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Frente al inexorable avance del coronavirus a nivel mundial, Alberto Fernández tomó una decisión de esas trascendentales, que a posteriori valió mucho más de lo que representaba en un primer momento: en un mundo donde hasta las principales potencias todavía dudaban, decretó la cuarentena. Esta decisión, sin duda basada en una recomendación sanitaria, tiene también consecuencias políticas. No sólo cosechó niveles de apoyo importantes en la sociedad, sino que también ordenó su frente interno. Los anuncios presidenciales sobre cuarentena son la escenificación de esta decisión. El pasado sábado se dio el cuarto y vale la pena poner la lupa sobre estos actos político-comunicacionales.
Empecemos por la previa. Desde el pasado viernes todos los medios preanunciaban la extensión del aislamiento. Recordemos que la comunicación en situación de crisis busca llevar una sola cosa al público: certidumbre. Nuevamente se adelantó a la prensa, deliberada o accidentalmente, el núcleo de lo que se iba a decir. Adelantar información off the record sólo genera en la agenda de medios horas de comentarios liberados a la voluntad del medio o del periodista, sin información oficial rectora. Quedó visto el sábado: los canales llenaban el aire de variopintas declaraciones, mientras la imagen del portón de entrada a la Quinta de Olivos era la gran estrella.
El mismo día, el Gobierno fue para atrás en lo que era un acierto: incorporar al periodismo y que el Presidente respondiera preguntas. Una pena. Si buscamos generar certidumbre ante la crisis, no es conveniente dar la sensación de que “hay cosas que no se pueden preguntar”. Obviamente, abrir a preguntas también puede traer temas que no son los que nos interesa comunicar. La transparencia informativa en contexto de crisis amerita ese riesgo.
Frente a cámara, en sus cuatro anuncios Fernández tuvo un tono tranquilo, comunicando con aplomo e intercalando entre un lugar en la mesa y una postura de pie, explicando datos en pantalla. Nunca cayó en la tentación política. Suma que la grieta quede de lado. Tiene un buen uso de sus gestos ilustradores, refuerzan lo que dice. Incluso interrumpe y toma agua cuando lo necesita, se lo ve en control de la situación. En su exposición se aprecian los años de clases. Es el profesor que llegó a Presidente.
En su último anuncio, la economía coqueteó con ser parte central, pero terminó siendo sólo un amague. Si bien al principio afirmó que había organizado “un plan desde el punto de vista económico”, muchos sectores se quedaron con las ganas. Profesionales, autónomos, pymes, incluso los problemas de recaudación que se esperan en los tres niveles del Estado, no fueron temas a ampliar en el mensaje.
El sábado, Fernández potenció lo logrado en salud. “Hemos podido cumplir objetivos” afirmó. En vista del poco simpático anuncio que se aproximaba, recurrió a comunicación inventarial para construir consenso sobre lo actuado: números sobre respiradores, camas, test y gente incorporada al sistema de salud mostraron cómo trabajó el Gobierno.
Pero hay que decir: en cada anuncio, suele haber un búmeran. Algo que no se explica lo suficiente y le vuelve en contra. En este caso fueron las salidas de esparcimiento. Lo que debía ser la buena noticia de la noche sólo aportó confusión, mostró la descoordinación entre los tres niveles del Estado y les dejó a los gobernadores la ingrata tarea de ser "los malos" que deciden si dan una hora de esparcimiento en su provincia. En el aviso anterior este papel lo tuvo, con menor vuelo, la posible autorización para hacer ejercicio.
El Presidente pegó cuando debía y hoy cuenta con capital político a favor. Lo sabe. También le va bien a la hora de "escenificar" las decisiones. Controlar la difusión previa, insistir en la apertura informativa y evitar temas que vuelvan a la agenda para distraer del mensaje principal lo ayudarán a superar esta crisis. Hoy el mundo está confundido y en ese contexto, superar la pandemia mostrará a Alberto Fernández como un líder, hacía adentro de su espacio y hacia la sociedad argentina, fortalecido por la experiencia. No es poco.