#1M APERTURA DE SESIONES

Un Estado para Todos: Fernández arma una bolsa de trabajo para diluir la grieta

El Presidente anunció la creación de nuevos organismos que tendrán participación de técnicos y opositores. Hizo un llamado a la unidad y evitó la confrontación. Moderación y sobriedad.

Los palcos se poblaron de funcionarios, dirigentes e invitados. No hubo militantes y el fervor partidario se limitó a un corto “Alberto, presidente” que sonó en el recinto al principio y al final del discurso. La presentación de Alberto Fernández ante la Asamblea Legislativa se vivió en un clima institucional, que el Presidente utilizó como plataforma para convocar a la unidad y para anunciar la creación de una serie de organismos para discutir políticas públicas de largo plazo que tendrán participación de la oposición.   

 

En un Congreso acostumbrado a años de grieta irreconciliable, Fernández eligió dedicarle poco tiempo a la herencia macrista y proponer, hacia adelante, convivencia política e integración para la elaboración de políticas públicas. Anunció el envío de un proyecto para la creación del Consejo Económico y Social para el Desarrollo Argentino, el Consejo Nacional de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, la Agencia Federal de Evaluación de Impacto de las Políticas Públicas y el Consejo para Afianzar la Administración de Justicia en la República Argentina, todos destinados a permanecer en el tiempo, con una composición plural, que incluye a técnicos y dirigentes de la oposición. Una muestra elocuente de la mística de unidad nacional que pretende imprimirle a su gobierno. 

 

La mención a la gestión de Mauricio Macri -ausente en la Asamblea- ocupó, al principio, pocos de los 80 minutos que duró el discurso y se limitó a la enumeración de ocho datos duros: inflación récord de 53,8%, una deuda pública récord, desocupación del 9,7 %, 19 meses consecutivos de caída de la actividad industrial, dos años de recesión, una deuda en materia de obras Públicas de más de 35 mil millones de pesos, aumentos tarifarios excesivos y cinco millones de endeudados con la ANSES. “Hemos encontrado una situación extremadamente delicada. Recibimos un país dañado en su tejido social y productivo y con su alma herida por divisiones profundas”, dijo Fernández.

 

 

 

A la deuda le dedicó, luego, un capítulo particular, tal vez el golpe más fuerte para la administración macrista. “La deuda pública que heredamos es, sin lugar a dudas, el mayor escollo que enfrentamos”, afirmó el Presidente.

 

La oposición escuchó casi sin inmutarse. Lejos del folklore que rodeó la apertura de sesiones ordinarias del Congreso en los tiempos en que Cristina Fernández de Kirchner era presidenta, el recinto oyó en silencio a Fernández, sin carteles ni pancartas.

 

 

 

“Fue más institucional”, dijo un dirigente de peso en la CGT sobre la comparación con los tiempos cristinistas, cuando la militancia cobraba protagonismo desde los palcos. “En diciembre fue diferente, había mucha alegría. Ahora estamos gobernando, tenemos una responsabilidad”, apuntó un intendente del conurbano. “La mejor manera de llevar adelante las políticas públicas es el consenso. Si hay consenso no hay grieta”, aprobó Malena Galmarini, presidenta de AySA.  

 

El tono sobrio del mediodía solo se rompió cuando el recinto explotó en aplausos que llegaron desde todas las bancadas con el anuncio del envío del proyecto de legalización del aborto. La macrista Silvia Lospennnato se puso de pie, al lado de la radical Carla Carrizo, que celebró la noticia, a tono con la euforia de los pañuelos verdes que poblaron el recinto y se repartieron en las bancas desde el comienzo de la sesión. El oficialismo de Diputados se plegó, en su enorme mayoría, al igual que los palcos de invitados especiales, donde se ubicó el consejo de asesores del Presidente que forman la socióloga feminista Dora Barrancos - que lloró al escuchar las palabras del Presidente- el antropólogo Alejandro Grimson –uno de los escribas del discursoJulián Leunda, Juan Manuel Olmos y Cecilia Nicolini, entre otros.  

 

Hasta en ese punto, de posiciones irreconciliables, Fernández intentó equilibrar la balanza. Junto con el envío del proyecto de legalización del aborto, anunció el envío del “Plan de los 1000 días”, que apunta a “garantizar la atención y el cuidado integral de la vida y de la salud de la mujer embarazada y de sus hijos o hijas en los primeros años de vida”. Los legisladores identificados con los pañuelos celestes también aplaudieron. Hay para todos. 

 

 

 

“El Presidente viene demostrando desde el 10 de diciembre su catálogo de buenas intenciones para trabajar con las fuerzas políticas, pero en plano de los hechos mostró discrecionalidad”, criticó después el presidente del interbloque Juntos por el Cambio en el Senado, Luis Naidenoff. “Hay cosas que son enunciados. Después cuando vengan, hay que ver qué hay”, dijo el titular del bloque del PRO en Diputados, Cristian Ritondo. Los dos coincidieron en señalar  la ausencia de detalles sobre el plan económico.

 

Sin confrontación, discursos grandilocuentes ni pretensiones fundadoras, sentado al lado de Cristina, Fernández navegó en un discurso moderado, que incluyó menciones a Raúl Alfonsín y a Néstor Kirchner y apeló a citas de Manuel Belgrano  y Juan Domingo Perón, para hacer un último llamado a la “unión de la nación”, convocó a gobernadores y remarcó el criterio "federal" de su gestión. A  81 días de haber asumido como presidente, con una economía en crisis para la que dejó pocas definiciones concretas, Fernández usó la apertura del 138° período de sesiones ordinarias para dejar su sello de conducción. Abrió el juego a la ciudadanía y a la oposición en la elaboración de políticas públicas a través de los nuevos organismo, dio vuelta la página de la grieta e hizo de la moderación un estilo para marcar la mística conciliadora de su gobierno

 

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Javier Milei.

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