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“Hacemos por Córdoba es un modelo político que dialoga con el mercado, que tiene fuerte presencia en los sectores populares con políticas activas en materia de promoción social, que interviene en el Estado, pero de una profunda visión republicana en el respeto a los medios de comunicación, al diálogo político, a la institucionalidad”, explica el intendente de Villa María, Martín Gill. “Hemos logrado con el tiempo, inclusive aprendiendo de las derrotas, construir espacios más amplios, sobre la base del justicialismo, pero con sectores independientes y referentes de otros partidos políticos”, agrega en sintonía el intendente de Río Cuarto, Juan Manuel Llamosas. En tal sentido, no hay otra forma de explicar el Schiarettazo de la jornada, superador de las marcas históricas de Eduardo Angeloz y José Manuel de la Sota, sino por vía de la captura de votos mucho más allá de las fronteras locales del peronismo, en la clave que explican el fenómeno “Hacemos por Córdoba” los intendentes Gill y Llamosas.
En este plano, el tsunami electoral del Gringo Schiaretti es equiparable a aquel que experimentó Cambiemos en el ballotage nacional de 2015, instancia donde se solapó localmente la potencia electoral del cordobesismo, conducido en aquel momento por el Gallego De la Sota, con la ola nacional de antikirchnerismo liderada por el tridente Macri-Vidal-Carrió.
Precisamente, lo que atrae hoy la gran atención de todo el arco político y mediático es la futura preferencia nacional de los actuales votantes cordobeses. Nada más y nada menos, quienes le dieron a Cambiemos los anabólicos para encaramar a Macri en la Casa Rosada.
La cautela discursiva de Schiaretti en la jornada poco sirve para despejar esta incógnita. “Esta es una elección provincial, los de afuera son de palo”. Sin embargo, el testimonio de los actores políticos citados, así como la información cuantitativa, sí permite extraer conclusiones que ayudan a interpretar la gambeta discursiva del gobernador.
“Hay una decepción, una frustración, Córdoba fue determinante en 2015 para el triunfo de Macri”, testimonia Llamosas. “Ni Córdoba ni la ciudad son una isla en un mar donde está ocurriendo un tsunami”, agrega Gill.
Por otra parte, el encuestador Gustavo Córdoba alude a la paridad en 28 puntos en la provincia de Córdoba, aunque “no explicados tanto por la subida de Cristina, como por la caída de Macri”. Ese combo mencionado facilita interpretar el frenazo de mano del Gringo ante la tremenda disyuntiva que se le presenta. En particular, darle sustancia, fierros y relato de gestión a una tercera vía nacional que aún está en boxes y que, con el fichaje de Córdoba, estaría en condiciones de arrancar definitivamente y, en el marco del desierto de popularidad que enfrenta Cambiemos, relegarlo rápidamente a un tercer puesto con consecuencias impredecibles en el terreno de la gobernabilidad, en este duro tramo final marcado por la recesión y el pulmotor de Trump y el FMI.
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Adicionalmente, Schiaretti contiene a su tropa, ante la oportunidad que se le presenta de desairar públicamente al tridente de coroneles macristas que vinieron a hacer campaña a Córdoba. Carrió, Vidal y Rodríguez Larreta y, en la peor modalidad de todas, hasta pretendiendo ensuciar la memoria de un Rolling Stone de la política cordobesa como José Manuel De la Sota.
En definitiva, serán horas duras para un Schiaretti que, a partir de hoy, entrará al selecto club sesentista del propio General Perón, en una provincia donde las disputas por el poder son siempre más parejas y no suelen exceder el doble dígito de diferencia, se presente quien se presente. Por ello, desde este instante, serán clave no solo las palabras del ungido por tercera vez gobernador, sino también sus silencios, sus gestos, sus muecas y hasta sus movimientos de labios.
Hoy Schiaretti tiene en sus manos la chance política de comenzar a clausurar la grieta, una sociedad del terror conformada por dos accionistas unidos por el rotundo fracaso en sus recientes experiencias de gestión, Cristina y Macri, propietarios del 50% de la compañía cada uno.