A cuatro días del vencimiento de la fase actual de cuarentena por coronavirus, el jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, avanza con su plan de apertura escalonada y agota todas las instancias de diálogo posible para morigerar los dardos provenientes de la provincia de Buenos Aires. Durante el fin de semana, distintos funcionarios bonaerenses alertaron sobre la complejidad de aplicar distintas aperturas y el jefe de gabinete provincial, Carlos Bianco, marcó la cancha el lunes por la mañana al considerar que "sería un error tomar caminos distintos". Como en cada víspera del anuncio de la extensión del período de aislamiento, el larretismo esquiva la tensión latente y, mientras el propio alcalde porteño cuida su vínculo con Axel Kicillof, no cederá ante impugnaciones a su plan gradual de habilitaciones para reactivar la economía.
Rodríguez Larreta y el gobernador hablaron el lunes por la mañana cerca de una hora. El alcalde confirmó presencia y este miércoles estará en la sede de La Plata de la gobernación. Hubo intercambio de números sanitarios y hasta recomendaciones de papers sobre cómo siguen otros países el tratamiento de la pandemia, con énfasis en los rebrotes que hoy sacuden a distintas localidades en España y Reino Unido, por ejemplo. A la misma hora, Bianco y el ministro de Salud, Daniel Gollán, expresaban en conferencia de prensa su preocupación ante el incremento de los casos positivos en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
El jefe de Gobierno deja seguir esas imputaciones sistemáticas desde el territorio bonaerense. La antesala al anuncio tripartito sobre el futuro de la cuarentena en el AMBA se repite como un disco rayado: desde el gabinete de Kicillof ponen reparos a las medidas de la Ciudad y tensionan con el oficialismo porteño, Rodríguez Larreta se llama a silencio para no responder y mantener a raya su plan de apertura y el presidente Alberto Fernández se posiciona, a gusto, como el árbitro que define; un juego de roles que, a más de 120 días de aislamiento, le sienta cómodo a los tres.
En la esfera privada, según admiten en La Plata y Parque Patricios, el diálogo es distinto y sin cortocircuitos cuando llega la bilateral Kicillof-Rodríguez Larreta. De todas formas, en los días previos a ese cónclave la tensión en el AMBA flota en el aire. El lunes, Gollán volvió a insistir con la idea de que el número R0, que mide la tasa de contagiosidad del virus, se está "descartando" como indicador. En la sede porteña lo vivieron como una "patadita" porque el seguimiento de ese registro fue el caballito de batalla para flexibilizar desde el 17 de julio. Como reacción, el ministro de Salud, Fernán Quirós, machacará desde este martes hasta el viernes con ese y otros índices para justificar el seguimiento de la hoja de ruta de habilitaciones en la Ciudad. El gobierno porteño citará el número promedio de casos para defender el "amesetamiento" de la curva de contagios y el porcentaje de camas de terapia intensiva ocupadas (hoy, arriba del 60% del total).
Bajo esa lógica, los registros sanitarios del miércoles y el jueves serán claves. Si se mantiene el promedio de casos porteños entre 900 y 1.000, Rodríguez Larreta tendrá la evidencia para sostener su apertura escalonada y desde el lunes 3 de agosto se abrirán más comercios y comenzará la fase en la que se permitirán paulatinamente los deportes amateur al aire libre, grabación de cine publicitario, nuevos permisos para el uso del espacio público y bibliotecas, entre otras habilitaciones que hacen a la economía porteña y las actividades sociales paralizadas desde marzo.