho, la primera vez que como conjunto la liga de jefes y jefas provinciales se manifestó al respecto fue con documento escueto, el 5 de diciembre pasado, después de un almuerzo en la Quinta de Olivos, en el marco de la firma del Consenso Fiscal 2020. Tras eso, ingresó un proyecto a la Cámara de Diputados, horas después de la histórica sesión en la que se aprobó la legalización del aborto. Y ahora esta insistencia. Todo sistema, nada de calle.
Por otro lado, entienden que los vínculos con Juntos por el Cambio (JxC) imposibilitan un avance consensuado. En la Cámara de Diputados siguen cajoneados la reforma judicial y los cambios en los mecanismos de designación del titular de la Procuración, por ejemplo. En ese marco, ir hacia un cambio del cronograma electoral es ir a una guerra infinita.
En esto coincide Massa. El presidente de la Cámara de Diputados ve con lógica que, en el marco de la pandemia y de la crisis económica, las PASO puedan ser suspendidas, por única vez. Pero entiende que ese paso no puede darse sin el consenso de todo el sistema político. Desde una mirada un poco más personalista, podría entenderse que embarcarse en un cambio de las reglas de juego electorales en pleno año electoral le generaría una tensión extrema con su propio electorado, un precio muy alto para pagar en comparación con lo que le daría como rédito. Dicho de otro modo, si no se avance en un acuerdo con el macrismo y el radicalismo, Massa no saldrá a inmolarse por los gobernadores.
Del lado del Gobierno, la posición no varía: hay que construir consensos. Es la misma que en diciembre, pero de esa fecha hasta aquí desde las provincias no llegó ningún impulso, no hubo reuniones con los bloques, no se pidió audiencia con las autoridades del Congreso para jugar al menos la ficha de la persuasión y el proyecto presentado duerme el sueño de los santos.
Con este panorama, los consensos a construir ya no son solo hacia afuera, sino hacia adentro. Y contrarreloj.