En los playones de IVECO, la fábrica de camiones de FIAT, hay stockeados vehículos que representan la venta de todo un año. En el sector calculan que la caída en el consumo paralizó de tal manera la actividad que unos 250.000 coches están guardados para cuando puedan comercializarse. Ante ese escenario en el rubro que representa una parte importante del PBI industrial, el Gobierno nacional empezó a inquietarse. Con presiones directas o indirectas de las casas matrices de la terminales, Cambiemos actuó con reflejos particulares. El propio presidente Mauricio Macri anunció el plan “Junio 0Km”, que ofrece descuentos de entre $50.000 y $90.000 para la compra de autos de producción local e importados.
La decisión implosionó el frente interno del Círculo Rojo, jaqueado por una crisis que impactó de lleno en la actividad y produjo quebrantos serios en sectores como el consumo, textiles, construcción y otras ramas fabriles, al punto tal de llevar a numerosas empresas al cierre. Los industriales de la UIA observan que “el Gobierno tiene una alianza particular con los autos”. Muchos la endilgan a la relación que mantiene el propio Macri con el vocero político del sector, el ítalo-argentino Cristiano Rattazzi.
A decir verdad, la alianza de los sucesivos gobiernos con las automotrices es histórica. El kirchnerismo también se preocupó, vía la ex ministra de Industria Débora Giorgi, por aplacar los ánimos inquietos en los años del cepo, cuando las firmas, cuyas ventas se realizaban en pesos, buscaban ardides para llevarse divisas.
El Gobierno decidió, en plena campaña electoral, ponerse circunstancialmente heterodoxo para fomentar el consumo en un mercado derrumbado. Lo hizo con la venta en cuotas de Ahora 12 y con el subsidio a los coches. Pero esta última medida “populista” tiene un problema. Las automotrices son empresas extranjeras que en los primeros dos años de la actual gestión sobrevivieron y ganaron dinero importando vehículos con un dólar más o menos estable. Aún había ventas y no se notaban los datos que corrían por atrás. Siete de cada diez coches que se venden en el país son importados, y de los ensamblados a nivel local (30% del total), un 70% tiene casi la totalidad de sus partes importadas. Ergo, los autos son una máquina de resignar dólares en un país cuyo principal problema es, justamente, su escasez.
Así, según datos del sector, en 2017, solo en autopartes, el país tuvo un déficit de divisas de U$S 6.700 millones, equivalente a casi el 80% del rojo comercial total. Si se suman los coches terminados, el déficit llega a los U$S 10.000 millones. El último año de una “fuga” tan manifiesta fue 2011, con U$S 8.200 millones, pero con ventas récord en las concesionarias. El año pasado, cuando la sequía le quitó al país entre U$S 7.000 y U$S 8.000 millones, hubo asombro y desesperación. “Es menos que lo que se llevan los autitos”, chicaneó un industrial ante la consulta de Letra P sobre la viabilidad del plan oficial.
En el Gobierno sostienen que “hay que conservar el empleo”. Los números muestran que hay otros sectores, más complicados, que no fueron subsidiados, que viven una crisis más intensa y que el propio Ejecutivo Nacional califica de “no competitivos”. Por caso, la industria de los autos genera 30.000 empleos directos y llega a 60.000 si se suman las autopartes. Alimentos y Bebidas, que incluye a gigantes como Arcor y Molinos, así como a pymes con balances negativos, emplean 400.000. El comercio, por su parte, tiene 1,2 millones de trabajadores y el sector financiero ,115.000.
En este contexto, hay otro dato significativo. Ya sabiendo que el Gobierno iba a subsidiar la venta de autos, subieron los precios. "Esto es para vivos, parece", se quejó uno de los vices de la UIA.