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En términos formales, Alberto Fernández debe realizar este domingo un recorrido de los primeros meses de su gobierno y hacer públicos los objetivos que se plantea a corto, mediano y largo plazos. Es la escena institucional en la que debe comenzar a trazar el camino que espera recorrer y delinear los temas principales sobre los que la ciudadanía evaluará su gestión.
Además, es la oportunidad para hacer algo que hasta el momento decidió no hacer: presentar el diagnóstico actual de la Argentina y darle dimensión a la herencia recibida.
En 2016, los ejes que propuso Mauricio Macri en su primer discurso de apertura de sesiones ordinarias giraron en torno a la lucha contra el narcotráfico y la corrupción, pobreza cero y el pago a los fondos buitre. Cuatro años después, le toca al gobierno de Alberto Fernández hacerse cargo de un país con una “deuda insostenible”.
Durante los años siguientes a aquel 2016, todos los indicadores económicos cayeron constantemente y la inflación, el desempleo y la pobreza comenzaron a ocupar las principales preocupaciones de los argentinos.
Sin embargo, en su último mensaje de un primero de marzo frente al Parlamento, Macri planteó lo siguiente: “Hoy podemos decir que la Argentina está mejor parada que en 2015”. Con esta afirmación, demostró cómo durante su gobierno negó sistemáticamente la realidad y el deterioro social que reflejaban incluso las cifras oficiales.
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En cambio, Alberto Fernández, durante la campaña, puso en valor la percepción que las mayorías tenían de la situación económica del país, tomando como prioridad la emergencia social, y decidió que era necesario empezar por los más vulnerables. Luego, su discurso electoral fue consecuente con las primeras medidas de gobierno: congelamiento de aumentos de tarifas, tarjeta alimentaria, bonos y aumentos a jubilados de la mínima y beneficiarios de la AUH.
Como resultado, en los últimos meses se produjo una mejora en el humor social y en las expectativas a futuro, sobre todo en los sectores socio económicos bajos. Las personas perciben un cambio de rumbo, un gobierno con sensibilidad cuyas prioridades coinciden con sus preocupaciones principales.
En términos discursivos, se espera que el domingo siga ejerciendo un tono moderado que le permita interpelar a amplios sectores, planteando expectativas realistas y sin promesas incumplibles. Hasta el momento, esta estrategia le resultó, ya que mantiene altos niveles de aprobación, incluso en votantes de otros espacios políticos.
De todas maneras, no hay que descartar que dentro de esa lógica pueda haber alguna sorpresa que funcione como una demostración de liderazgo y capacidad para tomar la iniciativa. Por ejemplo, al confrontar con un sector como el poder judicial, que tiene niveles de desaprobación muy altos en nuestra sociedad.
Por el momento, es de público conocimiento que también va a abordar otros temas calientes como las retenciones, la deuda externa y el aborto. Asuntos en los que, más allá de los niveles de conflictividad que puedan generar, se buscará avanzar mediante un acuerdo con los sectores.
Si bien es importante para Fernández continuar diferenciándose de Macri por la sensibilidad y el apego a la realidad, su principal fortaleza residirá en un discurso que tenga continuidad y coherencia respecto a los ejes que planteó en la campaña y las políticas públicas implementadas hasta el momento para contener la emergencia social.