Las medidas sanitarias que se tomaron a lo largo del domingo en varios países desarrollados, que consistieron en más cierres de actividades, cielos y fronteras, incluso entre países de Europa en los que rige la libre movilidad de personas y factores productivos, alarmaron a la Reserva Federal, el banco central estadounidense, que decidió anticiparse a lo iba a decidir en la reunión de política monetaria prevista para este martes y miércoles. Así, como fue habitual en la crisis de 2008, dispuso un paquete de emisión por 700.000 millones de dólares para sostener al mercado mediante operaciones de compra y, repitiendo una medida extraordinaria reciente, un nuevo recorte de 100 puntos básicos (un punto porcentual) de sus tasas de interés de referencia, que quedaron en un rango de 0,25% a cero. La respuesta de los inversores, sin embargo, no fue la esperada y mercados emergentes como el argentino se sacuden en el contexto de la pandemia de coronavirus como hojas en el vendaval, justo cuando se espera para esta semana la presentación de la oferta oficial a los tenedores de bonos de la deuda en proceso de negociación.
¿Qué sigue? ¿Un mundo de tasas de interés negativas? La percepción de que la crisis está aún lejos de tocar fondo y que las herramientas de las autoridades no abundan explica en buena medida el pánico de los agentes financieros.
“Las medidas para detener la propagación de la enfermedad van a tener un efecto significativo en la actividad económica a corto plazo”, dijo el titular de la Fed, Jerome Powell. De ese modo, contradijo implícitamente al secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, quien había dicho horas antes que “claramente vamos a tener una desaceleración económica, pero no creo que lleguemos a una recesión”.
Las señales de alarma, sin embargo, surgen aquí y allá. Se sabe que el sector económico más afectado a nivel mundial es el aerocomercial, que sufre por la suspensión de vuelos y rutas, así como por el creciente cierre de cielos nacionales. Según el Centre for Aviation, una consultora de referencia, “para fines de mayo, la mayoría de las aerolíneas en el mundo van a caer en bancarrota. Se requiere una acción coordinada entre los gobiernos y la industria para evitar una catástrofe”.
La advertencia no es exagerada: los ingresos de muchas compañías han caído prácticamente a cero.
“Las reservas de efectivo se están reduciendo velozmente en momentos en que las flotas permanecen en tierra y cuando los vuelos que se siguen realizando operan a mucho menos que la mitad de su capacidad”, añadió el Centre for Aviation. “Muchas líneas aéreas probablemente ya han caído en bancarrota técnica o, al menos, están al filo de incumplir con sus deudas”, sumó.
“De acuerdo con IATA, el cuerpo comercial de la industria, se estima que las pérdidas de ingreso ascenderán 113.000 millones de dólares como resultado de la crisis”, insistió la consultora.
El aerocomercial es probablemente el sector más golpeado por la crisis, seguido por el resto del turismo. No muy a la saga va el resto de los servicios, especialmente el comercio, en la medida en que más y más países paralizan actividades y el movimiento de sus ciudadanos. Por eso los inversores no respondieron bien a nuevas medidas de expansión monetaria y de reducción de tasas: la percepción es que lo acuciante va a pasar pronto por la asistencia crediticia a las empresas, una necesidad que puede volverse masiva si la coyuntura se prolonga.
Evolución de la Bolsa de Nueva York. (Fuente: marketwatch.com)
Así las cosas, el freno para la actividad mundial será brusco. El año de China, la segunda economía global, está perdido y en Estados Unidos, mayor economía mundial y que da cuenta de cerca del 20% del total, la caída parece ser en picada.
Según el último informe para sus inversores del fondo de inversión XP Securities, “en el frente macro, vemos el PBI cayendo en torno al 4-5% (…) en el segundo trimestre, después de que en el primero haya crecido alrededor del 0,5%”.
“Honestamente, encontramos imposible en este punto prever la actividad del tercer trimestre. Si el brote en Estados Unidos resulta similar al de China, lo que implicaría que para los meses de verano (boreal) esté controlado, la economía estadounidense factiblemente podría evitar una recesión. Pero si el brote resulta más problemático que lo que esperamos, la recuperación solo llegaría en el cuarto trimestre de 2020”, agregó.
Una retracción tan severa de la economía internacional es veneno para una Argentina que completará su tercer año en recesión. En el Ministerio de Economía circula, a modo preliminar, una estimación de que la crisis sumaría una caída de 0,5 punto porcentual del PBI a una retracción esperada desde antes de ese mismo tenor. Sin embargo, el crescendo de limitaciones a la actividad seguramente abultará esa cuenta en una cuantía imposible de determinar cuando la emergencia no ha hecho más que comenzar.
Mientras, aunque demorado respecto del cronograma original, continúan los preparativos para la presentación de la oferta a los tenedores de la deuda en proceso de reprogramación. El empeoramiento progresivo del clima financiero global no juega precisamente a favor, sobre todo porque la Argentina no es un gran jugador del sistema y su poder de negociación es limitado, dado que difícilmente un fondo de inversión importante haya asignado al país más del 1% de sus tenencias. Sin embargo, mientras el ministro de Economía, Martín Guzmán, cree que eso puede hacer que una oferta más avara resulte más razonable que antes del colapso, desde el otro lado de la mesa lo animan a presentar una más generosa, que no incluya quitas, en todo concepto, superiores al 30 o al 40% del valor nominal. Esa, dicen, podría ser una base para concluir rápidamente el proceso, antes de que aparezcan los fondos buitres.
Ni en plena pandemia los dueños del dinero resignan el regateo.