"La venganza nunca corre en línea recta, es como un bosque. En un bosque es muy fácil desorientarse, perderse, olvidar de dónde venimos”. Inolvidable metáfora del maestro japonés Hattori Hanzo, interpretada y ejecutada a la perfección por Beatrix Kiddo, en la película Kill Bill. Pues ahora resta ver cómo Mauricio Macri les administra la medicina Hanzo a sus “socios” radicales, tras la Convención Nacional donde los representantes del partido centenario, no tuvieron otra que recular a un escenario mínimo de adhesión a Cambiemos. Ello, tras haber forzado, sin éxito, generar un ambiente de negociación y, en particular, una redefinición de la fórmula presidencial a pocos días del colorido evento de Parque Norte. “No hay que descartar que el candidato no sea Macri", aseguró el gobernador radical Alfredo Cornejo hace unos días. En sintonía con esa declaración, el senador Julio Cobos tiró más leña al fuego: “(María Eugenia) Vidal puede representar en esta segunda etapa una mejor oferta electoral”.
Aplastados los focos de insurgencia radicales, sin tirar una sola bala, ahora Macri tiene las manos libres para avanzar en dos sentidos posibles. El primero de ellos, hoy humillante para sus socios que pretendían hasta ayer una rediscusión de las condiciones societarias, es una remake de la fórmula pura 2015, aunque no acompañado en esta oportunidad por la extravagante Gabriela Michetti, sino por quien suma hoy todos los tickets en la mesa ratona comandada por Marcos Peña, la ministra Carolina Stanley. 100% de pureza. Por otra parte, el segundo escenario factible y, de paso, la revancha más cruel para sus socios hoy aún más devaluados tras la Convención Nacional, es ofrecerle el sidecar vicepresidencial, a un extrapartidario como el senador Miguel Pichetto, a quien Macri insiste en catalogar, sin ninguna inocencia, como un “sabio hombre de Estado”, “una personalidad con capacidad de anteponer los intereses del país al suyo propio” y “un político realista que también entiende los desafíos que vienen", entre otras loas que elevan al veterano peronista al nivel de un Churchill moderno.
En tal sentido, la autopista para la formulación de ese pacto ya está siendo pavimentada al mismo ritmo en que Horacio Rodríguez Larreta terminó el Paseo del Bajo. A la propuesta de diez puntos de acuerdo que propuso Macri a principios de mayo, desechada por insuficiente por diferentes líderes de la oposición como Roberto Lavagna y hasta de la sociedad civil como Facundo Manes, sucedió un cálido encuentro entre el recientemente revalidado Juan Schiaretti y el propio Macri, que reforzó aún más los ejes de contacto entre los principales referentes de Alternativa Federal, salvo Sergio Massa, y el presidente. Sin embargo, nunca al extremo de crear un ambiente tan propicio para la formulación de ese entendimiento, como el que explicitó Pichetto en estas horas, mediante el anuncio de un proyecto de ley sobre un Acuerdo Político y Social, que el mismo rotuló en términos de “una Moncloa argentina”, es decir, un viejo mito aspiracional de la política argentina, que tendría la virtud de dejar las cosas a punto caramelo, para el anuncio de un tándem histórico entre Macri y Pichetto.