Pero ahora, como ministro, se le presenta la oportunidad inmejorable de emplear las observaciones y hasta conclusiones que ha elaborado previamente en el campo académico. La síntesis profesional. Particularmente, se enfoca en arrinconar lo que llama el “doble pacto”, que, en su criterio, es la base de la problemática de la seguridad pública.
A partir de los ’90, la inseguridad apareció como fenómeno político, algo que hasta ahí no lo era. Más atrás en el tiempo, desde la recuperación de la democracia, “la política argentina se desentendió de la seguridad pública”, escribió Sain en Le Monde Diplomatique en la nota titulada Las grietas del doble pacto, de diciembre de 2013.
“Se impuso -reflexiona-, casi unánimemente, el desgobierno político de la seguridad y, junto a ello, la gobernabilidad policial de la seguridad, lo que se tradujo en la delegación de la gestión de la seguridad a las cúpulas de las instituciones policiales y en la conducción autónoma de éstas”. Esto lo define como el pacto político - policial.
Este encargo de funciones deriva en otro pacto: el policial - criminal. En él, la regulación policial del crimen terminó siendo la condición fundamental para la formación y expansión de organizaciones criminales en base a la protección estatal.
Ahora que está en funciones, Sain busca romper este doble pacto. En primer lugar, apeló a la conducción política de las fuerzas policiales para que no exista autoregulación. “Que (Omar) Perotti recupere la conducción política de la Policía es la condición sine qua non para que todo funcione. Hasta ahora hubo conducción de la Policía. La policía autogestionada no resultó”, resaltó a Letra P en una nota publicada cuando apenas sonaba para hacerse cargo del área.
Los altos mandos policiales que condujeron la fuerza en los últimos años fueron desplazados ni bien arrancó la gestión y se produjo una suerte de purga para los que estaban sospechados. El ruido derivó en hostilidad interna y en una violencia inusitada en las primeras dos semanas del año. Hubo 17 homicidios -en 15 días- con diferentes motivaciones, pero algunos episodios particulares, como balaceras al Casino City Center, al Centro de Justicia Penal y a un edificio Penitenciario buscaron perturbar el orden público, según sostuvo el ministro.
“Hay un proceso criminal de desestabilización política y una suerte de ejercicio del terrorismo urbano por parte de grupos criminales que fueron aliados históricos de la alta jerarquía de la Policía", afirmó el ministro de Seguridad a La Nación. Lo atribuyó al pacto policial - criminal de sus apuntes: “Esto se inscribe en que desde el primer día de este gobierno se tomó la decisión de romper el vínculo histórico entre la Policía y el crimen”.
En los últimos años, la invisibilidad política y social del entramado policial - criminal en Santa Fe fue perdiendo espesor. El juicio a Los Monos, el caso del jefe policial Hugo Tognioli y la reciente desarticulación de la banda de Esteban Lindor Alvarado con una decena de policías procesados y condenados son una muestra material. Esto no significa, ni por asomo, el fin de la criminalidad, dado que la misma perdura en base a su transformación, diversificación y versatilidad.
También intentó cambiar el rumbo desde la legislación. A fin de año, Sain elaboró un paquete de emergencia en seguridad para ser aprobado en la Legislatura que buscaba, además de solucionar la coyuntura, caerle al mencionado pacto policial - criminal y que el poder político fuera el protagonista en los lineamientos.
Entre las medidas solicitadas figuraban: que el ministerio manejara los gastos reservados de la Policía para evitar la autonomía; la reforma de las bases orgánicas de la fuerza y hasta la facultad de modificar dependencias y funciones de la organización. El Senado, incluso parte del PJ, le podó todo el articulado. Puede interpretarse que un pacto mantuvo al otro.
ESCÁNDALO. En el contexto del pacto político - policial se puede descifrar la intención de mantener el status quo, entiende Sain. “Cuando hay calma, la política trata de no mover nada para que la calma no se vaya. Pero, cuando hay balaceras que producen varios muertos, tampoco se mueve nada por miedo a la extorsión policial o criminal”, dijo a Letra P cuando no era ministro, en una suerte de diagnóstico general de la situación.
Esta inacción se explica en el “escándalo”. “Si el fenómeno criminal es invisible y no hay ‘escándalo’, a la política no le importa. La política se preocupa y se pone nerviosa cuando hay tiros, cuando la violencia se da entre bulevares y recién ahí se coloca en la agenda política”, comentó en ese momento.
En su libro "La regulación del narcotráfico en la provincia de Buenos Aires" (2015) también lo desarrolló: “Mientras las autoridades gubernamentales formularon discursos y desplegaron acciones institucionales tendientes a birlar o atenuar los efectos políticos y sociales de la ola de inseguridad –en especial durante campañas electorales–, las policías abordaron y gestionaron las problemáticas criminales procurando siempre apuntalar el accionar gubernamental e impedir que dichas cuestiones originen escándalos políticos o den lugar a situaciones de crisis institucionales”.
“Nación y Santa Fe es un solo gobierno en materia de seguridad pública”, dijo Sain tras reunirse con Alberto Fernández.
En mayo de 2019, Sain presentó un paper en Boston, Estados Unidos, junto a un colega como representante de la Universidad de Quilmes, llamado "Estado y narcotráfico: la ruptura de la regulación ilegal de la policía en Rosario en el caso Los Monos", para presentar en el XXXVII International Congress of the Latin American Studies Association.
En uno de sus puntos, conceptualizó sobre el "Estado bobo". En ese momento, el actual ministro estaba al mando del Organismo de Investigaciones de Santa Fe que apoyaba en delitos complejos al fiscales provinciales y se ganó los reproches de la administración socialista, que supuso que la descripción podía referenciarse en el gobierno santafesino.
Según Sain, el Estado bobo guarda ciertas características inconfundibles: la alta gerencia política de los órganos ejecutivos, legislativos y judiciales, desconoce o niega la transformación del fenómeno criminal y su complejización; trivializa el abordaje de la problemática; policializa la gestión del crimen; se desresponsabiliza funcionalmente ante situaciones críticas y perpetúa y reproduce normas, estructuras y modalidades simples.
Hoy está al mando de la cartera más caliente y en proceso de aplicar sus conocimientos teóricos en la conducción política. En el libro referenciado, Sain escribe una pregunta a modo de cierre que a él mismo le tocará responder como ministro: "En Argentina, la incógnita pasa por saber si la política tendrá la voluntad y la capacidad para abandonar el doble pacto como modalidad predominante de gestión de la seguridad pública (…)".